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Dar voz al campo

Dar voz al campo

En la sociedad moderna se pone en cuestión, muchas veces con ataques directos y desmedidos, actividades relacionadas con el campo como la caza, la tauromaquia y la propia actividad ganadera. Todas ellas generan importantes recursos en el mundo rural, que es imprescindible conservar. Sin un modelo económico sostenible, los espacios rurales se convertirían en enormes parques temáticos de inviable conservación

ANÁLISIS AGRARIO JUAN QUINTANA

Lunes, 4 de marzo 2019, 09:45

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En la sociedad moderna proliferan las personas y las organizaciones que ponen en cuestión determinadas actividades relacionadas con el campo, que se han venido realizando desde hace siglos. Por ejemplo la caza, la tauromaquia y la propia actividad ganadera, entre otras. Todos estos movimientos relacionados con la idea, cada vez más arraigada, de evitar el sufrimiento a los animales. Sin embargo, dentro de esta tendencia, lícita pero por supuesto discutible, toman cada vez más fuerza determinadas posiciones nada respetables, que no solo trabajan por defender sus ideas sobre estos temas, sino que atacan de forma directa y desmedida a los millones de personas que piensan diferente, acusándolas de violentas, deshumanizadas, y otras lindezas que es mejor no mentar. La cuestión no es el derecho que cualquier persona tiene a defender sus ideas, valores y principios, sino la forma de hacerlo, y es por ello que la forma de actuar de unos pocos, desacredita a un colectivo. El matar animales por ocio, el hacer un espectáculo de la muerte de un animal o incluso, el criar animales en intensivo, acelerando todo lo posible su engorde para que nos sirvan de alimento, son realidades que así simplificadas, pueden ser objeto de crítica y debate, y así también debería ser aceptado por los que comparten la necesidad de todas o parte de ellas.

Son planteamientos que responden a unos principios bioéticos que no son medibles ni justificables con datos, pero que no por eso dejan de ser válidos. De la misma manera, los valores en este ámbito de los cazadores, aficionados a la tauromaquia e incluso, los empresarios y profesionales del sector ganadero, no son mejores ni peores, sino diferentes y merecen exactamente el mismo respeto.

Dicho esto, todas ellas son actividades que generan importantes recursos para la economía, en particular para la economía rural y, por tanto, y más allá de la percepción personal que uno pueda tener, su posible desaparición supondría un importante daño a una parte muy importante de la sociedad y afectaría de forma directa al medio rural, que es imprescindible conservar. No podemos olvidar que sin un modelo económico sostenible, los espacios rurales se convertirían en un enorme parque temático, cuya conservación sería inviable.

Precisamente para defender los intereses de estas actividades, y de algunas otras, como el caso de los circos, acaba de nacer la Alianza Rural, cuyo objetivo es dar voz a los hombres y mujeres de campo para preservar los valores del mundo rural frente a los ataques de una parte de la sociedad urbana, desconocedora de lo que representan. Para ello, se ha estructurado en cinco grupos, como son la agricultura, ganadería, caza, pesca, actividad forestal. A ellos habría que añadir un sexto grupo en el que se integraría la tauromaquia, circos y mujeres rurales. Una iniciativa loable, que es de esperar contribuya el mejor entendimiento de las diferentes realidades rurales.

Y lo que sí es una realidad indiscutible, es la caída de las exportaciones de la aceituna negra en un 60% desde el pasado mes de agosto, como consecuencia de las restricciones arancelarias implantadas por el Gobierno de Estados Unidos. En total se han perdido alrededor de 27 millones de dólares, de acuerdo con los datos de la Asociación Española de Exportadores e Industriales de Aceitunas de Mesa (Asemesa).

La otra parte del problema, es que otros países ya han ocupado este hueco y, en el hipotético caso de que Estados Unidos dé un paso atrás, no será fácil recuperar el espacio perdido. Las exportaciones del resto de los países han crecido por encima del 75%. Algunos, como Marruecos han aumentado casi un 160%.

Entre tanto, se está a la espera de que se establezca un fondo de ayudas por parte de la Unión Europea y del Gobierno de España. Algo que no solucionará el problema, pero paliará sus consecuencias.

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