«Mi padre me hizo entrar en un quirófano con 14 años para que me acostumbrara»
«El mérito de Cáceres es que atrae a científicos del mundo entero», asegura el cirujano gaditano Salvador Pascual Sánchez-Gijón Próximo Hijo Adoptivo de Cáceres
MARÍA FERNÁNDEZ
Domingo, 2 de febrero 2014, 09:57
En marzo recibirá el reconocimiento de Hijo Adoptivo de Cáceres, aunque Salvador Pascual Sánchez-Gijón (Cádiz, 1955) asegura que debería ser él quien homenajeara a una ciudad que le tiene 'atrapado' por tener la capacidad de atraer a científicos de todo el mundo a través del Centro de Cirugía de Mínima Invasión (CCMI).
Casado y con tres hijos -dos varones, que estudian Medicina e Ingeniería Industrial, y una mujer, que es farmacéutica, Pascual reconoce que en el poco tiempo libre que le deja la cirugía laparoscópica (una técnica que permite operar el abdomen con tecnología mínimamente invasiva) se refugia en los libros. «Mi afición es leer. Ensayo, Historia y Filosofía es lo que más me gusta», cuenta.
Es el mejor mecenas que tiene el CCMI, en palabras de Jesús Usón, y lleva colaborando con el centro desde 1991. A través de su Fundación, ha posibilitado 16 becas de formación por un importe de más de 540.000 euros. Además, ha realizado varias aportaciones económicas que alcanzan un total de 45.000 euros para la investigación en el centro cacereño. El Ayuntamiento le nombra Hijo Adoptivo a propuesta del propio director científico del CCMI. El galardón le llega precisamente por su compromiso en potenciar esta región desde el centro de cirugía instalado en Cáceres.
El doctor Pascual aAboga por un plan estratégico entre los dos grandes partidos para garantizar que la sanidad sea universal y gratuita. «La educación y la sanidad son dos cosas fundamentales para la paz social y el desarrollo de la sociedad. No se debería recortar en estos campos», apunta.
-¿Cómo comenzó su colaboración con el CCMI?
-Conocí al profesor Usón en Videomec. Ambos formamos parte del jurado y rápidamente empezamos a charlar de la cirugía laparoscópica. Yo había empezado en el 90 y él era pionero en España, por lo que me pareció muy interesante lo que hacía en su cátedra. Entonces, él comenzaba con condiciones muy difíciles, pero tenía tanta ilusión para hacer cosas con tesón y trabajo que me ilusionó a mí también y decidí venir de vez en cuando a su centro.
-Cuénteme cómo fue esta primera etapa.
-Usón enseñaba a cirujanos a operar con laparoscopia en animales y empezamos a trabajar juntos. Por ejemplo, pusimos a punto una técnica en perros para la úlcera del estómago y luego yo hice la intervención en humanos en Cádiz. Ahí empezamos, y después ya se hizo el antiguo centro donde Usón contó con el apoyo de Rodríguez Ibarra. Son dos personajes diferentes, pero compartían la idea del trabajo y el bien común, entonces el uno confió en el otro. En el centro actual, ya creamos la primera beca de la Fundación Salvador Pascual para un ilustrador médico y luego ya fuimos ampliando el número.
-Organiza y dirige cursos, desarrolla proyectos de investigación, hace donaciones de obras de arte apoya económicamente a los jóvenes licenciados con becas de estudio...
-Las becas son una pequeña ayuda para el centro. Allí trabajan más de 130 personas y las becas son algo insignificante comparado con la gente que trabaja en el centro. Son casi todos extremeños, es gente muy preparada que viene en su mayoría de la facultad de Veterinaria. Disciplinados, que conocen muchos idiomas y que sacan adelante muchos programas de investigación. La Fundación colabora poco y de manera puntual. Se produce mucho en el centro, lo que permite que se autofinancia en un 70 por ciento. Además, creo que en años posteriores se va a autofinanciar en mayor capacidad. Son centros rentables para la sociedad y hay que apoyarlo.
-¿Además de becas a la ilustración, de qué más especialidades hay?
-Becas a la ilustración ha habido siempre. Sin embargo, a veces había que montar un nuevo servicio y destinábamos becarios a otras disciplinas, como ingeniería, imagen o en investigación. Para hacerse una idea, se hizo una investigación sobre un dispositivo electrónico para adelgazar y eso fue una becaria que estuvo durante tres años trabajando en esta disciplina. El cirujano que viene a Cáceres a explicar algo de mínima invasión conoce perfectamente ya la operación en abierto. Tiene que aprender a utilizar otros instrumentos y en vez de mirar directamente, hacerlo a una pantalla. Cuando aprendes eso en simuladores primero y luego en animales, el paso al humano no es en ningún caso un salto al vacío. Además, los que aprenden van después a hospitales donde se les tutoriza.
-No es usted de Cáceres, pero sí tiene familia natural de aquí.
-Sí, mi madre, María Josefa Sánchez-Gijón, y mi abuela, María Martínez Miguel. Cuando empecé a ir al principio me llevaba a mi madre conmigo a casa de su prima. Después murió y no pude seguir haciéndolo, pero si ella está en algún sitio y se entera de que su hijo será adoptivo de Cáceres se sentirá muy bien, y mi abuela también.
-En marzo se aprobará el nombramiento.
-No me merezco que me hagan hijo adoptivo. Debería de ser yo quien adoptara a Cáceres como familia. Yo sigo siendo muy feliz cuando estoy en Cáceres. No me cuesta ir allí, pero sí irme de allí. Me siento tan a gusto trabajando en el CCMI y hay tanta paz y sosiego en el centro de la ciudad. Hablamos de lo nuestro y estamos tan bien que me pregunto: ¿por qué me voy a ir? No veo méritos en ir a Cáceres a trabajar. El mérito lo tiene Cáceres de atraer a tanta gente. Tiene el centro 300 colaboradores científicos que vienen del mundo entero.
-¿Por qué decidió dedicarse al campo de la cirugía y más tarde, a la cirugía de mínima invasión?
-La primera vez que entré en quirófano tenía 14 años. Mi padre, que también era cirujano, me hizo entrar para mirar y que me acostumbrara al ambiente. Me dijo: 'si te mareas, te sales y te tiras al suelo'. La primera vez me tuve que salir. Cuando me recuperé me dijo: «Entra otra vez», y de nuevo me volví a marear. La tercera vez se acabó el mareo y ya nunca más. Hice la carrera, la especialidad, volví a Cádiz y a principios de los noventa leí en una revista médica de cirugía los 50 primeros casos de intervenciones de mínima invasión. Pensé: Éste es el futuro, tengo que aprender a operar otra vez.
-¿Hay novedades en sus proyectores actuales en el CCMI?
-Ahora estoy un poco más centrado en atraer empresas israelíes a Extremadura en distintos campos. Se trata de empresas que investigan, desarrollan dispositivos médicos y al traerlas para probarlas en el Ccmi, se hace posible que llegue al mercado un día. Ahora trabajamos en un dispositivo para tratar la incontinencia de orina. Pues bien, antes de los ensayos hay que probarlo en base a una serie de normas. Como ese, hay una serie de inventos que tratamos de traer y otros que se producen desde el propio centro de Cáceres.