Maíz blanco, un nuevo cultivo de moda para Extremadura
Agricultura. Aunque incipiente, este producto —muy similar al del maíz amarillo— promete plantar más hectáreas para la próxima campaña
El campo extremeño anda pendiente de un nuevo cultivo que ha llegado a la región. Se trata del maíz blanco, una curiosa variante del maíz ... amarillo, el de toda la vida, que Casat lleva alrededor de dos años gestionando junto a los agricultores. De momento, no hay muchas hectáreas —alrededor de 500, se calcula, casi todas en la comarca de Vegas Altas—, pero su demanda cada vez más alta y su gestión la han convertido en un cultivo, al menos, vistoso.
La verdad es que en realidad no se diferencia casi en nada del maíz amarillo para consumo humano, excepto en el color. El grano tiene el mismo tamaño, los cuidados son similares, las cualidades son exactas entre una variante y otra, la producción también… Sin embargo, es blanco.
«No hay ninguna diferencia más, al menos del que se cultiva aquí en Extremadura. Es cierto que en América, por ejemplo, tiene muchas más variedades y allí sí que puede haber diferencias. Pero aquí, nada de nada. Para los agricultores sigue siendo lo mismo. De todos modos, en el maíz blanco el agricultor puede contratar un precio mínimo garantizado antes de sembrarlo», explica Alfredo Gómez, subdirector de Casat, mientras muestra las instalaciones de la compañía en Don Benito, así como el funcionamiento de toda la maquinaria para el análisis, clasificación, secado, almacenamiento y posterior entrega al cliente.
Dicho cliente —que prefiere no ser nombrado— utilizará el maíz blanco cuando lo reciba para harinas y sémolas blancas. «Y algo más para destino humano, aunque no quieren decir mucho más. Eso sí, han visto aquí un nicho de mercado, y pedirán más», cuenta.
Tampoco hay diferencia para el agricultor. El proceso sigue siendo el mismo: cuando empieza una campaña, ya se hace el contrato con el agricultor. Ya se saben las condiciones en cuanto a la fluctuación de precios y tienen fijadas las condiciones. De hecho, en este producto, en el maíz blanco, se ven ya ciertas características de mercado que permiten pactar todo con antelación. Para el agricultor, el pacto es perfecto. Además, suele cobrar un poco más —en torno a 250 euros por tonelada—.
De todos modos, el cliente que contrata a Casat tiene ciertas condiciones, más allá de los parámetros de calidad. El agricultor debe tener más cuidado ya que, para que sea blanco completamente, no puede haber en las parcelas vecinas cultivos de este tipo.
«Por la polinización cruzada pueden aparecer granos amarillos en las mazorcas blancas, y este hecho, si se reproduce mucho, puede hacer que se tire para atrás lo cosechado. También hay que tener cuidado en el momento de la siembra, sobre todo por la sembradora, que debe estar montada y limpia de manera perfecta, sobre todo si viene de un cultivo de amarillo. A nada que haya alguna semilla en la sembradora, ya salen a la mínima esos granos amarillos que queremos evitar», señala Gómez.
Al mismo tiempo, recuerda que este maíz blanco está libre de OGM (Organismos Genéticamente Modificados), por lo que no puede juntarse con otro maíz de este tipo que produzca trazas indeseadas. Sólo con estas condiciones sale esta variante hasta el cliente final. Pero, ¿cómo llega hasta la fase final?
El proceso en fábrica
Desde finales de agosto y durante todo septiembre, se cosecha el maíz blanco para su posterior preparación. Así, cada día van entrando camiones a las instalaciones de Casat —en el último año, hasta 5.000 toneladas pasaron por la fábrica— para su almacenamiento y secado. Pero antes, deben pasar por un proceso exhaustivo de análisis.
De momento se hace en un laboratorio portátil mientras, adelanta Gómez, construyen una nueva sala específica para análisis de semillas. La cuestión es que, en este espacio, es donde se llevan a cabo los parámetros de calidad, tanto a la llegada como a la salida del grano.
En primer lugar, miden la humedad —que no será igual cuando llega que cuando sale de la fábrica— y el peso específico, los dos valores principales. Y tras ellos, el de los granos dañados, granos vacíos, defectuosos, controles de micotoxina, diferentes requisitos alimentarios… Todo preparado para comprobar que el maíz blanco del campo ha llegado en perfectas condiciones.
Tras ello, se guardan muestras y el resto se lleva a un proceso de 'prelimpieza', que quita desde impurezas hasta las delgadas capas que llevan los granos del maíz blanco, una especie de telilla que sobrevuela el ambiente cada vez que se manipula el maíz a gran escala, como en situaciones como esta. Y, de ahí, se lleva a los grandes secadores de Casat.
En estos secadores caben hasta 40.000 kilos y, hacia al final, tras dos horas de trabajo, esa humedad comienza a desaparecer. Este proceso es clave: según Alfredo Gómez, la humedad, en granos y semillas, sólo atrae enfermedades, hongos y problemas, por lo que debe mantenerse en cifras de en torno al 13% —algo que se comprueba, cabe recordar, en el laboratorio durante la entrada y salida del maíz— y nunca se debe superar la barrera del 14%.
Una vez secado, se pasa a los silos —que permiten el almacenamiento de hasta 1.000 toneladas— donde, además de guardarse, se sigue secando, aunque con menor rapidez, como en una especie de ventilación natural. «Pueden pasarse parados los meses que hagan falta, hasta que los sacamos para entregarlo al cliente final».
Antes de salir, como se ha citado anteriormente, el maíz blanco vuelve a pasar por el laboratorio, y se vuelven a medir los parámetros de calidad.
Como lo normal es que todo esté bien, aunque se sigan guardando las muestras del fin del proceso, los miles y miles de granos de maíz blanco salen con normalidad en los camiones de reparto hasta su destino final. «Y así, todos los días».
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