Los atractivos de Argelia
Memorias. El cacereño Julio César Galán publica en la Editora Regional Nomadeo argelino y otros exilios
Manuel Pecellín
Sábado, 25 de octubre 2025, 02:00
Desde Los tratos de Argel y Los baños de Argel, comedias cervantinas con fuerte carga autobiográfica, o Los cautivos de Argel compuesta por Lope, hasta los poemas de Leopardi y Baudelaire o los ensayos contemporáneos de A. Gide, A. Camus, Max Aub y tantos otros grandes de las letras aquí evocados, el nombre de la antiquísima ciudad norteafricana aparece una y otra vez en la literatura.
Allí pasó dos cursos (2010-2012), con alguna interrupción (viaje a Italia), ejerciendo la docencia en su Universidad cono lector de Español y el Instituto Cervantes, el escritor Julio César Galán (Cáceres, 1978), que hoy enseña en la UEx. Autor de una obra plagada de títulos, ocasionalmente bajo heterónimos (Luis Yarza, Pablo Gaudet, Jimena Alba), Galán demuestra sus enormes cualidades para la creación en distintos géneros: poemarios, sobre todo, pero también ensayos e incluso dramaturgia. Ejerce igualmente como crítico para diferentes medios.
Esa pasió por el lenguaje impregna las páginas todas (casi 300) de este libro, las memorias de su estancia en Argel, enriquecidas con numerosos periplos por otras ciudades, pueblos, aldeas, oasis y desiertos argelinos. Son los 'nomadeos' referidos por un autor que, paulatinamente, va sintiéndose allí menos exiliado, más a gusto con paisajes y personajes que a menudo le recuerdan su infancia pueblerina. Nunca parece perder lo que dejó atrás, una España en profunda crisis (evocaciones constantes a los 'indignados' del 11-M, la corrupción, el clientelismo partidista, las castas recompuestas), a la que, no obstante, sabe se reintegrará pronto. Son muchas las raíces que aquí mantiene, algunas incrementadas por reciente matrimonio.
Julio César Galán
Nomadeo argelino y otros exilios.
Mérida, ERE, 2025
De aquel bienio guarda el autor un 'diario íntimo y apócrifo', donde fue recogiendo sus vivencias más hondamente sentidas, junto con las evocaciones que le sugerían; además, el 'cuaderno de versiones', las de poemas y proverbios árabes, sabrosísimos, por él vertidos al castellano. Son materiales que le sirven para completar este extraordinario texto con los aportes que la memoria, tres lustros después, le suministra. Lo estructura de modo fragmentario, en forma de teselas que no necesariamente guardan entre sí relación temática o cronológica, pero construidas en prosa admirable, repleta de imágenes bellísimas (no pocas veces, al borde del surrealismo). Con frecuencia, se desnuda ante el lector recordando distopías de una juventud llevada con escasos frenos. La progresiva madurez, la lectura constante y algún contratiempo de salud (cáncer) irán imponiéndoselos.
Los paseos por las viejas casbahs laberínticas, cuyo encanto contrapone a los bulevares tipo francés; las visitas a mausoleos islámicos; alcazabas y medinas airosas humildes aldeas cuasi medievales; cuevas con petroglifos y dibujos prehistóricos o los muy abundantes restos romanos; la participación en comidas, bailes, desposorios … de los tuaregs (memoria del increíble Charles de Foucauld); la cálida compañía de amigos españoles y argelinos… se describen de modo admirable.
Galán se sirve de registros expresivos múltiples: el soliloquio o diálogo interior, el relato del narrador omnisciente, las cadencias coloquiales, las interpelaciones directas a personas y hasta monumentos, juegos lingüísticos…, alcanzando siempre una prosa magnífica.
«Los tirabuzones de los hipocampos enjoyan nuestros recuerdos y el burbujeo son los globitos flotantes en nuestras pupilas: el sueño de los ahogados, de los náufragos y de los supervivientes en el eterno retorno del salitre» (pág. 246). Sirva como muestra de estilo para describir la carretera de la costa, al noreste de Montaganem, hacia el Cap Ivi, uno de los muchos 'nomadeos' a los que Galán nos invita con su pluma. Nos conducirán con idéntica magia por los rincones de Argel, donde las pinzas del tiempo funden lo bizantino, bereber, otomano, árabe, nazarí, francés … con sorprendente blancura y belleza.