El Cáceres entregó las armas en el Multiusos y el descenso es inminente
Después de la calamitosa segunda parte ante el Fuenlabrada, los verdinegros serán de LEB Plata este domingo si pierden en Oviedo y gana el Melilla
Se repite la historia. Quizás el nudo y el entramado del guion sean ligeramente diferentes, por el modo en que se hilvanan, pero el leit ... motiv es el mismo y jalona transversalmente todo lo que rodea al Cáceres este curso. Mentalmente es endeble, un castillo de naipes que a la primera ráfaga racheada se desmorona sin remedio. Quiere y por momentos puede, pero cuando llegan los tramos de exigencia que precisan temple, nervios de acero y cabeza fría, los verdinegros zozobran estrepitosamente. Unas veces por indecisiones, mala elección de jugadas, rebeldía respecto a las instrucciones del técnico (como en la famosa jugada final ante el Tizona) y otras porque, simplemente, la dinámica estrepitosa termina socavando la confianza incluso de tiradores experimentados a los que les tiembla el pulso.
Lo de este jueves ante el Fuenlabrada (71-96) fue otra cosa. «Ha sido el peor segundo tiempo desde que he llegado», analizaba el técnico Arturo Álvarez. El conjunto extremeño, tras el paso por vestuarios, fue una caricatura, la viva imagen de la rendición; un alma inerte y errante. Sin orgullo, coraje ni amor propio, vio cómo un rival al que había contenido en los primeros compases se aprovechaba de su fragilidad anímica para desarbolarlo por completo y mutó a un oponente dócil, sumiso y sin respuesta. La afrenta fue mayúscula, encajando parciales sonrojantes ante una afición del Multiusos maltratada en un año para el olvido. Ni siquiera una mínima deferencia hacia el respetable hizo reaccionar a los jugadores, que encajaban un golpe tras otro sin revolverse. Pusilánime y timorato, se fue difuminando y rescató viejos vicios que arrastraban por la pista el trabajo de un mes. Porque es cierto que los cacereños no han conseguido reactivarse clasificatoriamente pese al relevo en el banquillo, pero habían recuperado un carácter competitivo que les ha permitido tutear a los pesos pesados de la LEB Oro. «Es inexplicable porque el equipo estaba trabajando en una línea muy buena en defensa, pero luego parecía que no teníamos gasolina o que la motivación no era la correcta», se lamentaba el preparador asturiano, que no se restaba ni un ápice de responsabilidad, «no he conseguido motivar para que esa alegría saliera al campo; estoy decepcionado con mi trabajo».
Quizás es un consuelo insuficiente, pero teniendo en cuenta que el descenso acecha cada vez de manera más perentoria y amenazante, lo único que le resta al Cáceres es resistirse con uñas y dientes a su destino inevitable aferrándose a las pocas combinaciones que le avalan. Eso y conservar su honor evitando secuencias como la protagonizada ante el Fuenlabrada.
La debacle se gestó con los chispazos de un Jordan Swing con la muñeca caliente que enchufó tres triples consecutivos y fundió los plomos del Cáceres que, a partir de ahí, fue un juguete en manos de los madrileños. En ataque, Nuga perdió clarividencia y se le bajaba la persiana en las penetraciones, los altos no eran capaces de intimidar y ser decisivos, pero el gran apagón llegó en el otro lado de la pista. «La pájara, la falta de piernas o de actitud fue en la parte defensiva, hemos parecido por momentos un equipo de colegio jugando a un 'all star' de 100 puntos». Visiblemente afectado, frustrado más que enfadado, insistía en una vertiente de contención que condenó irremediablemente a un final de partido impropio de la entidad de su roster. «Ha sido desastroso a partir del minuto 33, encajando 55 puntos y dando facilidades, no dejándonos la piel, hoy no fuimos al suelo, no saltamos dos veces».
No buscó excusas, incluso tuvo una muleta en la que apoyarse cuando se le preguntó por si el desgaste físico acumulado tras una semana de competición muy dura podía haber pasado factura. Justificó que jugadores como Pablo Rodrigo, Dani Rodríguez, Pau Carreño y Hamilton redujeron su carga en los entrenamientos para dosificarlos y poder estar a tope de cara a los siguientes compromisos. «No es una disculpa, todos hemos estado al mismo nivel de combustible de jugar dos o tres partidos por semana». Sobre el sobreesfuerzo ante el San Pablo Burgos, tampoco quiso darle más pábulo, «que hemos hecho dos prórrogas con un equipo importante de la liga, sí, que lo hemos pagado, no lo sé, puede ser, pero en la primera parte hemos competido bien».
Recuperar la identidad
Ahora todos sus desvelos se centran en dejar atrás esa versión nefasta y recuperar la identidad perdida y para ello confía en que «sea un lapsus de una parte del encuentro y que en Oviedo seamos el Cáceres que jugamos hasta el final por ganar». No le queda otra, porque las opciones de permanencia se reducen al mínimo, hasta tal punto que en caso de derrota el domingo ante el Oviedo (12.00 horas) y triunfo del Melilla en la cancha del Tizona Burgos (17.00) la caída a LEB Plata sería oficial. «Es difícil mantener el mensaje de que matemáticamente no estamos en otra categoría, pero debemos hacerlo». Y trató de lanzar un mensaje a sus seguidores en un momento de máximo desencanto, «la afición debe perdonarnos por la bajada de brazos». La manera de lograr el indulto de la grada es encomendarse a los dos retos que les quedan de aquí a que finalice la campaña, «tenemos dos partidos en casa para dar la talla y dos fuera con un reto importantísimo de ganar después de un año sin hacerlo».
Arturo Álvarez mira de reojo a la enfermería porque Dani Rodríguez y Hansel Atencia deberán someterse a pruebas, el primero por una contusión en la cadera y el segundo podría tener una fractura en las costillas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión