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Roberto Palomo, en el Meiac el pasado lunes antes de su charla sobre fotoperiodismo, con algunas de sus fotografías. :: J. V. ARNELAS

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Roberto Palomo, en el Meiac el pasado lunes antes de su charla sobre fotoperiodismo, con algunas de sus fotografías. :: J. V. ARNELAS

«Las fotos de Cuba son en blanco y negro porque allí en 1958 se paró el tiempo»

Roberto Palomo, un fotoperiodista pacense de 28 años, recorre el mundo en busca de reportajes e historias gráficas

ALBA BARANDA

Viernes, 1 de febrero 2019

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Decenas de estampitas de la Virgen de la Soledad, la patrona de la ciudad, han cruzado el charco y ahora están presentes en varias casas cubanas y mexicanas. El medio de transporte ha sido la mochila de Roberto Palomo (Badajoz, 1990), un fotorreportero que dio una charla enmarcada dentro de las actividades de la Agrupación Fotográfica Extremeña el pasado lunes en el Meiac ante 80 personas. Medios como El País o La Vanguardia se han hecho eco de sus trabajos.

De habla sosegada y acento pacense con reminiscencias cubanas, Roberto empezó ADE en la Universidad de Extremadura, pero tras un primer curso con algunos suspensos y la insatisfacción flotando encima de sus apuntes, al segundo año le dijo a sus padres que quería buscar algo que le hiciese feliz, y aunque por aquel entonces no sabía muy bien cuál era su vocación, su implicación en la cooperación y el activismo le llevaron hasta el periodismo.

Con veinte años se fue a Londres y empezó a trabajar para allanar el terreno y que su objetivo rodase fluido. Varios abriles después, con el idioma anglosajón ya dominado, echó la solicitud para la carrera. Un simple trámite se convirtió en una odisea, ya que le exigían presentar un certificado, cuyo examen era bastante costoso, pero tras un gran esfuerzo económico y horas de estudio, a la segunda vez lo aprobó con creces.

«Llevar la cámara me permite hacer amistades y satisfacer inquietudes»

Una vez acabados sus estudios, mientras volvía a casa en coche, hizo una parada en Barcelona por cuatro días. Al sexto, llamó a su madre para decirle que se quedaba allí. Estuvo año y medio. «Barcelona me ayudó a encontrarme porque tras licenciarme sabía que quería desarrollar algún trabajo relacionado con lo aprendido, pero no sabía por dónde tirar», confiesa.

A sus 28 años vive austeramente, sin smartphone y trabajando continuamente para costear sus próximos viajes. Lo ha hecho como guía turístico, friegaplatos o recogiendo vasos, entre otras labores. Tras descubrir en la ciudad condal que lo quería era tirar fotografías, ya no se separó jamás de su cámara. «Gracias a ella creo nuevas amistades y satisfago inquietudes», explica.

Planificación

Roberto siempre lleva consigo una pequeña libreta de hojas desgastadas que alberga cientos de listas de colores. Esto le permite poner en orden sus ideas y organizarse. Indica que antes de su último viaje, pasó seis meses enfocado en ahorrar, documentarse y planificar su estancia en Cuba. Se decantó por esta isla porque quería hacer un reportaje sobre cómo estaba un año después del huracán Irma, además de por seguridad y por el bajo coste del billete.

Esta vez también prolongó sus planes, ya que fue para un mes y se quedó tres, hasta que le cumplió el permiso de turista. Allí estuvo en una escuela de fotografía, conoció la censura y fue un cubano más. A la inmensa mayoría de estas capturas les falta el color. «Están en blanco y negro porque en el año 58 allí se paró el tiempo. Los coches, las teles... Todo es de esa época», relata.

«Me gusta parecer un autóctono para tener mi visión real de lo que está ocurriendo allá donde voy»

Vivió en casa de un amigo y realizó las tareas propias de un isleño, como por ejemplo ir a por el pan con la cartilla de racionamiento. Sus imágenes de Cuba muestran a sus conocidos, vecinos, o eventos familiares. «Me unía una relación con la persona a quien fotografío», asevera. Su objetivo era dejar de parecer un turista y camuflarse en un autóctono para tener una visión real de las cosas que allí acontecían y mostrarlas después sin filtros. «Se me pega rápido el acento y mis rasgos físicos parecen de cubano, lo único que me delató fueron unas zapatillas de deporte», cuenta. Él llevó chanclas o calzado de montaña y eso, advierte, huele a visitante.

«Me encanta la calle y en Cuba todo ocurre allí», manifiesta. Por eso además de la típica fotografía de cubanos arreglando vehículos en las aceras, tiene algunas de mujeres mayores, con la expresión llena de surcos y un cigarro en la mano. «Para agradecerles que me tratasen como uno más les regalaba una estampa de la Virgen de la Soledad y les encantaba, se quedaban muy emocionadas. Di un montón», cuenta.

Después de tres meses en la isla caribeña, quería seguir buscando historias a través de su cámara por otros lares, pero no disponía de Internet para planificarse como en anteriores ocasiones, así que fue a una agencia de viajes y adquirió un boleto para México. Allí vivió en mitad de la selva y casi sufrió un atraco, pero se trajo un reportaje sobre fracking, la técnica para extraer gas y petróleo del subsuelo, publicado en El País. No obstante, afirma, «económicamente no es rentable, pero personalmente sí, muchísimo».

En su mochila de quince kilos, además de algo de ropa y material fotográfico, lleva objetos tan dispares como bridas o cordones. «Se sorprendían cuando me veían con un cordón de cinturón, pero también lo utilizaba para colgar o atar cosas», admite este joven asceta. «Para mí la zona de confort es la gente, no las comodidades».

Sus referentes son periodistas y fotógrafos cercanos y accesibles para él. Manu Brabo, Sebastião Salgado, Mai Saki, Jordi Borràs o Xavier Aldekoa. «Me interesan sus vidas y sus circunstancias, porque eso me ayuda a comprender mejor su obra», admite.

El futuro no le hace sufrir de vértigo, ya que no toma decisiones a largo plazo para no limitarse. «No tengo prisas profesionalmente, aunque quiero seguir viajando y haciendo reportajes para venderlos después», declara. Además, añade que algún día le gustaría trasladar su diario y experiencias a un libro», apostilla mientras en su cabeza rondan ya varios destinos para su próxima aventura, a finales de este mes de febrero.

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