Los churros vienen en motocarro
Carlos Díaz se inventa una churrería ambulante que anima las fiestas y los barrios de Badajoz
a. b.
Sábado, 2 de octubre 2021, 10:20
El churro o la sutileza: esa filigrana cilíndrica de agua, harina y sal que hay que saber mezclar, amasar y freír… El churro, tradición casera y dominical: el padre saliendo temprano de casa para traer un cucurucho de finos y porras que alegran la mañana del día de fiesta… En los barrios nuevos de Cáceres, antes que las panaderías y las farmacias, se establecen las churrerías y se vive por La Porra, el Farinelli o el Ruiz y en Badajoz, desde hace año y medio, los churros se han incorporado a la moda del food truck. Chirría que un vocablo tan castizo, churro, se mezcle con otro tan extranjero: food truck. Pero así se llama ahora la comida ambulante y los churros también se han subido al carro de la modernidad logística y gastronómica.
Nunca mejor dicho lo de subirse al carro, porque es precisamente ahí, en un motocarro, donde Carlos Díaz hace y vende churros, café, chocolate, zumos naturales, perritos, tostadas y lo que se tercie. Es un Piaggio con 20 años a cuestas, que funciona como un reloj. Una obra de ingeniería lo ha convertido en una churrería-cafetería ambulante, que lo mismo entretiene a los espectadores en el cine de verano del parque de la Legión, que anima bodas, bautizos, comuniones, cumpleaños, rastrillos y cualquier fiesta privada.
El origen de este negocio sorprendente y novedoso está en la churrería aAaaa, popular establecimiento del Casco Antiguo pacense. Carmen, hermana de Carlos y alma del negocio, le da publicidad y color desde hace doce años y, asimismo, los cuatro empleados son personas con discapacidad, dando así al empeño un carácter social. La pandemia acabó con el ambiente en la Plaza Alta, hubo que reinventarse y ahí surgió la idea de este motocarro de los churros, que llega a cualquier parte, se monta en quince minutos y es todo un éxito entre niños y mayores.
«Soy un antiguo y me gustan los vehículos antiguos», confiesa entre risas Carlos. La clientela le pide perritos, cafelitos, palomitas… Vigila el empresario los entresijos de su motocarro autosuficiente: la luz, el agua, el gas y un zumo por aquí, una tostada por allá… La masa se amasa, la masa se precipita, la masa se fríe y el motocarro churrería llena de felicidad ambulante las calles de Badajoz.