Emilio de Justo, profeta en su tierra en la primera corrida de la Feria de Cáceres

Una corrida en la que el juego de los desrazados toros de Domingo Hernández impidió un mayor triunfo de la terna actuante.

El diestro sevillano José Antonio Morante de la Puebla, que hacía su primera actuación tras la obra de arte realizada esta semana en Las Ventas, no tuvo premio por los aceros en su primer toro, un animal sin transmisión y al que nada pudo hacerle con el capote al frenarse el animal. El diestro andaluz estuvo con mucha voluntad y muy firme, logrando, dentro de su corta faena, una tanda extraordinaria de muletazos por el pitón derecho en un palmo de terreno donde engarzó cuatro muletazos y un pase de pecho de cartel de toros.

A su segundo oponente, Morante le recibió con una serie de chicuelinas al paso rematadas con una excepcional media verónica. Inició la faena de muleta sentado en el estribo toreando por alto, lo que hacía presagiar una feana importante, pero todo se vino a bajo ante la falta casta, raza y sosería del animal. Ante ello, el diestro estuvo voluntarioso dando muletazos sueltos sin llegar a calar en los tendidos. Una tanda con la muleta en la mano izquierda toreando al natural muy cuajada le valió para calentar al público y que, después de un pinchazo y una estocada, una mayoría no amplía de los asistentes pidiera la oreja, concedida de manera benévola por la presidencia.

El diestro natural de Torrejoncillo, Emilio de Justo, y que tiene como lugar de entrenamiento la plaza de toros de la Era de los Mártires, como es conocido el coso cacereño, cuajó una tarde de entrega. A su primero lo recibió con una serie de verónicas de buen trazo. Con ese toro se desmonteró tras dos buenos pares de banderillas su peón Abraham Neiro. Con la muleta estuvo voluntarioso ante un toro que se rajó y apenas le dio opciones. Su labor fue ovacionada. Con su segundo toro, el quinto de lidia ordinaria, un toro con movilidad pero que pronto 'cantó la gallina' y mostró su mansedumbre, Emilo de Justo supo sacar la faea llevándolo cosido a la franela de la muleta, lo que le valió para cambiar de humor a los tendidos con un toro de grandes pitones, muy relajado y de pellizco, rematados con pases de pecho de pitón a rabo. Mató de pinchazo y estocada en lo alto, que levantó el delirio en los tendidos que pidieron con fuerza las dos orejas y que, en esta ocasión con justicia, concedió el presidente.

Por su parte, el diestro también sevillano Juan Ortega estuvo voluntarioso en sus dos toros, aunque poco colaboraron en su lucimiento. En su primer toro, alguna tanda suelta de muletazos limpios. Al segundo sí le recibió con el capote con una serie de verónicas muy lentas de mano baja rematada con una media verónica extraordinaria. Ortega estuvo muy por encima del animal, que brindó al público, que estuvo poco colaborador y cabeceando mucho en su embestida y desluciendo los multezaso del sevillano. Pinchó en dos ocasiones y en la tercera acertó y fue silenciado.

En resumen, Emilio de Justo fue profeta en su tierra en una corrida de toros donde hubo muchísima calor, pero donde el público disfrutó de los tres toreros actuantes.