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José Tomás Palacín
Jueves, 16 de mayo 2024, 07:45
En Lobón, una fábrica de unos 2.200 metros cuadrados se dedica a crear los correctores de los piensos destinados a la ganadería. Porque un ... pienso no es sólo una mezcla de harinas, de cereales o de proteínas. También lleva aditivos naturales que sustituyen a los antibióticos que persigue la Unión Europea, vitaminas, minerales y otros componentes que permiten un mejor crecimiento de los lechales, resistencia a las enfermedades o, en definitiva, un aumento del bienestar animal.
El corrector es una parte de la alimentación animal que ha existido siempre, ese plus para los piensos que necesitan ser diferentes por cualquier razón: crecimiento, productividad, salud, por ir dirigido a lechales o a gestantes o incluso para que no se coman entre sí. Para ello, se utilizan diferentes monoglicéridos de ácidos grasos de cadena corta o aceites esenciales de plantas. Dentro de ese campo, unos aditivos sirven para una cosa y otros para otra.
Y por eso no puede ser una infraestructura como las demás. Sus dueños se han preparado para ello: tras dos años de construcción y tres millones de euros de inversión, esta industria cuenta con la última tecnología. El mercado de los correctores está en auge, ya que las nuevas normativas de bienestar obligan a los ganaderos a proporcionar una mejor alimentación para sus animales. Y ser pioneros —y tener los mejores mimbres para ello— es primordial. La empresa que lo ha creado es extremeña y se llama Nugest.
Fernando Montero de Espinosa es su CEO, y explica que su compañía, tras diez años de vida, ha implantado su marca en el mercado de los correctores a nivel nacional. «Pero ya teníamos el tamaño crítico como para crear nuestra propia fábrica. No se trata sólo de mejorar los costes de producción, sino de transmitir una imagen de fabricante. Y que, además, lo hacemos con tecnología punta, la industria 4.0».
Se podría decir que el autómata que gobierna la fábrica cuenta con «la tecnología de procesos más moderna que existe». No hay en España ni en Europa, asegura Montero de Espinosa, una industria así —quizá, sólo un competidor, en Francia, podría asemejarse—. De hecho, es similar a la de las fábricas de coches de última generación, aunque no es una presunción: para lo que hacen deben ser precisos, todo debe estar hecho milimétricamente.
¿Y qué llevan los correctores? Depende. El carbonato cálcico es utilizado por Nugest como materia prima de común uso en macro correctores —en ningún caso como uno de los aditivos más importantes—; sulfato de cobre que está destinado al porcino. Está la lisina, está la metionina, la treonina, en función de si se quiere ganancia de peso, de volumen, absorción de grasas, mejora del de metabolizarlas... Todo depende de la necesidad del cliente —el productor de pienso— en ese momento.
Cabe destacar que Nugest, que significa Nutrición y Gestión Animal, siempre ha estado dirigida al sector del porcino ibérico, son de hecho especialistas en la calidad de carne del ibérico: Extremadura, Andalucía, Castilla y León y Portugal son sus zonas, si bien venden a toda España y también al mercado internacional. Asimismo, hace unos cuatro años empezaron a diversificar su producto: porcino blanco, rumiantes o gallina de puesta.
«Innovar en este campo implica buscar nuevas materias primas para fabricar los correctores, materias primas más sostenibles, naturales, que mejoren los procesos de digestión o mejorar la salud de los animales. Ahí es donde se innova, porque el uso en sí ha existido desde siempre. O casi siempre», recuerda.
Y es que un animal que se alimenta en extensivo, con hierba, también puede tener carencias. A veces, hay que darle los correctores con minerales para evitar esas patologías que puedan tener por la falta de nutrientes que se pueda encontrar en una finca.
«No sólo es crear el producto, sino formular el pienso para el que va destinado el corrector. La formulación del alimento es clave para nuestro servicio. Es más: nadie nos compraría el corrector si no lo hiciéramos, por eso tenemos un departamento de I+D+i y una granja experimental en Cabeza del Buey, con 400 cochinas ibéricas, donde probamos todos nuestros avances».
Todo cobra sentido en el lema que se puede encontrar en sus sacos de correctores: «Tradición e innovación». Y es que el cerdo ibérico se sigue alimentando exactamente igual, su manejo es el de toda la vida. Sin embargo, a través de esta tecnología, mejoran los procesos de creación del corrector hasta alcanzar los niveles óptimos de bienestar animal que se piden actualmente en España. La formulación de los piensos, más allá de la creación de los correctores, es lo mínimo que piden los ganaderos.
La formulación puede ser la clave, por ejemplo, para la cría de lechón —desde los 20 kilos hasta los 110—. Un animal con unos requerimientos muy distintos de otro que va a una tolva a llenarse pienso. De ahí que las fórmulas sean muy específicas, porque hay que conseguir que un animal que sólo come un kilo de pienso al día con diez meses se sienta saciado y no tenga carencias para su crecimiento.
Los sistemas tradicionales cuentan con procesos en continuo. Es decir, que desde muchos puntos se dosifican los ingredientes a otro punto en común y, de ahí, a una mezcladora fija. Un corrector para cerdo o para gallina pasa por el mismo sitio, con la consiguiente contaminación —para los rumiantes, por ejemplo, está prohibido el cobre, algo que no pasa con el ibérico—.
«Nuestro proceso es en bloque. Llevamos un contenedor de 1.000 kilos y nuestro sistema, el autómata, detecta que hay un contenedor que necesita según qué fórmula para el corrector. El operador, entonces, le dice al programa que se van a hacer, pongamos cinco toneladas de ese corrector y el personal, con las carretillas elevadoras, cogen el contenido y lo van llevando al contenedor».
«Una vez que el autómata detecta que está colocado —continúa explicando Montero de Espinosa—, manda la orden de que vayan entrando los ingredientes mayoritarios. Cuando se termina se enciende una baliza, el personal saca la carretilla, recoge ese contenedor y lo llevan a la microdosificación».
En esa microdosificación van los ingredientes minoritarios, que van directamente dicho contenedor. También está parte de adición manual, pues hay aditivos tan específicos y de tan poco peso que tienen que ser manipulados por operadores experimentados.
Tras este proceso van a la mezcladora, una volteadora que sólo se encuentra en España en esta fábrica: durante quince minutos, va dando vueltas a la fórmula. Sus movimientos son lo más llamativo de toda la fábrica.
«Y de ahí, al almacén. Y los contenedores, a la limpiadora automática situada fuera de la fábrica, para volver a reutilizarse. Se pueden hacer cuatro toneladas de corrector cada hora. La dosificación en realidad tarda tres minutos. El cuarto de hora de la volteadora es quien marca la capacidad de producción», indica el CEO de Nugest.
Una fábrica de pienso puede hacer unas 8.000 toneladas al mes. Esta fábrica, unas 200 toneladas de corrector. Es la prueba final de la especificidad de estos aditivos. Poco, pero realmente eficiente para el animal.
En el fondo, la fábrica es sólo una parte más de Nugest. De momento, venden un 40% de lo que fabrican, ya que también cuentan con fórmulas exclusivas que sólo distribuyen ellos en España. Nunca llegarán al 100%, porque no lo necesitan: «Hay piensos, por ejemplo, para primeras edades del rumiante que necesitan instalaciones muy específicas, así que llegamos a acuerdos con otras fábricas, aunque la innovación y la fórmula sea nuestra».
¿El siguiente paso? Seguir creciendo. «Queremos abordar el norte de África, diversificando los productos hacia la agricultura y rumiantes. Y, en cinco años, duplicar nuestra facturación».
Con esta nueva fábrica, su posición ya está asegurada para más allá de ese lustro.
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