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Los jugadores del Barça celebran el gol de Alba.
Un rey de Copas con alma y Messi
final

Un rey de Copas con alma y Messi

El Barça, que jugó una hora en inferioridad sujetado a Iniesta, revalida el título en la prórroga tras dos chispazos del argentino

Rodrigo Errasti Mendiguren

Domingo, 22 de mayo 2016, 10:09

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El Barcelona refrendó su condición de rey de Copas al sumar su título vigésimoctavo título ante un Sevilla que le obligó a demostrar que no sólo es un conjunto de estrellas que elaboran buen fútbol. El de Luis Enrique es un equipo con corazón, que ya superó su vértigo en Liga para salir campeón, y que rindió mejor en inferioridad haciendo buena la leyenda de Helenio Herrera de que se juega mejor con diez que con once. Le puso a la final lo que le exigió cuando los obstáculos (en forma de expulsión o lesión) aparecieron. Derrochó casta y valentía, para resistir y conseguir en la prórroga una victoria épica ante un Sevilla que, por momentos, no tuvo la determinación que le exigían los ánimos de su afición.

En el Calderón, en pleno debate por banderas e himnos, el Barça demostró que no sólo es el rey de la Copa por títulos sino por efectividad cuando se planta en las finales. Compareció decidido a superar fiel a su estilo frente al rival que esta campaña le había puesto en más complicaciones durante las tres veces que se habían medido. Saldadas las ligueras con una victoria local por cada bando, estaba muy presente la de la Supercopa de Europa jugada en Georgia, donde sólo la prórroga desequilibró un duelo apoteósico, trufado de goles (hasta 9) y que sirvió de pistoletazo a una campaña en la que el dominio del fútbol español en Europa ha vuelto a quedar refrendado con otro doblete continental.

La voluntad azulgrana era una pero la noche no estaba para eso. El ritmo de las piernas le condujo a otra realidad bien distinta. Enfrente, el Sevilla tenía el plan claro. Tapar la línea de pase de centrales a los medios con Iborra, replegar, asentarse en la precisión de Banega y buscar las carreras de Gameiro, una pesadilla con espacios que incomprensiblemente Deschamps ha optado por no usar en la Eurocopa. No debieron tener en cuenta los protagonistas que se regó en los instantes previos porque hubo muchos resbalones. Buscó Emery repetir éxito con el doble lateral en la derecha, una buena manera para frenar a Neymar que tampoco ayudó a Jordi Alba cuando lo necesitó. En uno de esos dos contra uno tuvo la opción Coke pero a diferencia de Basilea no acertó en el remate de primeras. Después Ter Stegen se empeñó en demostrar que tiene manos. El duelo no provocaba las taquicardias veraniegas del mencionado de Tiflis.

Un pelotazo cambia todo

El Barça, algo desconectado y sólo con Iniesta ofreciendo detalles, tenía la pelota y, quizá por el recuerdo reciente de lo vivido ante el dueño del estadio, estaba muy concienciado de la necesidad de recuperar tras pérdida. Mientras unos gritaban Que viva España y los otros coreaban al Betis, el duelo no terminaba de adquirir emoción. Entonces, un balón aéreo modificó todo. El saque de puerta de Rico lo prolongó Iborra anticipándose a Piqué, Gameiro ganó la espalda a Mascherano y provocó la roja del argentino, que trabó al galo en la media luna. Partido nuevo.

El soberbio golpe franco posterior de Banega lo despejó de modo plástico Ter Stegen. Piqué, enorme en las dos áreas, asustó al sector sevillista a balón parado antes del bocadillo. En la caseta, donde Emery no llegó al corazón de los suyos como hace cuatro días, Luis Enrique optó por sacrificar al que fuera capitán sevillista. Quería evitar seguir con Busquets de central improvisado e Iniesta, de mediocentro. Por eso se fue Rakitic, el más débil y menos habilidoso, para que la entrada de un nuevo central (Mathieu) dejase ordenado al equipo en 4-4-1 con Messi de interior y sólo Suárez arriba.

El plan duró menos de diez minutos. Se fue llorando lesionado el uruguayo, quizá por tanto partido consecutivo para prolongar su momento anotador. Y el 10, que se llevó un golpe en la cabeza, adelantó su posición al ocupar Rafinha la suya. Pese a tanta adversidad, se mantenía dentro de la final el conjunto azulgrana. El Sevilla, jaleado por su bulliciosa hinchada, optaba por buscar la gloria con intentos lejanos. Banega, comprometido hasta el último minuto con la causa hispalense, la rozó pero se topó con el palo.

Iniesta y Piqué, soberbios

En el ecuador del segundo acto, daba la sensación de que un gol bastaría para tumbar al Barça, que se resistía a un Sevilla que no encontraba el modo de golpear a un rival que se tambaleaba. Emery reaccionó con Konoplyanka, un anárquico que podría agotar la batería vital de Alba. Asentado en la pausa de Iniesta, que completó eslaloms de sus mejores épocas y que generan esperanza para el desafío de la selección en Francia, el campeón liguero no parecía temer a la prórroga. Dos esprints de Neymar provocaron dos faltas, una que se saldó con dos amarillas para los culés por protestar y en otra una roja directa a Banega.

Al igual que en Inglaterra, Portugal, Alemania e Italia nuestra final copera alcanzó el tiempo extra. Ahí el Barça mostró más determinación y aprovechó que Messi, tras unos minutos de baja participación, se activó. Como si fuese un mediocentro buscó la espalda de la defensa viendo que Alba corría con más fe que Vitolo. Fue un pase digno de Beckenbauer. El remate, pese a ser algo mordido y en carrera, fue suficiente para que la genialidad no cayese en saco roto. El argentino quiso finiquitar el asunto, pero Rico estuvo soberbio ante Piqué, Alvés, Busquets y Neymar.

Los más noctámbulos soñaban con los penaltis, pedían a Emery que agotase sus cambios. El guipuzcoano al fin rescató al olvidado Llorente soñando que podría aprovechar una pelota en el área y conceder una moratoria desde los once metros. No sucedió porque este Barça fue el que golpeó aprovechando que Carriço se fue a la caseta cuando ya se celebraba. Neymar aprovechó un balón filtrado por Messi para confirmar que este Barça ha aprendido a sufrir, a luchar y a gestionar sus ventajas. Ya tiene todo para ser un campeón de leyenda.

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