La lluvia condiciona a la Esperanza en Cáceres

«No nos podemos arriesgar. Así no». Era el mensaje que lanzaban los miembros de la Cofradía de los Ramos cuando todo era incertidumbre alrededor de una de las grandes citas de la Semana Santa. La procesión de la Esperanza llegó a iniciarse. Lo hizo con 20 minutos de retraso y con una ligera llovizna que antes de las 21.30 horas no se consideraba amenazante. Sin embargo, la prudencia se impuso. Con San Juan y sus alrededores repletos de público y a la espera de ver los pasos de la Virgen de la Esperanza y el Cristo de la Buena Muerte, que data del siglo XVIII, las imágenes continuaron en el interior del templo. Y se quedaron allí.

Estaba todo previsto para otra jornada de celebración, la antesala de los grandes momentos de la Semana Santa cacereña tras la respuesta, también con lluvia, el lunes; y el martes con temperaturas por debajo de lo esperado. El presidente de la hermandad tomó la palabra hacia las diez menos cuarto de la noche para hacer el anuncio que nadie hubiese querido escuchar. «Sigue apretando, tenemos que ser responsables. Vamos a suspender la procesión. No queremos que suceda nada».

La imagen del Cristo fue retirada para llevarla hasta la puerta y que los fieles recibiesen su oración. En una ceremonia muy diferente a las tres horas de desfile que estaban previstas se repetiría la acción con el paso de la Esperanza. «La Policía Nacional interpretará su himno», se avanzó en el interior de San Juan mientras cientos de personas se mantenían a la expectativa en la confluencia de Pintores y San Pedro.

El Miércoles Santo, de esta forma, no pudo lucir por la lluvia. Iba a ser uno de los desfiles de mayor esplendor y seguimiento de estos días con el estreno de la marcha 'Flor del alma mía', del cacereño Manuel Sellers, el coro rociero, la 'petalá' desde un balcón y la nueva base del Cristo de la Buena Muerte.

El punto de partida y llegada previsto era la parroquia de San Juan, con la plaza atestada de personas que no quisieron perderse los detalles. Lo que no esperaban es que la jornada terminase así, con la lluvia condicionándolo todo y finalmente impidiendo que los dos pasos completasen el recorrido.

Desde muchas horas antes los movimientos fueron intensos en los Ramos para que todo saliera perfecto, con el Cristo de la Buena Muerte sobre las andas del maestro Santiago Porras. La imagen había sido ataviada con una toalla de lino del pasado siglo con vainicas y flecos, detalló la hermandad. El ceñidor era una soga de esparto «con los tres nudos monacales de pobreza, castidad y obediencia».

Se destacaba el embellecimiento de la imagen con brezo, hiedra o iris. A pocos metros, la Virgen de la Esperanza, con sus flores blancas y luciendo para el gran día sin dejar nada al azar por parte de Sandra García, su camarera, y su equipo de colaboradoras. La cofradía destacó el papel de su cantera, con «nuestros hermanos más jóvenes siempre trabajando con ilusión y en fraternidad», señalaba. Algunos de ellos fueron la imagen de la noche, la más triste, con lágrimas en los ojos, sin consuelo posible. Sin la Esperanza y el Cristo en las calles de Cáceres.

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