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Hoy no se acaba

Este 18-N debería marcar un antes y un después, pero sobre todo tiene que ser el punto de partida de una actitud continua e intensa de reivindicación unitaria que debe seguir en el tiempo

Pablo Calvo

Cáceres

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Viernes, 17 de noviembre 2017, 23:00

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Lo ideal sería que el lector de este artículo estuviera este sábado en Madrid, esta mañana, en la Plaza de España, alzando la voz para que Extremadura tenga, por fin, un tren digno. ¿Qué significa la expresión tren digno? Todo y nada. Supone todo para los extremeños porque es algo de lo que carecemos; no son unas pocas molestias y retrasos, implica también que la región está perdiendo turistas y proyectos empresariales por su grave déficit en infraestructuras ferroviarias. Está perdiendo su propio desarrollo. Lo que se está reivindicando, en cambio, no es nada en el sentido de que no debería ser algo extraordinario, sino de plena normalidad, el poder subirse a un tren sin que este salga ardiendo, se pueda comprar una botella de agua y llegue a su hora.

En los últimos días, al hilo de la protesta en Madrid, han surgido opiniones y ejemplos de trayectos de ferrocarril que tratan de establecer similitudes con el problema de Extremadura. No es verdad. La situación de nuestra región no admite comparación con ninguna otra ni se puede decir que en otros sitios también el tren tarda demasiado u ofrece escasos servicios al viajero. No se pueden establecer generalidades que solo introducen confusión y minusvaloran el problema extremeño porque el agravio que sufre la comunidad en esta materia es muy significativo.

Este 18 de noviembre debería marcar, pues, un antes y un después. El antes ya lo conocemos todos, el después es esperanzador porque efectivamente solo cabe mejorar. Pero lo más importante es que lo de esta jornada no se acabe. Al contrario, los actos de este sábado en Madrid deberían ser el punto de partida de una actitud continua e intensa de reivindicación unitaria que tiene que prolongarse en el tiempo. La región debe seguir reclamando la atención que merece, en igualdad a otros territorios.

El ministro de Fomento y los presidentes de Renfe y Adif han reconocido públicamente que está justificada la queja de Extremadura. Cuando se leen las entrevistas publicadas por este diario con los máximos responsables de Renfe (las máquinas) y Adif (las vías) y expresan el catálogo de acciones que tienen previsto llevar a cabo para paliar el problema, cuando citan todas las medidas que sus departamentos tienen sobre la mesa, lo que revelan en realidad es todo el atraso en el que estamos inmersos; cuando se pueden hacer tantas cosas, es porque se carece de ellas. ¿Por qué no se han hecho antes?

El problema del ferrocarril ha conseguido unir como nunca a los extremeños en torno a una reivindicación común, partidos políticos, sindicatos, patronal, sociedad civil, Iglesia, federaciones deportivas y un sin fin de colectivos sociales se han pronunciado en el mismo sentido y han expresado su apoyo a los actos de hoy y a lo que significan. La excepción la ha puesto Izquierda Unida, formación política extraparlamentaria en la actual legislatura, pero con unas siglas y un cuerpo de seguidores todavía importantes, y que hasta hace poco más de dos años marcaba el paso en buena medida en la política extremeña.

El expresarse en dirección contraria a la postura manifestada por el conjunto de la sociedad extremeña resulta políticamente extraña y estratégicamente errónea. Su ausencia hoy en Madrid les aleja del ciudadano de la calle y de sus propios votantes. Es verdad que la coalición nunca se mostró entusiasmada con el tren de alta velocidad, que se presume un transporte caro, pero precisamente esta postura a contracorriente les hizo ser los primeros defensores de un tren que sin ser de máximas prestaciones, sí fuera al menos un transporte digno al alcance de todos, precisamente lo que se está reivindicando en esta jornada del 18-N. No se entiende bien, por tanto, su postura si no es por único deseo de ganar un escaso protagonismo diferenciándose de los demás.

Hoy, en fin, los extremeños podemos dar una lección de unidad, por supuesto de civismo y sobre todo de defensa de un territorio en el queremos que las nuevas generaciones sigan viviendo. Pero para ello se necesitan unos servicios dignos.

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