El sonido que evita fraudes en el aceite
Investigación. Un grupo de la UEx usa los ultrasonidospara saber si, entre una gran variedad de aceites analizados, todos tienen la misma calidad
José Tomás Palacín
Martes, 5 de marzo 2024, 08:12
En los últimos años, el también conocido como oro líquido, el aceite de oliva, está siendo objeto de incontables fraudes. Da igual el tanto por ... ciento que esté mezclado: no sólo supone una estafa a todos los niveles para el consumidor, sino también para las cooperativas que no saben cómo controlar quién y en qué cantidad se incluye el aceite fraudulento entre los miles de litros que compran. Todo ello, sin contar con el grave peligro a la salud pública que supone. Pero puede que haya una solución en la disciplina más inesperada.
Un grupo de investigación de la Universidad de Extremadura (UEx) ha iniciado un proyecto con el cual pueden saber si un aceite es de calidad. Antonio Jiménez, científico y profesor de la asignatura de Física Aplicada en la Escuela Politécnica de Cáceres, cuenta que a través de las ondas que se perciben a través del sonido, que ya están previamente catalogadas, aseguran si un aceite es igual a otro. Cualquier interesado que sepa al 100% que su aceite es bueno puede obtener su ADN acústico. Si al comparar ese aceite con otros las ondas no son iguales, se descubre el fraude.
«Se hace con un transductor, que no deja de ser un micrófono de alta potencia, aunque también funciona como altavoz. Lo que tiene este transductor es que es sensible a las frecuencias de los ultrasonidos; es decir, no percibe el sonido de lo que estamos hablando, porque no está en su frecuencia, va más allá, tiene un rango por encima de nuestra audición», explica.
Consumidores y empresarios se han preocupado por el aumento en los fraudes en el aceite
El ser humano es capaz de escuchar hasta 20.000 hercios. El transductor, un pequeño trozo de metal que recuerda por su forma a una bujía, emite y recoge sonidos por encima de lo que pueden percibir animales como los delfines, los murciélagos, los perros… incluso más allá.
Cómo funciona
Lo único que se necesita es colocar el transductor ante el aceite. Puede ser dentro incluso del recipiente (sea del tamaño que sea) o por encima, sin llegar a tocarlo. Por otro lado, también es necesario contar con una especie de equipo de música que «traduce» la señal que envía el micrófono.
El transductor cuenta con una cerámica por dentro que transforma la energía eléctrica del sonido en energía mecánica. Ese pulso eléctrico oscila, manda la señal, se recoge y se puede observar en el equipo de música. En la pantalla de dicho equipo aparecen las ondas que indican cómo es el aceite. Hay ondas de mayor o menor rango. Y cabe decir que da igual lo que se ponga como pantalla entre el micrófono y el aceite (un azulejo, un cristal, cualquier superficie bien plana lo consigue). Pero debe haber una pantalla que actúe como las paredes de una habitación grande en la que se grita. Sólo hay eco si hay algo que refleje el sonido. Y el eco es lo que busca este equipo de investigadores.
«Es parecido a cuando golpeas una sandía. Por el sonido, por su eco, puedes saber si está buena o no, o si es mejor o peor. En cierto modo, nosotros golpeamos el aceite con el sonido del transductor, que también es capaz de recogerlo».
Las ondas, el eco, marcan cómo es el aceite. Los científicos pueden saber a qué velocidad se propaga el sonido en él. «Lo novedoso de nuestro trabajo es precisamente que sabemos cómo suenan cada uno de esos ecos. Podemos hacer un zoom sobre ellos y ahondar aún más en la forma de las ondas. Y todo se cataloga».
Cuentan con un software que recopila todos los datos. «El propio programa empieza a ofrecer información: que si los componentes frecuenciales son estos, que si la velocidad a la que viaja el sonido en el aceite es esta, pero eso sería demasiado técnico. Básicamente: tomamos cada forma de onda y la relacionamos con un tipo de aceite».
Jiménez niega el titular «los ultrasonidos saben si un aceite es fraudulento». Porque no es así. La realidad es que es incluso más sencillo. Y pone un ejemplo. Un agricultor o un empresario puede ir al laboratorio con una botella de aceite de oliva virgen extra, de variedad arbequina, con denominación de origen. Y él está seguro de que es la de verdad.
«Nosotros le damos el visto bueno, lo inspeccionamos y le proporcionamos su sello. Su ADN acústico. Sabemos entonces cuál es la onda exacta de dicho aceite», afirma. Y aquí viene el quid de la cuestión: ese mismo agricultor trae otras nueve botellas que deberían tener la misma onda. ¿Qué puede ocurrir?
«Puede ocurrir que todas tengan la misma onda que el original, entonces no habría fraude. Sin embargo, como nosotros ya tenemos parámetros de aceites de oliva mezclados en diferentes porcentajes con aceites de maíz, de arroz, de colza, de lo que sea, podría pasar que esa onda varíe. Y ahí es cuando hablamos de fraude».
El científico reitera que, de primeras, no puede decir si un aceite es malo o no. Necesita esa comparación. A no ser que lo tenga en su catálogo de antemano, porque también han estudiado miles de variables posibles.
El transductor es vital para el proyecto: es la pieza central que hace que se puedan medir los sonidos del aceite
«Yo pongo muchas veces el ejemplo de la música. Imagina que tenemos una guitarra y una trompeta. E interpretamos la misma nota con esos instrumentos diferentes. La nota es igual, pero no suena de la misma manera», ilustra.
«Nuestro oído sabe perfectamente cómo suena una trompeta y una guitarra. Al menos, sabe que no son iguales. Pero si entraran dos instrumentos diferentes, la cosa cambia. Ya no sabríamos si es la misma nota. Pasa lo mismo con nuestro software, que está entrenado para entender todo tipo de instrumentos».
Otras aplicaciones
La aplicación más directa con la situación actual será la detección de fraudes. Pero desde el grupo de investigación de la UEx no se cierran. Cualquier cooperativa de aceite podría ir y querer saber si todos sus aceites tienen el mismo omega 3, detallar el perfil de ácido grasos… Las posibilidades son enormes.
«Es que nosotros sólo podemos medir con acústica, pero los ultrasonidos se prestan a mucho. Cualquier cosa que cambie, con los debidos análisis e infinidad de pruebas, puede ser catalogado. Tenemos aceites con un 62% de ácido oleico con una determinada onda, pero otros con ese porcentaje y otras características, con una onda distinta. Por eso necesitamos el software», apunta Jiménez.
Hay que tener en cuenta que, de cara a comercializar el proyecto, este aceite no se «destruye» como en otras pruebas agroalimentarias. No hay que añadir colorantes ni productos. El aceite no se estropea, porque se puede analizar incluso sin tocarlo.
«Es una de las principales ventajas: tiene un carácter no destructivo. No altera las propiedades ni físicas, ni químicas, ni organolépticas. Además, es un proceso químicamente verde, como se llama en la disciplina a no alterar ni generar residuos».
Si algún empresario quisiera analizar su aceite en cantidades industriales, también se podría. Al fin y al cabo, en la Politécnica de Cáceres pueden hacer desde robots para ir pasando las botellas de aceite hasta el mismo software que da los datos. «O puedo ir yo con una maleta con el equipo, el transductor y un ordenador. En una mañana, podríamos saber en grandes cantidades si un aceite es fraudulento o no sólo comparando el ruido que hay en cada uno de recipientes analizados».
Del mismo modo, Jiménez reflexiona que él, en el fondo, sólo es un instrumento más. «A mí me debería dar igual lo que haya en el medio: aceite de girasol, de maíz, de vino, de lo que sea. Yo voy con mi equipo, lo pongo, lo conecto, lo mido, obtengo el parámetro y entonces me voy al verdadero especialista, el que sabe de aceite, porque yo sólo sé de ultrasonidos. Cruzamos datos y de ahí saldría el resultado final».
Automatizar el proceso a gran escala o no dependería de los industriales interesados. De todos modos, el investigador de la UEx confía en que hay posibilidades en el proyecto porque hay una necesidad latente.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión