Carlos Cinta camufla las miserias del Badajoz

Sorprendió Iñaki Alonso con una revolución en el once. Chacartegui partía de extremo, con Carlos Cordero de lateral. En la medular partían Petcoff, Miguel Núñez y Sandro, con Adri Carrasco volcado a la derecha y Aketxe en la punta de lanza, tras una semana en la que Castri, Samu y Carlos Cinta han sufrido molestias físicas. Más reconocible el Montijo por la escasez de fondo de armario, con solo 15 futbolistas de la primera plantilla.

La puesta en escena fue fría, gélida, como la atmósfera que se respiraba en la grada, que ni siquiera reaccionó al 'Será porque te amo' que sonaba en megafonía. Se percibía desencanto y cierto recelo y pronto en el césped se reflejó la desconexión generalizada. El diferencial pacense estaba apagado, no fluía la corriente, sin que se encendiera la bombilla para alumbrar los ataques locales. Mientras, el Montijo, bien replegado, ordenado y aplicado, se nutría de que su rival se enredara en su propia inseguridad para desesperarse con constantes errores en entregas fáciles. Y ahí lanzaba sus latigazos el conjunto rojinegro, que en el primero provocó la amarilla de Moi García.

Miguel Núñez se quedaba como enlace de la retaguardia, mientras Petcoff se afanaba en dar movilidad y se ofrecía por cada rincón del campo, con ansiedad por demostrar y desquiciado porque recibía rezagado y de espaldas a portería.

Aketxe se abría a banda en algunas opciones para tratar de habilitar superioridades en el carril, pero sus acciones pusieron en liza más voluntad que acierto. El ariete vasco apenas entró en juego y acumuló un rosario de fueras de juego, quedándose enganchado en infinidad de ocasiones.

Invitaba el Badajoz al Montijo a salir a la presión para generar espacios, pero no caía en la trampa el equipo visitante. El Badajoz exhibía indolencia, linealidad y parsimonia en la circulación del esférico y la gente se impacientaba con los primeros pitos. Sin disparos a puerta, lo único reseñable fueron las asociaciones entre Chacartegui, el más entonado y participativo, con Sandro Toscano por el perfil zurdo. Lo más sintomático en los blanquinegros era la cantidad de opciones que morían antes de ver la luz, amagando sin ejecutar transiciones entre líneas en los desmarques de ruptura que intentaban los hombres de arriba. Previsible y plano. A diez minutos del descanso, el Montijo empezó a crecer auspiciado por la inconsistencia de su adversario. Runy y Abraham Pozo se atrevían aunque sin sacar petróleo a sus internadas.

Tras el paso por vestuarios, un cambio, Castri por Moi García, y el extremo palentino dejó su impronta desde su primera intervención, dando fluidez y llegando hasta la línea de cal para inquietar a la zaga rojinegra. Solo su presencia ya condiciona al adversario, porque la zaga visitante intensificaba las ayudas para taponar sus llegadas. Apretaban los pacenses, esta vez sí, seguían romos y sin acierto, pero se vislumbraba otro aire, aunque sin muchos alardes. Tibia mejoría que despertaba al público del letargo. Y fue precisamente en esa fase cuando el Montijo asestó un golpe certero. Contra magníficamente conducida por Alberto Salido, que se la pone en carrera a Joserra, que lo doblaba por la izquierda, y este cede hacia el corazón del área para Javi Bernal que, sin pararla, la clava en la escuadra de la meta de Narváez. Minuto 61, golazo de los rojinegros y drama en el Nuevo Vivero, que primero reacciona con protestas contra los suyos y luego con silencio sepulcral.

A partir de ahí, estertores, impulsos nerviosos, pero sin orden ni concierto, con Carlos Cinta luchando, conectando por fin un cabezazo tras un centro de Castri a quince minutos del final y pegándose una carrera de 50 metros para frenar el último servicio de un Alberto Salido fundido que completó un gran partido.

Y tenía que ser el emeritense el que rompiera el guion que irremisiblemente hacía hincar la rodilla a los locales. Oportunista y batallador, cazó un balón en el área pequeña que entró llorando en la meta de Atanes para establecer la igualada cuando el partido agonizaba.