Tres mujeres del club Olimpo de Zafra confirman en la Audiencia el «infierno» que vivieron
La Audiencia juzga a la responsable del local, a su hija y al camarero por obligarlas a ejercer la prostitución y quitarles el dinero que ganaban
«¿Usted cree que alguien va a querer hacer eso?». Esa fue la pregunta con la que respondió al fiscal una de las tres chicas ... que testificaron este miércoles en la Audiencia contra la responsable del club Olimpo de Zafra, un local que fue investigado en 2019 por obligar a ejercer la prostitución a tres mujeres marroquíes.
La causa se abrió cuando las supuestas víctimas se desplazaron a Badajoz para denunciar ante la Policía Nacional que los responsables de ese local las obligaban a ejercer la prostitución e incluso las habían golpeado.
Posteriormente fue instruida en los juzgados de Zafra y tres años después la responsable de ese negocio, su hija y un camarero se sientan en banquillo. «Yo trabajaba de lunes a domingo, me daban de comer una sola vez, tenía que practicar sexo sin protección si el cliente lo solicitaba y si lo pedía tenía que consumir cocaína», aseguró una de las acusadas.
Su testimonio coincidía con el de las otras dos mujeres. Una declaró por videoconferencia, la segunda lo hizo en sala y la tercera expresó al tribunal el temor que sentía tras haber sido amenazada. «He tenido que cambiar de piso constantemente, yo no quiero nada de esas personas, no quiero ni quedarme en España», dijo presa de los nervios.
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Su testimonio fue el más duro. Contó que llegó a España en enero de 2018 para la campaña de la fresa en Huelva y después de trabajar 15 días fue a Madrid a buscar otro trabajo. Allí, en la cafetería de la estación, conoció a la responsable de esta sala de fiestas situada entre Zafra y Puebla de Sancho Pérez. Según cuenta, no sabía hablar español y esa mujer le ayudó a pagar la consumición y le ofreció un trabajo de limpiadora en Zafra.
Pero ese empleo terminó convirtiéndose en un trabajo como mujer de alterne en el que se quedó embarazada. «Estando embarazada me obligó a seguir trabajando, incluso me dieron la pastilla para abortar», dijo entre lágrimas la joven, que debe rondar ahora los 30 años.
«Trabajaba de lunes a domingo, me daban de comer una sola vez y tenía que practicar sexo sin protección si lo pedían»
Finalmente se marchó a Alemania, donde dio a luz a su hija, pero terminó regresando al club. «Cuando estaba en Alemania con mi hija pequeña me llamó y me dijo que si no volvía difundiría un vídeo mío, yo vi ese vídeo. Me sentía amenazada y ahora tengo mucho miedo, llevo cuatro años sin ir a Marruecos a ver a mis hijos y cambio constantemente de piso».
Fue a la vuelta de Alemania cuando ella y otras dos mujeres que trabajaban en el local hablaron de lo que estaban sufriendo. «No le podía dar el pecho a mi hija porque yo tenía que beber alcohol con los clientes», añadió antes de señalar a la principal acusada como la responsable de lo que sucedió. Incluso la acusó de haberle pegado dos veces, indicando que el hombre procesado también le escupió y le dio un rodillazo en la barriga estando embarazada.
En su testificación también indicó que por los servicios sexuales que prestaba no recibía dinero alguno porque se suponía que con esos ingresos estaba pagando los 7.000 euros que le habían requerido para regularizar su residencia en España.
Situaciones parecidas describieron las otras dos denunciantes. Una de ellas aseguró que se desplazó a Zafra porque le ofrecieron trabajar en la cocina por 300 euros al mes y que después aceptó trabajar como mujer de alterne. «Me dijeron que si no lo hacía tendría que volver a Marruecos y una de mis compañeras (la que tuvo el hijo en Alemania) nos contó que nos habían grabado vídeos y que se los enviarían a mi familia si no lo hacía».
«Trabajaba todos los días, comía una vez al día en el reservado y tenía que consumir cocaína si el cliente lo pedía», afirmó antes de explicar que le hacían «amarres de dominación», unas prácticas consideradas brujería a través de las cuales conseguía someter mentalmente a la otra persona. «Adelgacé brutalmente y perdí pelo, sentía mucho miedo». «Fue la fuerza de la brujería la que hizo que volviera a Zafra después de marcharme». «Sólo he trabajado en ese club de alterne, ahora trabajo en la fruta y estoy dispuesta a renunciar a los papeles que regularizan mi situación, pero quiere recuperar mi dinero».
Le pegó con una silla
Del deseo de recuperar el dinero que entregaron los clientes con los que mantuvo relaciones habló la tercera denunciante, quien acusó a la principal acusada de haberle dado guantadas en la cara y de golpearla con una silla. «Nos tenían prohibido hablar entre nosotras y nos multaban con 40 euros si no bajábamos al local. Estábamos débiles porque sólo nos daban un vaso de leche y un cruasán. Yo no quiero nada de nadie, solo el dinero que he ganado».
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