Luis Landero: «Un narrador no es el que piensa mucho, sino el que observa mucho»
Luis Landero | Escritor ·
En 'Lluvia fina', su nueva novela, cuenta la historia de tres hermanos huérfanos de padre atormentados por el pasadoA Luis Landero (Alburquerque, 1948) le entusiasma el paisaje humano. Ver como la gente se relaciona, se comunica, se enfada... Va almacenando imágenes que en reposo bullen. Ahora, explica, la gente vive atropellada porque las redes sociales hace que opinemos mucho y pensemos poco. 'Lluvia fina' pone título a su última novela. Un relato doloroso de tres hermanos atrapados en una tela de araña llena de recuerdos infantiles.
-En 'Lluvia fina' tiene mucho peso la infancia de los protagonistas.
-La infancia, con todo lo que supone, es la que puede determinar el futuro de los hijos. Es cuando se forja el carácter. Los filósofos griegos decían y luego se ha repetido mucho, que el carácter es el destino. Todo esto se ve en la infancia. El carácter se corrige de niño. Salimos casi hechos. Rilke dijo que la infancia es la patria del hombre. La adolescencia es una prolongación de la infancia y también resulta fundamental. De la adolescencia en adelante ya estamos definidos.
-Disfrutamos buscando tesoros enterrados en el pasado.
-El pasado tiene mucho de invención. Acumulamos recuerdos muy subjetivos, incluso falsos. Recordamos como verdaderos hechos que hemos imaginado o que hemos soñado. Incluso anécdotas de otros las hacemos propias con el paso del tiempo. De alguna manera, nuestro pasado está hecho a nuestra medida. Por eso digo que es muy subjetivo. Si alguien sufre una pequeña afrenta de niño porque su padre o su maestro lo miró con desdén o se veía menos apreciado que sus hermanos o sus compañeros, esto puede quedar como una herida que no cicatriza. Con el tiempo se va agrandando. La imaginación va enriqueciendo ese agravio y puede llegar a ser un verdadero trauma. Insisto, en el pasado hay mucho de invención.
-Más allá de las invenciones, la huella psicológica en Gabriel, Andrea o Sonia resulta manifiesta.
-Yo soy narrador, no psicólogo. Me muevo con elementos concretos. Personajes, acción, espacio, tiempo... Son cuestiones que arman una novela. En el lenguaje abstracto me muevo muy mal. Un narrador no es el que piensa mucho, es el que observa mucho. Cuando uno sabe observar el mundo se convierte en algo muy elocuente. No soy un intelectual que se mueva con ideas. Pongo todo mi interés en el mundo concreto. No tengo grandes explicaciones para el fondo psicológico de mis historias.
-La ambigüedad nos desconcierta. Pone usted al lector en un dilema permanente. Hay distintas versiones para ver a un personaje como víctima o verdugo.
-No busco intencionadamente personajes poco definidos. Yo creo que la verdad es poliédrica. Ya decía Machado que todo depende del cristal con el que se mire. Cada personaje tiene su verdad. Y de ahí surgen discusiones sobre algo que ocurrió en el pasado y que no todos lo vieron igual. Aurora, por ejemplo, ejerce de depositaria de todas las verdades parciales de los implicados, pero no llega a la verdad absoluta. No existe. Existen verdades parciales. La vida es ambigua y las relaciones humanas mucho más.
«No soy un intelectual que se mueva con ideas. Pongo todo mi interés en el mundo concreto»
-Nos sentimos muy cómodos ejerciendo el papel de víctimas. Achacando a los demás nuestra fatalidad.
-Eso es muy humano. A la gente le gusta sentirse víctima y convertir de paso al otro en verdugo. Es un arma que se utiliza muy a menudo en las relaciones sociales. No hay nada mejor que convertirte en víctima para desarmar al adversario.
Ruido mediático
-Cuesta encontrar confidentes tan leales como Aurora. Alumbra entre tanta oscuridad.
-En una sociedad tan narcisista y exhibicionista, destacan las personas humildes que no se dan ninguna importancia. Vivimos entre mucho ruido mediático, escasea el silencio. Aurora se convierte en víctima porque sabe escuchar. Es un personaje capaz de perdonar a los demás. Cuesta mucho encontrar gente como ella.
-En esta novela también asoman muchos secretos y mentiras. Vemos que la sinceridad llevada al fanatismo puede acarrear la destrucción.
-En la vida real muchos van de farol, pero el tiempo te pone en tu sitio. Uno sale a la calle a gustar a los demás. Ofrece su mejor versión, pero en la intimidad aparece la trastienda. Todos arrastramos sombras y miserias. Desconfío de los que presumen de sinceridad. Eso de 'voy a serte sincero' me parece una impostura. No me lo creo. No hay que ser siempre sincero. Hay límites morales. Debemos censurar la mentira dañina o sucia, pero hay mentiras comprensibles y todos mentimos varias veces a lo largo del día. No tienen mayor importancia y sirven para convivir. Hay un mundo interior que cada cual debe preservar y que los demás no deben intentar conocer. Nos irá mejor con la trastienda siempre a salvo.