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Domingo, 4 de marzo 2018
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La baja de El Juli, pilar maestro sobre el que se sostenía la estructura de los carteles de Olivenza, y las complicadas combinaciones que conllevaban sus sustituciones, convirtieron el último festejo del ciclo oliventino en un mano a mano entre dos matadores que ya habían salido a hombros por la puerta grande del coso abaluartado esta misma feria. Si a esta extraña circunstancia sumamos que una de las ganaderías ya fue lidiada el sábado, que otra ha sido lidiada sin éxito en demasiadas ferias recientes y que la tercera y más esperada no es garantía de lucimiento, la media entrada que lucían los tendidos estaba más que justificada.
A pesar de todos los prejuicios, el primero de los zalduendos, que correspondió a Antonio Ferrera, salió al ruedo bien presentado y con un empuje que no se le conocía a la familia. Lo cuidó el de Villafranco en el capote antes de ser abroncado por el público por ceder los garapullos a su cuadrilla en el tercio de banderillas. Dos tandas de naturales, intercaladas con una de derechazos fueron lo más destacado de una faena con la muleta en la que el de Zalduendo perdió las manos en un par de ocasiones. El toro entregaba medias embestidas y permitía muletazos a cuentagotas, antes de que Ferrera acortara las distancias y acabara la faena lidiándolo muy por abajo. Un pinchazo, un metisaca y un aviso merecieron el silencio de la grada, una vez que el toro dobló.
Con el tercero, un ejemplar de Victorino muy aplaudido por el público al irrumpir en el ruedo, Antonio Ferrera se jugó literalmente la vida. Tras administrarle una revolera invertida y llevarse otra bronca por no banderillearlo, comenzó la faena de muleta brindando al cielo su muerte en recuerdo de Victorino Martín Andrés. Desde el primer intento de muletazo se comprobó que no había posibilidad alguna de triunfo, pero lo que se pudo ver instantes después es que su lidia estuvo a punto de acabar en tragedia. Los continuos parones ante la chaquetilla del traje de luces de Ferrera no fueron a más porque el de Villafranco es el mayor especialista en la lidia de toros con la A coronada herrada y porque la suerte también juega un papel muy importante cuando un toro y un torero se fajan en un combate sobre el albero. No hubo forma de torearlo y no hubo forma de matarlo. Hasta ocho pinchazos, media estocada y un descabello necesitó Ferrera para pasaportarlo al desolladero, camino del cual fue aplaudió de forma incomprensible por el público asistente.
Todas las esperanzas de Ferrera por levantar la tarde se centraron en el quinto de Domingo Hernández, teniendo en cuenta el buen sabor de boca que dejaron sus hermanos el sábado. Sin embargo, tras brindar su muerte al hijo del ganadero, protagonizó una de las imágenes más curiosas de la feria. Comenzó a torearlo con la muleta con la mirada fija en el ruedo a medida que se llevaba el toro a los medios, cuando tropezó y quedó a merced del animal. En ese momento toda la plaza se puso en lo peor, pero el de Villafranco tiró de recursos, se puso de rodillas y administró genuflexo una tanda de naturales al de Domingo Hernández con la que encandiló al público. En la línea de su último toro de Victoriano del Río por la mañana, Ferrera se hartó de darle pases sin sustancia a su oponente, al mismo ritmo que este pasaba por la muleta sin transmisión ninguna.
Un espadazo y dos descabellos le valieron la recompensa de unas palmas del público.
Toros Dos toros de Zalduendo (1º y 6º) bien presentados pero de nulo juego. Un toro de Garcigrande (2º) noble, manejable pero soso. Dos toros de Victorino, una alimaña el 3º e insustancial el 4º. Un toro de Domingo Hernández, 5º noble pero sin transmisión alguna.
Toreros Antonio Ferrera, silencio, saludos y palmas. Ginés Marín, oreja, palmas y silencio.
Plaza Quinto y último festejo de la feria de Olivenza. Media entrada en tarde fría en la que cayeron algunos chubascos. Se guardó un minuto de silencio en memoria de los ganaderos Domingo Hernández y Victorino Martín Andrés.
Ginés Marín, rotundo triunfador de la tarde del sábado junto a Miguel Ángel Perera y Alejandro Talavante se enfrentaba en el segundo de la vespertina del domingo con un ejemplar de Garcigrande al que recibió con una larga cambiada de rodillas en el tercio antes de administrarle una buen puñado de verónicas que luego mejoraría en el quite tras el caballo.
La faena de muleta comenzó con unos estatuarios culminados con un pase del desprecio que sirvieron de precedente a varios naturales, un pase por la espalda y un intento frustrado de pase en redondo. Un cierre por manoletinas y una buena estocada le valieron la única oreja de la tarde.
El victorino que le tocó en suerte a Ginés salió en cuarto lugar a la plaza y fue menos victorino que su hermano de encierro. Por no ser, no fue ni alimaña. Pese a no colaborar en absoluto, permitió comprobar que en Ginés Marín hay un gran lidiador en potencia. Se fajó el oliventino por abajo con el vecino de las Tiesas de Santa María hasta comprobar que no había ocasión alguna de lucimiento. La lluvia, que no quiso faltar a la despedida de la feria, fue testigo de los dos pinchazos, un aviso, una estocada y cuatro descabellos con los que acabó con su enemigo.
Las esperanzas de que el sexto de Zalduendo arreglaran la tarde eran las mismas que tenían el viernes los asistentes a la feria de que no fuera a llover durante el fin de semana. Bien presentado, solo colaboró en el tercio de banderillas, permitiendo que se desmonteraran Fini y Manuel Izquierdo tras su actuación.
En la muleta salió suelto en la mitad de los encuentros y evidenció una alarmante falta de recorrido en la otra mitad. Media estocada algo tendida bastó para que doblara y permitiera que Ginés se llevara las últimas palmas de la feria.
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