Dos décadas de una Plaza Mayor de Cáceres libre de botellón
La Ley de Ocio y Convivencia erradicó en 2003 una práctica hoy impensable que recuerda toda una generación de cacereños
¿Quién inventó el botellón? Si uno lanza esta pregunta a bocajarro a la bola de cristal de Google ésta devuelve esta respuesta: «Dice la ... leyenda urbana que Cáceres inventó el botellón, esa costumbre de beber en grupo y al aire libre combinados o calimocho, cuyas botellas antes han sido adquiridas y transportadas por los propios participantes». Probablemente sea imposible confirmar si esta capital del oeste español tiene el dudoso honor de haber instaurado esa afición ibérica de alcohol y socialización que se extiende hasta nuestros días. Lo que está fuera de duda es que el botellón marcó una época a la que puso fin la llegada de la Ley de Ocio y Convivencia de 2003, que prohibió la celebración de esta práctica en toda Extremadura. Desde aquel momento solo en el Womad se da manga ancha y vuelven a reproducirse escenas de jóvenes arremolinados en torno a botellas, algo que genera toneladas de suciedad y mucha controversia.
Desde finales de los años 80, coincidiendo con fenómenos como el de la movida madrileña ( y su pequeña réplica local) sitios como La Madrila y la Plaza Mayor se fueron llenando de jóvenes, lo que generó una avalancha de ruidos, orines y numerosas quejas vecinales.
A Santos Parra, concejal de Personal y Seguridad desde 1999 hasta 2007 durante parte de la alcaldía del popular José María Saponi, le tocó desalojar la Plaza. «Fue difícil quitar de ahí a tantos jóvenes, porque ellos estaban acostumbrados», relata Parra recordando ese momento. «Era un sitio de reunión para ellos, tampoco hacían nada malo, pero se juntaban entre 4.000 y 5.000 personas y molestaban mucho a los vecinos, eso había que erradicarlo de alguna manera porque allí no dormía nadie». Él mismo, que acudía a esta zona para recoger a sus hijos, considera que lo que se buscaba principalmente allí era la expansión. «Se bebía principalmente calimocho, no mucho más», señala el edil.
La puesta en marcha de la Ley de Ocio y Convivencia de la Junta requirió la implicación directa por parte de la Policía Local, que tuvo que llevar a cabo una minuciosa tarea de información a los jóvenes que el jueves 27 de marzo de 2003 pretendían, como una jornada más, ponerse a beber en la Plaza, junto al que está considerado como uno de los recintos históricos mejor conservados de Europa.
«No hacían nada malo, pero se juntaban 4.000 o 5.000 personas todos los fines de semana y molestaban, había que erradicarlo»
Santos Parra
Concejal de Seguridad de 1999 a 2007
Las multas, un mínimo de 300 euros, trataban de disuadir. Santos Parra es muy consciente de que no servía solo con ser punitivos, sino que había que dar alternativas. «Abrimos un concurso para organizar conciertos en el hípico». El recinto ferial se convirtió en el único espacio de la ciudad en el que estaba permitido consumir alcohol en la calle. «Al quitar el botellón de la Plaza se empezaron a buscar sitios alternativos: el Paseo Alto, el Olivar de los Frailes, los parques y jardines, entonces uno no sabía qué era peor, si quitar el botellón o mandarlo a otro sitio, en ese momento se incrementaron las denuncias, fue una época muy difícil, había que estar toda la noche patrullando».
La Plaza Mayor vivió una particular transición desde el fin del botellón hasta el momento actual, en el que el turismo y las terrazas han hecho que esté de nuevo transitada. ¿Baja el cacereño de distintas zonas de la ciudad a la Plaza Mayor habitualmente? Emilio Rey, que gestiona el restaurante 'El Pato Blanco' dice que en determinadas épocas la zona está «muerta». No dice que el botellón le agradara, pero sí que «eran otros tiempos, había aparcamientos en la Plaza, la gente bajaba más y se mantenían los negocios». Dice que la juventud se divertía y que había una gran presencia de universitarios que venían a Cáceres atraídos por el ambiente. «Ahora la mayoría de los jóvenes elige otras ciudades para estudiar, y los pisos que se podían alquilar se han convertido en apartamentos turísticos».
«Sabíamos cuáles eran nuestros límites y gestionábamos nuestra responsabilidad»
María José Galán
Vivió el botellón
Los protagonistas de aquellos botellones míticos tienen ahora una franja de edad que abarca de los cuarenta (o casi) a los cincuenta y pocos. Son fundamentalmente miembros de la generación X y millenials. «Para mí era guay», describe María José Galán, que ahora tiene 46 años. «En el 92, cuando empecé el instituto, cuando empezábamos a salir íbamos de botellón, primero al parque del Príncipe y luego a la Plaza Mayor, en verano al Paseo Alto, nos socializábamos y compartíamos el ocio, te encontrabas con mucha gente y no implicaba por sistema una borrachera, el que no quería no bebía, para mí fueron unos años muy importantes, era una forma de relacionarnos que estaba aceptada por nuestros padres porque ellos sabían que estábamos allí», prosigue Galán. «Sabíamos cuáles eran nuestros límites y gestionábamos nuestra autorresponsabilidad».
Jesús, nacido en 1972, explica que él fue uno de los que inició el botellón en Cáceres. «En esos momentos lo llamábamos ir a tomar unas botellas». San Jorge o el Paseo Alto fueron los primeros espacios de esta práctica «Hasta que en dos años estalló en la Plaza», menciona este hombre, que ensalza ese momento de juventud y libertad. «Por 500 pesetas te tomabas tres o cuatro copas, luego te ibas de bares y terminabas en La Madrila», dice con nostalgia porque cree que después de aquello la ciudad se murió un poco.
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