Secciones
Servicios
Destacamos
Badajoz
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Sábado, 1 de diciembre 2018, 08:56
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
La guerra implica también una guerra de imágenes. La comisaria Ana Cristina Cachola lleva varios años investigando sobre cómo influye la percepción de la violencia en el mundo actual. El tema le ha ocupado un doctorado en arte contemporáneo y parte de sus conclusiones las plasma en una exposición que inaugura hoy Graça Maria Fonseca, la nueva ministra portuguesa de Cultura, en el MACE, el Museu de Arte Contemporânea de Elvas.
Se puede decir que Ana Cristina tenía el trabajo de campo en casa. La Colección António Cachola, su padre, se inició en la década de los 90 y refleja los últimos 30 años de creación artística visual en Portugal. Muchos de los artistas que la forman empezaron a exponer regularmente a partir de la década de 1980. Ha seleccionado una serie de fotos, vídeos y montajes de la colección que expresan las distintas formas de guerra y conflicto. Incluye obras de 31 artistas y cinco nuevas adquisiciones que articulan este diálogo. «Se trata de una violencia de amplio espectro, que abarca todo el ámbito sociocultural».
Para Cachola, se trata de una patología social cambiante. Antes del 11-S, por ejemplo, nadie veía los aviones como armas de guerra. Hoy cualquier foto de un aeroplano junto a un rascacielos transmite miedo.
Ana Cristina Cachola, Comisaria
Trabaja sobre una realidad muy amplia. Aborda conflictos históricos como las disputas coloniales de Portugal, el terrorismo o el enfrentamiento palestino-israelí. Incluye luchas sociales tipo movimiento obrero o la visibilidad de los homosexuales.
Y no se olvida de las guerras abiertas en nuestro tiempo como la lucha contra las enfermedades incurables o la violencia de género.
A juicio de la comisaria, todos estos procesos siguen un paralelismo: se impone un imaginario colectivo a partir de las imágenes que los representa. «La tecnología de la guerra y la audiovisual han evolucionado al mismo tiempo. Ha ocurrido desde siempre y ahora tenemos el ejemplo claro de los drones y los aviones de guerra».
En la entrada del MACE cuelga una foto de un barco hundido en la orilla. La instantánea juega el equívoco intencionadamente.
El crucero Costa Concordia varado frente a la isla de Giglio ilustra la crisis migratoria. Con el volumen de imágenes de desembarco de refugiados en los últimos años nadie relaciona a estas alturas un naufragio con un barco de lujo, la identificación automática lleva a los botes de inmigrantes en las costas europeas.
Una instalación con muebles de dormitorio y el espejo roto representa la violencia doméstica. «Hay una guerra pública, una violencia que se ve y otra íntima, pero igualmente con víctimas». Los problemas de género están muy presentes en las salas del MACE.
La guerra, insiste, como forma de ver deriva en entretenimiento.
Sobre esta idea habla el vídeo en el que se ve una sala de cine vacía con el mar visto desde la costa de Libia. «Por esas costas se pierden muchas vidas humanas, pero a nosotros nos llega como una película de ficción que nos entretiene pero no nos conmueve».
El silencio de las trincheras en una guerra tradicional de enfrentamiento directo con el enemigo tiene su prolongación más allá del campo de batalla con los actos silenciados. Mandar callar en el foso alerta del peligro inminente. En una habitación de paso entre dos salas se escucha un siseo constante en los altavoces. Cachola explica que evoca al momento previo al combate que viven los soldados, pero guarda relación con el intento de silenciar a las víctimas que se repite en todos los enfrentamientos bélicos.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.