2.600 mujeres se ganan la vida con el campo extremeño, una cifra en lento crecimiento
El Día Internacional de las Mujeres Rurales pone el foco en su visibilización en un sector agrario tradicionalmente muy masculino
«Si ya es complicado visibilizar, a veces, el papel de la mujer en la sociedad más complicado aún es el de la mujer rural. ... En el mundo rural se encuentra con más dificultades». Catalina García Reyes es viticultora de profesión, presidenta de la cooperativa de olivareros y viticultores de su pueblo, Ribera del Fresno (3.324 vecinos), en la comarca de Tierra de Barros, y es la presidenta de la Federación de Mujeres Rurales (Fademur) en la región.
De forma pausada, reflexiona sobre cómo es posible que a estas alturas de la historia todavía la presencia de la mujer no vaya acorde no solo a su peso poblacional sino a su capacidad de trabajo y gestión.
«Decíamos que las mujeres no estábamos en las cooperativas o en sus órganos rectores porque no queríamos. Pero, a pesar de la oposición, lo hemos conseguido. Vamos siendo más», afina.
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Por eso, Cati García no tiene dudas sobre qué significa que hoy domingo se celebre el Día Internacional de las Mujeres Rurales, una efemérides y una fecha elegida por la Organización de Naciones Unidas (ONU). «Es que tenemos mucho que celebrar pero sobre todo reivindicar este 15 de octubre», incide la presidenta de Fademur Extremadura.
Las mujeres rurales suponen una cuarta parte de la población mundial. «Trabajan como agricultoras, asalariadas y empresarias. Labran la tierra y plantan las semillas que alimentan naciones enteras. Además, garantizan la seguridad alimentaria de sus poblaciones y ayudan a preparar a sus comunidades frente al cambio climático», recuerda la ONU en un epígrafe que suscribe de cabo a rabo Catalina.
Naciones Unidas señala que las campesinas sufren «de manera desproporcionada los múltiples aspectos de la pobreza y pese a ser tan productivas y buenas gestoras como sus homólogos masculinos, no disponen del mismo acceso a la tierra, créditos, materiales agrícolas, mercados o cadenas de productos cultivados de alto valor».
Mari Ángeles Ponce y Ana Díaz son dos ejemplos de un perfil, uno desde el ámbito de la agricultura y otro desde el ganadero, que existe en la comunidad autónoma aunque seguramente poco conocido. Son profesionales agrarias del mundo rural.
Una, con su marido, compartiendo la titularidad compartida en Guareña (6.771 habitantes, vegas medias del Guadiana) de unas fincas de olivo e higuera. La segunda, una cacereña ganadera de vacuno y ovino en el término de Alcántara (1.361 vecinos, mancomunidad Tajo-Salor).
Profesionalización
A cuentagotas, la mujer empieza a alcanzar un porcentaje apreciable dentro de los profesionales del campo en Extremadura.
En la región habían 2.479 mujeres ATP (agricultoras de título principal) registradas, según la Consejería de Agricultura sobre aproximadamente 12.000 agricultores profesionales en la región, lo que significa que casi una carta parte de los ATP son mujeres. Son 1.101 en la provincia de Cáceres y 1.378 en la de Badajoz.
Mujeres oficialmente en activo, aunque como se reconoce de forma en el sector son más las que trabajan en el campo «y no figuran en los papeles».
En cuanto a la titularidad compartida, son muchas menos que las ATP. Al iniciarse el pasado septiembre, en la región había 121 explotaciones agrarias en las que había una mujer como cotitular. En la provincia de Badajoz 71 y en la de Cáceres, 50. Son 68 más de las que estaban registradas hace tres años.
El volumen todavía es reducido pero representa cerca del 10% del total nacional. En el conjunto de España, la titularidad compartida agrupa 1.220 explotaciones, según los datos del Ministerio de Agricultura.
Esta figura jurídica laboral sirve para que al frente de una explotación agraria figuren los dos miembros de una pareja si ambos se dedican a ella y comparten las tareas de gestión de la misma.
Marco de igualdad
Las administraciones públicas están tratando de fomentar esta opción para favorecer la igualdad entre los miembros de una pareja. Sigue siendo habitual en el sector agrario extremeño que solo uno de los integrantes, en la inmensa mayoría de los casos son los hombres, figure como titular de la explotación.
«Tenemos muchos que reivindicar» vuelve a insistir Cati García a HOY. «Solicitamos un estatuto de la mujer rural en el conjunto de España. En Castilla La Mancha ya lo tiene», concreta la presidenta de la asociación extremeña de mujeres rurales.
Ese estatuto sella, mediante una norma con rango de ley, «derechos, medidas que faciliten su empoderamiento y la participación de la mujer en órganos directivos de entidades de todo tipo». Las mujeres ya están en Extremadura en los consejos rectores de las cooperativas agrarias, donde es obligado a que estén en ese consejo el número de mujeres en proporción al de mujeres socias. Al menos el mismo número.
En la cooperativa ribereña que preside hay unos 250 socios, de los que el 20% son mujeres aproximadamente, señala García, quien incide en que no se trata solo de asegurar un porcentaje en los órganos rectores de entidades agrarias cooperativizadas.
Se trata de crear un marco social realmente de igualdad, sentencia. «Estamos preocupadas porque hay una corriente que propugna el estancamiento cuando no el retroceso de la igualdad. Corriente tanto política como sociológica», expresa García.
«Hay que ganar en concienciación en las escuelas, en las familias...en todos los ámbitos. Y, además de eso, garantizar la presencia femenina en los órganos de gestión, claro. Es todo un conjunto de acciones», concluye.
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