

El camalote o los okupas, protagonistas de un poemario en castúo
La escritora Julita de la Cruz denuncia problemas sociales con el estilo literario que ha aprendido de Luis Chamizo y Gabriel y Galán
«¡Ay! qué probes que semus nosotrus / los más probes de la España entera / porque icen que tos tien AVE / y los nuestros que son ... de tercera». Más claro no se puede decir, pero lo que diferencia a este verso de otros tantos dedicados al tren es que ha sido escrito en castúo, una variante del castellano y del astur-leonés a la que ha sacado partido Julita de la Cruz Otero, una vecina de Badajoz que después de estudiar Magisterio y trabajar toda su vida como funcionaria para el Ministerio de Educación y Ciencia y en la Confederación Hidrográfica del Guadiana, ha dedicado los últimos diez años a crear poemas que hablan de lo que es, siente y sueña.
Nacida en Granja de Torrehermosa (Badajoz), Julita fue a la universidad cuando muchas mujeres no lo hacían. Pero la prematura muerte de su padre cuando ella tenía 16 años la llevó a renunciar a la docencia. Ser maestro la habría obligado a salir de Badajoz y terminó aprobando unas oposiciones que le permitieron seguir cerca de su madre.
«La escritura es más bien reciente –explica feliz–. En mi adolescencia sí escribía y sacaba muy buenas notas en Literatura, aunque lo dejé y durante muchos años estuve dedicada a mi casa y a mis dos niñas, igual que dejé la pintura, que también me ha gustado siempre».
Pero esas dos facetas siempre estuvieron presentes en su vida y cuando se jubiló comenzó a practicarlas. «Fui a la universidad de mayores y ese curso escribí un cuento para mi nieto. Gané el primer premio y eso me animó a escribir poesía y relatos cortos».
Lo que era una incipiente afición fue a más y en 2017 publicó su primer libro, 'El despertar de la libélula', dedicado a un insecto que siempre estaba presente cuando, en su infancia, veraneba en la sierra de Cáceres, donde pasaba los meses de verano. «La libélula simboliza mi despertar a la poesía, a la literatura».
A mí me gustaría que estos poemas sirvieran de ejemplo a mis nietos y a las personas que lo lean», dice Julita de la Cruz
Su primer poemario gustó y pronto publicó el segundo libro, 'A ras de las estrellas'. «El título habla de mi vida, porque soy una persona creyente y creo que todo se lo debo a Dios. Siempre lo he tenido presente, también en los momentos complicados».
Sus dos primeras obras estaban escritas en castellano, pero la que ahora presenta utiliza la lengua de Luis Chamizo, el castúo, una variante que aprendió en los libros que heredó de la bilioteca de su padre, que fue alcalde en Granja de Torrehermosa y Fuente del Maestre. «Mi padre era un lector nato, tenía una buena biblioteca, y yo elegí los libros de Chamizo».
La lectura de sus obras la animó a escribir 'La nacencia divina', en homenaje a este autor. Lo hizo para una de las presentaciones que realizó la asociación Badajoz Contigo, el colectivo cultural al que pertenece y que es conococido como 'Generación 2017'. «Mi poema de la nacencia gustó mucho y seguí escribiendo en castúo al río Guadiana, al camalote, a los okupas, a la caza, a mis nietos chicos, a mi madre...».
Desde que se jubiló no ha parado de leer y hasta ahora tiene su récord en los 58 libros que leyó durante el año 2022
Su nuevo poemario se titula 'Castúo Siglo XXI' y aunque puede leerse como un libro más, lo que realmente le gustaría a su creadora es que en sus páginas se aprendan los valores con los que ha intentado impregnar sus poesías. «A mí me gustaría que sirvieran de ejemplo para mis nietos y para las personas que los lean».
A todo ello une la denuncia de situaciones que no le gustan, como hace en 'Camalote': «Corr'el río, retumbando pol su cauce / con sus aguas verdecinas y mugrientas / en reor de las hojas de los sauces / qu'esparrama el camalote sin compuertas. / No es el río que videron nuestros padres / rebosao de juncales y d'elechos / ese río lo tenemos ajogao / d'un nenúfar extranjero por su lecho. / A vosotros, los que mandan en los pueblos / y qu'agarran las sartenes pol'el mango, no se os junde la cara de vergüenza, cuando vendéis nuestro río, yelmo y exhausto!».
Quiere Julita de la Cruz que su poesía ayude a cambiar el mundo, aunque dedica otra parte de su obra a escribir de lo que más quiere: sus nietos. «No me jimples, no me jimples muñequino / no me jimples cuando sales de l'escuela / polque quieres seguí allí aplendiendo / las lerturas de los sabios y las cencias».
Recuerda esta escritora que cuando ella era niña sus padres la corregían si la escuchaban utilizar alguna palabra de las que ahora pueblan su libro. «En casa hubo una tata que estuvo toda la vida y ella utilizaba muchas palabras del castúo: chequenino, rebullo (jaleo), sabijonda o no jimples, que es lo que nos decía cuando nos echábamos a llorar. Si nosotros decíamos esas palabras mi padre y mi madre nos corregían, pero a mí me gusta el castúo y he querido que estos poemas lo tengan como soporte literario. Si yo no hubiera leído a Luis Chamizo y a Gabriel y Galán, el castúo se habría perdido, por eso me gustaría que mis poemas ayuden a que siga vivo».
Ahora que su poemario en castúo está en la calle y ya ha conseguido vender su segunda edición, en la que alterna los poemas con coloridos óleos dedicados a las mismas temáticas de los que también es autora Julita, piensa ya en su cuarto libro, en el que seguirá vertiendo lo aprendido en miles de horas de lectura. «En marzo de 2019 leí 13 libros, en 2020 fueron 31 y un año después me leí 46. El récord lo tengo en 2022, con 58 libros», detalla mientras muestra en su móvil la interminable lista de obras que han paado por sus manos en los últimos años.
«Yo me levanto a las 6.30 de la mañana y me voy al gimnasio a las 8.00. Después pinto hasta la hora de comer y por la tarde, si no tengo nietos, leo hasta las cinco o las seis. Mis amigas me dicen que cómo me da tiempo de hacer tantas cosas: es cuestión de organizarse», concluye.
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