Corcho flotante para luchar contra el cambio climático
Humedal artificial. Tres extremeños han creado una plataforma en la que se colocan plantas acuáticas que depuran las charcas, mejoran la biodiversidad y actúan como sumidero de CO2
ALBA BARANDA
Viernes, 6 de noviembre 2020, 08:37
Ana Rengifo es una bióloga con un claro propósito: mejorar la biodiversidad de las dehesas extremeñas. Para abordarlo, suscribe el concepto denominado 'Una salud'. Se trata de un enfoque de la OMS en el que leyes, programas e investigaciones de múltiples sectores se unen para lograr mejores resultados en la salud pública. «Si potenciamos la biodiversidad, mejorará mucho la salud de todo el ecosistema», asevera. Por eso se unió a César Martín y Enrique Vega para desarrollar un conjunto de islas de corcho para agua embalsada. En ellas se introducen plantas acuáticas que cumplen diversas funciones: fitodepuración, decoración, sumidero de CO2, refugio de fauna, mejora de la biodiversidad, y la posibilidad de alimentar al ganado con forraje en pleno verano, entre algunas otras.
Se trata de un entramado metálico en el que se introducen trozos irregulares de corcho troquelado. Deben ser desiguales puesto que algunas plantas, como las typha, que se reproducen de cinco a ocho veces en su ciclo vegetativo, desarrollan una masa de raíces o rizoma, que necesita la luz para volver a brotar. Si la estructura estuviera compuesta por una plancha continua, la typha no podría reproducirse. En cada módulo, de 1,40 metros de largo por 1,25 de ancho, van colocadas entre 100 y 110 plantas. A partir de dos módulos ya se considera una isla. También han desarrollado una balsa triangular, orientada a realizar círculos y otras formas más estéticas. Los módulos se unen entre sí con un simple mosquetón, pudiendo conformarse una isla con la forma que se desee: letras, líneas, cuadrados, etcétera. El único requisito para la correcta funcionalidad de este humedal artificial es que la charca tenga como mínimo 20 centímetros de profundidad.
Las islas van fijadas al suelo con un lastre de cinco kilos, unido a la estructura flotante por un cable metálico, recubierto con las piezas sobrantes tras la troquelación: cilindros de corcho que posibilitan que el cable flote y no se rompa o se líe con la variación del caudal. «Tras dos años de pruebas, hemos dado con una plataforma que cumple todos nuestros objetivos: flota; aguanta bastante peso; se integra bien en el ecosistema, pues el corcho es un material autóctono; es impermeable; no se degrada, y por lo tanto, no necesita mantenimiento», manifiesta Rengifo, para quien resultaba muy importante idear un producto exento de plásticos.
Rengifo es copropietaria de una finca en Monfragüe perteneciente al proyecto europeo LIFE Montado-Adapt, que persigue la adaptación de las dehesas de Portugal y España –concretamente de Extremadura y Andalucía– para combatir los efectos del cambio climático. En un principio, hace ya dos años, colocó plantas acuáticas en la ribera de una laguna, pero en verano bajó el caudal y se secaron. Este fracaso le hizo seguir dándole vueltas a la cabeza y entre ella, que además es productora de corcho; César Martín, que tuvo la visión comercial, y Enrique Vega, que ha perfeccionado la técnica, han desarrollado lo que hoy son las islas de corcho definitivas.
«En una primera fase todo era muy orgánico, usábamos bornizo sin cocer y lo atábamos con cuerdas de cáñamo y pita, pero no funcionaba. La fauna de la dehesa (patos, garzas, cormoranes, cangrejos, nutrias...) destrozaba la estructura o se comía la cuerda», explica Vega. Así que se animaron a incorporar otros componentes más resistentes. «Decidimos que si queríamos vender algo tenía ser duradero, porque la gente no puede perder el tiempo con el mantenimiento. Así que decidimos renunciar a que todo fuera reciclable y dotarlo de una estructura metálica. Eso sí, mantuvimos el compromiso de usar cero plástico», aclara.
Actualmente, los módulos, que ya se comercializan, están formados por corcho con la certificación PEFC (es decir, que provienen de montes gestionados de forma sostenible), abrazadas por un enrejado de hierro. «El óxido ferroso le viene bien al agua de las lagunas porque se incorpora como una forma de hierro asimilable por el ganado», apunta Vega. El corcho utilizado es de segunda, concretamente de la variedad 'lana'. No es óptimo para los tapones (solo se dedica el 15% del corcho a este sector), ya que es muy poroso, cualidad que además, aumenta la flotabilidad. Tiene un grosor de entre cuatro y seis centímetros, y se cuece para que sea más resistente. Aguanta hasta el peso de las aves más pesadas: ocas, cisnes, etcétera. De hecho, muchos de estos animales anidan en las balsas.
El taller donde se elaboran las islas está en una finca en Cáparra. Las planchas de corcho se troquelan una a una, para que quepan un mínimo de cien plantas. El segundo y último paso es colocarlas en el armazón de hierro. La empresa se constituyó en febrero y ha dado trabajo durante este tiempo a cuatro operarios, aunque de septiembre a enero para su actividad. «Para mí es muy importante haber creado una empresa que valoriza el corcho y da empleo a cuatro personas en plena crisis por la covid-19», confiesa Rengifo.
Asimismo, a los módulos se les pueden añadir unos faldones inferiores. Es un enrejado del tamaño de la balsa, que está dentro del agua y protege a las tencas y otros peces de ser devorados por los cormoranes. Además de defensa, justo debajo de la estructura tienen las raíces de las plantas, que les aportan oxígeno.
Antes de configurar las plantas que irán en la balsa, César Martín, el encargado de esta faena, debe conocer las necesidades del cliente. «Hay un total de 34 especies autóctonas que se desarrollan en humedales de la península ibérica. Esto es fundamental para no poner ninguna planta exótica ni invasora», comenta.
Tipos de plantas
Un 30% del total de plantas deben ser especies que generan rizoma (la densidad de esta masa de raíces está por debajo de 1, con lo cual, le otorga todavía mayor flotabilidad al módulo). Los géneros de typha y sparganium son las que más potencial tienen para introducir oxígeno en el agua. Otro 30% es aconsejable completarlo con variedades que se mantengan verdes durante todo el año, por ejemplo, juncos y carex. De esta forma, se le puede ofrecer alimento fresco al ganado en verano, cuando la dehesa está seca. La isla se arrastra hasta la orilla o, si la laguna tiene poca profundidad, los animales entran y comen directamente. Los vegetales, al estar en el medio acuático, volverán a crecer nuevamente.
El corcho es autóctono, reciclable, impermeable, resistente y duraderoCon plantas forrajeras en la balsa, en verano se puede dar pasto verde al ganado
El 40% restante irá en función de la estrategia del comprador. Si quiere adornar su charca, se le pondrán plantas ornamentales, como el lirio amarillo o la menta, que le aporta un toque morado. También se pueden poner hierbas aromáticas, plantas forrajeras para atraer a la población de anátidas o más especies depuradoras. De hecho, cuanto más contaminada esté el agua, mejor trabajan estas plantas. «En las balsas de regadío, donde se vierten a menudo fertilizantes, funcionan de maravilla. Además, los animales que caen en ellas normalmente se ahogan porque no pueden escalar hasta la superficie y ahora hemos comprobado que a la isla sí se suben», aporta Martín.
Este artilugio ideado y creado en Extremadura ya está saliendo de nuestras fronteras. Lo tienen en localidades de Sevilla, Portugal, Murcia (hay vegetales desalinizadores)... Sin embargo, sus fundadores tienen una ilusión: «Llenar todas las charcas extremeñas de estas islas de corcho».