El agua que da de comer
Juan Quintana
Lunes, 26 de mayo 2025, 07:50
En el siempre abierto debate sobre la gestión del agua en España, la agricultura de regadío se sitúa en el centro de atención por su ... elevada demanda hídrica. Según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), esta actividad representa aproximadamente el 80% del consumo de agua. No obstante, centrarse únicamente en esa cifra ofrece una visión parcial, ya que el regadío no solo garantiza estabilidad en la producción agrícola, sino que es fundamental para la economía regional y nacional, la sostenibilidad del medio rural y el equilibrio territorial.
El informe 'Peso económico del regadío en la producción final vegetal', publicado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación hace poco más de un mes, destaca que, aunque el regadío ocupa solo el 22% de la superficie cultivada, aporta el 71% del valor económico total de la producción vegetal. Estos datos, correspondientes al trienio 2020-2022, evidencian que, con menos de una cuarta parte de la tierra de cultivo, el regadío genera más de dos tercios del valor agrícola vegetal, lo que demuestra su enorme eficiencia.
Durante ese mismo periodo, el valor medio anual de la producción vegetal fue de 34.306 millones de euros, de los cuales 24.343 millones correspondieron al regadío y 9.963 millones al secano. Además, cultivos estratégicos como las hortalizas (99,3% del valor total en regadío), frutas (78%) y patatas (87%) dependen casi por completo de este modelo. La concentración de valor en el regadío se traduce, por tanto, en seguridad alimentaria, competitividad y capacidad exportadora.
Aunque no existen cifras oficiales que desglosen la contribución exacta del regadío al PIB, se estima que el conjunto del sector agroalimentario, incluyendo producción primaria, industria y distribución, representa el 9,6% del PIB español. Considerando que más del 70% del valor vegetal procede del regadío, su peso dentro de este bloque es mayoritario, lo que lo convierte en un sistema productivo clave para el crecimiento económico.
Es cierto que el regadío requiere un elevado gasto de agua. Sin embargo, España ha avanzado de forma notable en mejorar su eficiencia. Según la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos en España (Esyrce), el riego localizado, el sistema más eficiente, representa ya el 58,6% de la superficie regada. Por el contrario, el riego por gravedad, el más ineficiente, ha descendido al 19,2%. Estos datos evidencian el esfuerzo del sector por modernizarse.
Un ejemplo es Extremadura. Desde el Plan Badajoz, esta comunidad ha apostado por el regadío como base de transformación económica. Actualmente, cultivos como el tomate para industria, el arroz y el maíz dependen del riego. Más del 75% del valor hortícola de la región procede de sistemas de regadío, lo que otorga a su agricultura una resistencia destacable frente a la variabilidad climática.
En años particularmente secos, como 2022, con precipitaciones un 16% por debajo del promedio, el regadío mostró su papel estabilizador. A pesar de la escasez de lluvias, la producción vegetal total no sufrió grandes caídas, en parte gracias al buen comportamiento de los precios de los cereales y del aceite de oliva.
Más allá de la producción, el regadío desempeña una función social y territorial de primer orden. Genera empleo estable, apoya a la agroindustria y permite fijar población en zonas rurales que, sin esta actividad, estarían sometidas a procesos de abandono. Por ello, las propuestas que abogan por su reducción, sin alternativas viables ni inversiones equivalentes, pueden suponer un serio retroceso en términos de cohesión y desarrollo territorial.
Lo que sí se requiere es una mayor implicación institucional. España necesita una estrategia hídrica nacional a largo plazo que impulse inversiones sostenidas en modernización, promueva el uso eficiente y digitalizado del agua, asegure una redistribución equitativa entre territorios y sectores, y refuerce la gobernanza del recurso. El sector agrícola ha demostrado responsabilidad y adaptación, pero es tarea de las administraciones responder con políticas coherentes.
El regadío es una herramienta eficaz para afrontar desafíos como el cambio climático, la volatilidad de mercados y la seguridad alimentaria. Mantenerlo y reforzarlo no es una opción ideológica, sino una necesidad técnica, económica y social.
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