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Paulita da un pase de pecho a su segundo toro. :: EFE
TOROS

Dos buenos toreros en Zaragoza: Paulita y Pérez Mota

Orillados y casi marginados, los dos torean la última del Pilar con gracia, torería y hasta algún golpe de magia. Corrida muy desigual de Pereda. Joselillo, herido en un gemelo

BARQUERITO

Lunes, 14 de octubre 2013, 11:14

Estaba anunciada una corrida de santacolomas de Ana Romero. Hubo una conspiración: los siete toros del envío pasaron encerrados en las jaulas del camión veinte horas porque no quisieron desembarcarlos a tiempo; todos dieron el peso; los siete, según atestiguan fotos, daban el tipo de Buendía-Santa Coloma, que tan puro se conserva en la ganadería. Y, sin embargo, seis de los siete toros fueron rechazados en el reconocimiento.

Lucas Carrasco -hijo de Ana Romero, y ganadero en ejercicio- hizo público un comunicado para expresas su desacuerdo y su protesta. Para los aficionados del país, donde la de Ana Romero es ganadería predilecta -premiada muchas veces en abonos y en corridas concurso-, la decisión de los veterinarios fue arbitraria y ajena a razón. Hubo deserción en los tendidos. Paulita, que tiene predicamento, traería de su natal y vecina Alagón su cupo de cien o doscientos fieles. Con ellos, ese millar largo de incondicionales que tiene en Zaragoza. Aquí lo quieren. De siempre.

La miel en los labios tras el rechazo de los toros titulares. Improvisada o no, vino a jugarse una corrida de los dos hierros de José Luis Pereda. El de su propio nombre y el de La Dehesilla. En uno y otro conviven las ramas de Núñez y Juan Pedro Domecq. Segundo y tercero eran cinqueños. Nada que ver el uno con el otro. El tercero, muy en Juan Pedro, fue el mejor de la corrida con diferencia; el segundo, más en Núñez, el más difícil y el más armado: un garfio jamonero el cuerno derecho, muy afilado el pitón. Salió manejable el cuarto; incierto el quinto; acusó algún vicio de manejo el primero, que se acostó descaradamente por la mano derecha; y se lo pensó lo indecible el sexto, que, bien toreado por Pérez Mota, acabó pasando pero sin descolgar ni una vez. No fue corrida brillante, y aunque tercero y cuarto salvaron los muebles, y el segundo tuvo su emoción y su picante, se echó de menos la corrida de Ana Romero. Habrá que seguir la pista a los toros devueltos. De cinqueños embisten todavía mejor que de cuatreños.

La corrida fue muy entretenida. Paulita estuvo muy inspirado; Pérez Mota, tanto o más. Más puesto Pérez Mota, que ha toreado poco este año -doce corridas-, pero bastante más que Paulita, que hacía solo su tercer paseíllo. Los dos tienen su aire agitanado, gusto, personalidad. Son de arte, pero de asiento. Tienen torería natural los dos.

A Paulita le pegó el primer toro solo en el tercer lance una voltereta feísima: lo empaló con la pala derecha por la entrepierna, la vuelta fue de campana y la caída muy brusca. Se supo sobreponer Paulita y le pegó, ya solo por la izquierda, tres lances muy embraguetados y airosos; en el quite repitió a la verónica y abrochó con media preciosa, que fue casi una revolera. Al cuarto lo toreó de salida en lances en línea de buen compás y, luego, en un quite, a cámara lenta se recreó en cuatro chicuelinas frontales abrochadas con un cuarto de lance y una media extraordinaria.

La apertura de faena de Pérez Mota con el tercero fue la joya de la corrida: cite de largo, dos naturales soberbios, el de pecho y una trincherilla; y, luego, una tanda en redonda muy despaciosa. Las dos faenas de Pérez Mota tuvieron el sello del temple y la cadencia, acento propio y gracia en los remates: cambiados por alto, pases de pecho, trincherazos, ayudados, el de la firma.

Los dos fueron trabajos de mucha fluidez, sencillos pero profundos. Toreo a suerte cargada, aunque valiéndose en exceso de la inercia del tercero, que tuvo bondad y motor. Faltó tal vez una tanda con la zurda y de romperse con el toro. Como era festejo matinal, no entendería el torero que procedía ponerse en el tercio donde daba el sol, que es la sombra teórica de Zaragoza, y la contraquerencia. Fue, por lo demás, de rica fineza la faena con un sexto toro entre reservón y apalancado, que se engallaba cada vez que iba a tomar engaño y que al tomarlo lo hacía con desgana notable. Con tenaza le sacó Pérez Mota lindos muletazos enroscados. Laboriosa la faena. A pulso. No le vio la muerte al tercero -estocada ladeada, dos descabellos- y sí al sexto, que fue a la hora de cruzar bastante más difícil. Al tercero le pegó en el recibo media verónica espléndida.

La faena de Paulita con el toro que le había levantado los pies fue muy meritoria. Un punto andarín, con ganas de soltarse, el toro se quedó más de una vez o se puso por delante. Con la mano zurda Paulita toreó con pureza: los cites con el medio pecho, apenas abierto el compás, ninguna ventaja, temple auténtico. Con el cuarto, muy ancho de cuna y astifino, de embestida mustia y algo probón -»un toro soso», dicen los toreros-, cuajó con la diestras dos tandas felices. Una de ellas, de hasta seis muletazos ligados. Fue faena de recorrer mucha plaza. Demasiado encima Paulita cuando se puso por la mano izquierda. La improvisación, muy genuina, tuvo su gracia. Una buena estocada.

La fiesta tuvo un infortunio: Joselillo se fue al suelo cuando pegaba al quinto solo el tercer muletazo de rodillas, cayó inerme y a merced del toro y salió apaleado y corneado en el gemelo. No pudo ni ponerse en pie. La herida era profunda. Paulita liquidó el toro como mejor pudo. Como el segundo fue el toro problemático, y el más ofensivo, la papeletea no fue sencilla. Le costó a Joselillo meter al toro en el engaño y no llegó a lograrlo. Denuedo, voluntad, firmeza. Y una faena demasiado monótona. Y sin eco.

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