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HIGINIA GARAY
Residencias: envejecer con futuro

Residencias: envejecer con futuro

Invertir más recursos en las residencias y reforzar el servicio de ayuda a domicilio son apuestas indispensables para superar la negra estela dejada por el coronavirus

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Domingo, 26 de abril 2020

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Lo ocurrido con nuestros mayores no puede volver a pasar». Habla José Augusto García Navarro, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), sustentado en las informaciones oficiales que apuntan a que el 68% de los fallecidos en España por coronavirus o con síntomas similares vivían en residencias. Se refiere también a cómo se han ido, sin sentir la mano de sus familiares. Los datos que llegan desde estos centros, salpicados por puntuales y llamativas actuaciones que han provocado la apertura de diligencias civiles y penales, han contribuido a que la atmósfera que les envuelve se haya vuelto triste, siniestra.

Así, no es raro escuchar opiniones sobre la necesidad de buscar otro modo de abordar la última etapa de la vida, y, en ocasiones, el desconocimiento sobre las distintas realidades del proceso de envejecimiento está llevando incluso a cuestionar una sociedad que 'se desentiende' del cuidado de sus mayores 'abandonándolos' en residencias. Olvidando que hay dos formas de llegar a este momento, la más o menos buena y la terrible. Ojalá todos pudieran viajar a Benidorm con el Imserso o irse a vivir con amigos a un 'cohousing' o a un pueblo abandonado y rehabilitado. Muchos no son siquiera capaces de estar sentados con sus achaques frente a la tele o contando 'batallitas' a los nietos. Algunos deben ser duchados en camillas especiales entre dos personas, que utilizan grúas para sentarlos en el retrete o en la silla de ruedas y meterlos y sacarlos de la cama. Alimentados a la boca, cambiados sus pañales. Muchos no saben ya ni quiénes son. Vigilados las 24 horas. Todo eso hacen las residencias, difícilmente sustituibles para cuidar a los menos agraciados en esta lotería que es la vejez.

Varias alternativas

El psicólogo Juan Castilla habla de una tendencia alternativa:«En vez de que la persona mayor gire su vida en torno a horarios, turnos, actividades de la residencia, que sea esta la que gire en torno al usuario; hoy no es rentable y no tienen aprendida esa forma de trabajar, pero es buen camino». Los apartamentos 'resort' o tutelados y los 'cohousing' son modelos «que pueden funcionar, pero asociados después a centros para dependientes para una atención integral. Lo mejor es poder elegir».

¿Qué ha fallado para tener tantas bajas? «Son campo abonado para que se multiplique el virus –señala García Navarro–; no son hospitales, pensados para aislamientos, sino que están diseñadas para el contacto comunitario. Y hablamos de personas tremendamente vulnerables por la edad y las enfermedades, con dependencia, que necesitan mucho contacto, con lo que los trabajadores resultan también contagiados».

Explica el geriatra que, en personas tan mayores, la enfermedad puede manifestarse de otra forma, sin fiebre ni tos, a veces con diarrea, y aquellos con trastornos de la conducta pueden estar más nerviosos o más dormidos... «Sumas los asintomáticos y es fácil despistarse, hemos dado tiempo a que el virus se expanda». Subraya que test y protecciones han llegado «tres o cuatro semanas después que a los hospitales. El trabajar sin protección ha provocado que el 30, 40 y hasta el 50% de la plantilla estuviera en aislamiento y sin sustitutos, con lo que cada trabajador ha podido tener a su cargo al doble de residentes». Por todo, pide un aplauso «grandísimo» para ellos por «haberse dejado la piel». «Hay que recordar que las consecuencias nefastas de las residencias se han reproducido por todo el mundo».

Hay 9 millones de mayores de 65 años en España y solo el 4% (380.000) están en alguna de las 5.457 residencias españolas. La gran mayoría, además de la edad, tienen 3, 4 o 5 enfermedades graves, y el 50%, una dependencia física importante con demencias y trastornos del comportamiento. «Esta crisis –explica el médico– nos ha enseñado que en las residencias hay que incrementar los controles de calidad sobre ratios de personal por residente, alimentación, ejercicio, protocolos sanitarios... Y crear una red de centros acreditados por la Administración con dos perfiles, unos más de núcleo de convivencia y otros más sociosanitarios».

Juan Castilla Rilo, doctorado en psicología clínica de la salud, gerontólogo y director de centros de servicios sociosanitarios, apunta la otra apuesta de futuro al margen de las residencias, el Servicio de Ayuda Domiciliaria (SAD), ya sea en los hogares o en pisos tutelados: «Hay que reforzar el SAD pero de verdad, porque hasta ahora ha sido un fracaso, mal pagado y centrado muchas veces en limpiar la casa, cuando lo que hay que hacer es atender a las personas frágiles y vulnerables, ducharlos, alimentarlos...».

Menos de 1.000 euros al mes

Durante años, Castilla dirigió varias residencias, una de ellas con 240 plazas y donde como curiosidad vive desde 2015 Carmen Sevilla, aquejada de alzheimer. El psicólogo coincide en aplaudir a los profesionales, «que llevan muchos años trabajando de forma excepcional y sin los recursos necesarios. ¿Y ahora se juegan la salud y hasta su vida sin medidas de protección, trabajando seis días seguidos, siete horas o más, doblando turnos, y muchos de ellos por menos de 1.000 euros? ¿En serio? Esto nos enseña lo que es esencial y lo que no. Además, muchos centros han sido previsores y no han tenido contagios ni fallecimientos». Considera que hay una «responsabilidad administrativa o política que no debe manchar ni al recurso de las residencias, muy útil y necesario en un país tan envejecido como España, ni a sus profesionales. Y mucho menos culpabilizar a las familias; estas personas necesitan cuidados de calidad las 24 horas y se dan en estos centros».

A los culpables de las cifras de víctimas ya citadas, añade que en algunos casos se ha producido 'edadismo' (discriminación por edad) a la hora de darles atención hospitalaria. «Tenemos las cifras que por desgracia nos merecemos por no hacerlo bien, y nos tendrían que avergonzar. No solo por la mala gestión preventiva, sino porque muchos han muerto solos, lo más injusto que le puedes hacer a una persona y su familia».

–¿Cuál es la conclusión?

– No se pueden escatimar recursos. Desde hace años, no se financian como deberían las plazas públicas o concertadas, los recursos de las públicas que se pagan a empresas privadas se han ido reduciendo, el 'te pago menos dinero por la gestión de la plaza y no te exijo tanto personal' hace daño al recurso y a los usuarios.

–Los centros privados son mayoría, aunque las plazas públicas, sumando los concertados, representan más de la mitad. ¿Público o privado ?

–No se controla eficazmente la calidad ni en públicas ni en privadas. El debate no es ese, y ha habido residencias públicas con más muertos que en privadas. El debate es si queremos apostar con calidad en el sector. Este es un gran negocio que necesita gran inversión y se amortiza a medio, largo plazo. Los cinco grandes grupos, la mayoría de capital extranjero, se llevan grandes beneficios (1.000 millones de euros), y como sus plazas públicas se pagan bajo lo compensan subiendo el precio a residentes privados. Porque tienen que dar beneficio y es bueno que lo den, pero entonces hay que invertir más en los centros privados para que los gestionen mejor y exigirles más ratios y calidad. Hay miles de residencias y no son noticia de situaciones tristes, muriendo gente todo el año. Y es porque se trabaja bien. Pero se puede trabajar mejor.

«Se ha criminalizado nuestro sector y los centros de mayores»

Andrés Rodríguez dirige Macrosad, innovadora cooperativa andaluza fundada en 1994 que gestiona 16 residencias y centros de día, además de dar Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD) a 10.100 usuarios. No está satisfecho con la imagen de las residencias que el coronavirus ha dibujado estos días: «Hemos sido estigmatizados, algunos políticos y medios con noticias de tinte amarillista han criminalizado el sector y los centros de mayores».

Incide en que «hasta hace 30 días» las residencias no estaban consideradas servicio esencial pese a acoger a la población más vulnerable. «Hemos afrontado esto con nuestros medios y anticipándonos en los planes de confinamiento y protocolos de actuación. Nos hemos adaptado en tiempo récord a modelos hospitalarios, ¿qué sector ha tenido esa capacidad de modificar en días un sistema organizativo y productivo en un centro de trabajo con sus profesionales y clientes dentro, sin podernos permitir el lujo de reflexionar sobre el modelo más adecuado, haciéndolo y aprendiendo en el día a día? En un futuro habrá congresos y foros y se hablará de nuestras buenas prácticas de gestión».

Viendo que las residencias tuvieron que cambiar el 16 de marzo «a martillazos», ahora pide a las autoridades completar el cambio con normativas y recursos «para no seguir en un sistema infrafinanciado». «Los salarios del sector, por ejemplo, son muy bajos, lo que no permite plantillas estables, retener el talento». Apunta hacia una «mayor customización del servicio a través de pequeñas unidades de convivencia, donde la persona usuaria participe en la elección de quién y cómo le cuida y con quién convive. En Macrosad, llevamos un año y medio trabajando en este modelo, pero la COVID-19, en nuestro caso y el de otros centros, lo ha acelerado de forma exponencial».

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