Adiós a Offipapel, la tienda donde compraron bolis tres generaciones de cacereños
Carlos Boticario cerrará a finales de 2025 una papelería que lleva 38 años en Gil Cordero y es uno de los negocios más antiguos de esta avenida
En poco menos de quince minutos por la papelería Offipapel pasan tres personas. Dos buscan agendas y otra se lleva unos cuadernos. Todos son ... atendidos con familiaridad y buen trato por Carlos Boticario, papelero, como le gusta llamarse, desde que hace 47 años empezara como comercial en un sector de objetos imprescindibles. A Carlos le quedan menos de dos meses para echar el cierre a una papelería con 38 años de vida que forma parte del paisaje de la céntrica avenida de Gil Cordero. Dice que junto al bar Vivaldi, que supera ya los 40 años, es el más negocio más veterano. «Por aquí hemos visto pasar todo tipo de negocios, abrir, cerrar...», relata con un viso de nostalgia.
El comercio en Cáceres está difícil, señala, pero el se va por una jubilación que ha retrasado. «Tengo 68 años y cuatro meses, pero he esperado a mi mujer y así ya estaremos jubilados los dos», cuenta junto a un mostrador que ha escuchado infinidad de conversaciones, porque no todo ha sido vender papelería y regalos. «Aquí se ha hablado de fútbol, de política, de cultura, de hombres, de mujeres, un poco de todo», reconoce. Los años de atender cara a cara a tanta gente le han aportado mucha psicología. «En esta zona la gente se ha ido haciendo un poco mayor, no solamente eres el papelero, eres un amigo y solucionas problemas, eso me gusta, yo vengo feliz a trabajar y eso es una suerte». Offipapel tuvo una réplica en la avenida Virgen de la Montaña, una tienda que Carlos montó a sus hijos y que duró varios años en la avenida más céntrica de la ciudad.
Carlos, que en su vida laboral ha atendido a al menos tres generaciones de cacereños que ha ido allí a comprar su material escolar, creativo y de oficina, reconoce que a lo largo de este tiempo ha luchado contra muchos elementos, desde la irrupción de las grandes superficies a los bazares chinos y, más recientemente, Internet. «Tras la pandemia se produjo un cambio enorme», señala. «Se empezó a comprar muchísimo por Internet». Pero como todas las sombras tienen también sus luces él observó durante ese periodo cómo el tiempo en blanco y sin salir de casa hizo que mucha gente se aficionara a la pintura, lo cual a él le vino bien. «Muchos jubilados se dedican a pintar».
«Además de vender papelería aquí se ha hablado de fútbol, de política, de cultura, un poco de todo»
Carlos Boticario
Papelero
Su táctica para sobrevivir ha sido «traer cosas un poco diferentes». En su escaparate, en donde ahora luce un gran cartel en el que anuncia, entre admiraciones, que se jubila y que hay ofertas, hay una gran cantidad de artículos de regalos, mochilas, maletines y material técnico que llama la atención. «Eso quizás ha hecho que pueda durar en el sector». En los últimos años, observa, han cerrado papelerías como Márquez en la calle San Antón, que no ha vuelto a abrirse. «Han cerrado tres o cuatro más», señala.
Colegios concertados
Arremete contra la venta de artículos de papelería de los colegios concertados. «Ese tanto por ciento que les da el Estado también lo pagamos los papeleros, y en lugar de dedicarse a la docencia, durante un mes y medio venden todos los libros, venden las agendas, los uniformes y la ropa de deporte». Bajo su punto de vista esa actividad ha perjudicado a muchos sectores del comercio. «Muchas tiendas a principio de curso hacían su cajita y podían sobrevivir unos meses, a los papeleros y a los libreros nos pasaba lo mismo, y ahora ya no tenemos principio de curso, no vendemos absolutamente nada, sino como un día normal, y eso no es lógico, nos destroza», destaca. «Así es imposible que subsista el comercio». El negocio no se traspasa, y ninguno de sus tres hijos va a dedicarse a ello.
Recordar con Carlos la evolución de los artículos de papelería es rememorar un poco de la historia reciente de España y constatar la sofisticación del mundo. «Mis inicios fueron vendiendo en un almacén de aquí de Cáceres, hacía Cáceres, Badajoz y Salamanca, entonces había sota, caballo y rey, por ejemplo las carpetas, que ahora vienen con dibujos y clasificadores no existían». Las agendas no llevaban tantos mensajes y los bolígrafos eran los básicos. «Solamente existía el Jotter de Parker y el de Inoxcrom, que era un plagio». Los famosos Pilot tan extendidos ahora no existían hace cuatro décadas. «No había rotuladores en condiciones, ni las cajas de pintura que hay ahora».
Tampoco existían las mochilas como las conocemos en la actualidad. «Eran carteras como las de los ejecutivos pero de cuero o de cartón». En los años 80 triunfó el Replay, que era un bolígrafo cuya tinta se podía borrar y las gomas de nata de Milán.
¿Cómo ve su futuro más inmediato Carlos? Va a viajar todo lo que no le ha permitido su horario comercial, en el que ha trabajado mañana y tarde y prácticamente todos los sábados del año. Además, como es gourmet, también piensa acompañar sus largos periplos con picoteo donde le pille. Pero todavía quedan dos meses para que llegue ese momento. Mientras tanto, y mientras liquida, continuará gozando del olor de papel y tinta y del contacto con su fiel clientela a la que dedica piropos y un poco de charleta.
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