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La forja de un morralero
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La forja de un morralero

Mi primer recuerdo con el morral a cuestas es feliz, a duras penas podía con él, pero era feliz

José Manuel Llerena

Viernes, 4 de abril 2025, 13:08

La forja de un buen morralero es un proceso lento y delicado no apto para cualquier herrero. Para su elaboración son necesarias varias cosas: por un lado, una buena materia prima y el empleo de las herramientas adecuadas y, por otro, y muy importante, unas manos sabias y expertas que dominen la técnica. En mi caso, aquel viejo cazador hizo buen trabajo conmigo; sus golpes en forma de consejos, broncas y recomendaciones me endurecieron bien y me convirtieron en lo que hoy soy. Me siento afortunado de haber sido forjado por tan buen maestro, pues él me hizo buen morralero y gracias a ello me convertí en un cazador de verdad. Pero no siempre es así; por desgracia, no todos los morraleros se convierten en buenos cazadores.

He visto muchos morraleros convertirse en carniceros despiadados que no respetan el campo; en furtivos sin escrúpulos que no respetan la veda, en cazadores de poca monta que salen a pasar el rato y a pegar tiros a todo lo que se mueve y en muchas cosas más que no quiero contar. Por eso digo que es complicado. Pero a mí, sin embargo, me forjaron bien y me convertí en un cazador de verdad. «Un momento», me diréis. ¿Un cazador de verdad? ¿Es que hay cazadores de mentira? Pues claro que sí. Todos los que he nombrado anteriormente y muchos más que aparentan ser cazadores y no lo son, quizás porque antes no fueron morraleros y, si lo fueron, no los forjaron adecuadamente.

¿Y cómo se identifica a un cazador de mentira? Pues mirad, no es una tarea fácil; pues se mimetizan muy bien con los de verdad y a simple vista pueden engañarte, pero el que fue forjado como morralero a fuego lento y por manos expertas los puede identificar fácilmente, pues los cazadores de mentira no saben lo que es cazar; no han sentido el frío en sus manos, no han sentido el dolor en sus piernas, ni siquiera la fatiga en su cuerpo. Ah, ¿pero es necesario sentir todo eso para ser un cazador de verdad?, me preguntaréis. ¡Claro que sí! Porque el cazador de verdad solamente caza animales salvajes y la caza de estos implica dificultad y un gran esfuerzo físico y mental. Muchos de los cazadores de mentira no están capacitados para cazar este tipo de animales, quizás por que no fueron forjados bien, no utilizaron las herramientas adecuadas o quizás porque el material que emplearon no tenía la suficiente dureza.

¿Y hay más diferencias? Claro. Hay muchas más diferencias entre ambos, pues a un cazador de verdad jamás lo verás tirar a un conejo o una liebre en la cama y, mucho menos, a una perdiz a peón. Pero además, el que ha sido buen morralero conoce el campo y sabe que es necesario respetar los cupos y dejar madre; el cazador de mentira ignora todo eso y poco le importa. Como también ignora las querencias de los animales y muchas cosas más; el cazador de mentira solo quiere tirar tiros y presumir de percha. Poco le importa que las piezas abatidas sean salvajes o criadas en cautividad, ¿Acaso Instagram pregunta eso? Los likes serán los mismos.

La forja de un buen morralero cada vez es más complicada porque escasea materia prima de calidad y cada vez hay menos manos expertas que dominen la técnica. Y eso no es lo peor, lo malo vendrá después, pues sin buenos maestros no habrá buenos morraleros y, por ende, no habrá cazadores de verdad, todos serán de mentira; la caza será una mentira.

Pero yo fui morralero de un cazador de verdad y, gracias a Dios, me forjó a su imagen y semejanza.

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