«A mi padre le quisieron matar los dos bandos de la Guerra Civil»
«En Extremadura, a riesgo de que me califiquen de iluso, creo que el turismo y los servicios son los sectores que tienen más futuro». Hijo de un ministro de la II República, toda su vida ha sido una apuesta por la economía social Diego Hidalgo Schnur Intelectual, empresario social y filántropo
JUAN DOMINGO FERNÁNDEZ
Sábado, 19 de junio 2010, 12:16
-Cuando en el DNI se especificaba la profesión, ¿qué figuraba en el de Diego Hidalgo Schnur?
-Ponía economista, a pesar de que no soy economista. Pero es que soy un tipo muy difícil de definir. Porque estudié Derecho, después estudié Administración de Empresas, he sido un desastre como empresario, por lo menos no he ganado nunca dinero cuando he querido ganarlo, en cambio lo he ganado cuando no pretendía ganarlo... Se puede decir que soy un muy mediocre empresario en el sentido tradicional; en cambio he tenido éxito como empresario social. Mis logros son en el empresariado social para tratar de mejorar la situación del mundo.
-En la Wikipedia dicen de usted que además de intelectual y hombre de negocios es un filántropo. ¿Pero qué es exactamente un filántropo?
-En el sentido etimológico alguien que ama a la Humanidad y supongo que alguien que quiere mejorar la situación del mundo, que pone sus medios, su capital o su trabajo al servicio de la Humanidad.
-¿Se reconoce, entonces, en esa definición?
-Sí, aunque en España tiene una connotación peyorativa que no la tiene en otros países. Pero sí me reconozco y además estoy orgullosísimo porque me distinguieron en 2008 como el mejor Filántropo Europeo y este año me ha dado un premio fantástico el Centro de Desarrollo Global que se llama 'Compromiso con el Desarrollo', que antes solo le habían dado a Gordon Brown, por ejemplo, como persona física, pues normalmente se concede a instituciones. Y como uno siempre quiere ver la cara mejor de sí mismo, me reconozco como filántropo.
-Es hijo de un notario que además fue ministro de la II República. ¿Usted es monárquico?
-Mi padre luchó contra la monarquía. De hecho, tanto mi abuelo como mi bisabuelo fueron instrumentales, o por lo menos participaron en el exilio, de la reina Isabel II y en el caso de mi padre en el exilio del rey Alfonso XIII. Sin embargo, yo me he hecho monárquico. Primero me he hecho 'juancarlista' porque me parece que tenemos un rey fantástico. Pero también creo, después de haber estudiado las ventajas e inconvenientes del sistema monárquico, que si el monarca es bueno, es mucho más rentable para un país y para su vida política el tener un personaje como jefe de Estado que no sea elegido.
-Cuando murió su padre le dieron el pésame, por separado, Franco y 'La Pasionaria'. Eso es casi una metáfora de lo que iba a venir después, de la Transición, ¿no?
-Pues sí, eso fue cuando murió mi padre, en 1961. Pero en 1936-1937, los dos bandos de la Guerra Civil quisieron matar a mi padre. Por eso mi padre me hizo prometer que yo nunca me dedicaría a la política. Porque cuando estás en el centro, o tienes una posición equilibrada y el espectro se polariza, las bofetadas te caen todas a ti.
-Sin embargo, la ha tocado de forma tangencial porque reuniones como las que ha fomentado con el Club de Madrid sí son fundamentalmente políticas.
-Claro, yo he creado el Club de Madrid. Y lo he conseguido con el apoyo de muchísima gente, como Gorbachov, el presidente Clinton, el rey Juan Carlos, Felipe González, Aznar y otra serie de personalidades... Pero eso es la política internacional, no la política española. La política española no la he tocado, aunque añado que tengo una rémora terrible: y es que aquí está muy polarizada mi vida política. La gente del PP piensa que soy del PSOE y la gente del PSOE piensa que soy del PP. Eso es terrible.
-El Rey le presentó a Clinton y dijo de usted que era «su hermano, su amigo, su apoyo...». ¿Se lleva bien con el Rey?
-Me llevo muy bien. Realmente le quiero mucho. Además, me ha hecho el honor de ser padrino -a propuesta suya, por supuesto, no mía- de mi hija pequeña, de mi hija Melania.
-Su madre pertenecía a una acaudalada familia judía, con castillo propio en Francia, tras haber abandonado Berlín por la ola antisemita. ¿Qué es lo que más le debe a ella?
-Le debo muchas cosas. La recuerdo muchísimo. Mi madre era una intelectual, también filantrópica, que hablaba nueve idiomas aunque no llegó a enseñarme ninguno, porque yo cuando tenía 15 años apenas hablaba francés y un poco de inglés. Pero le debo mucho, al igual que a mi padre, por el valor de la solidaridad y el tratar de ser autosuficiente. Tener un cierto pundonor para avanzar en la vida y ayudar a los más desfavorecidos.
-¿Su trabajo en el Banco Mundial le hizo tener una visión piadosa de los mercados internacionales?
-Entonces no había mercados internacionales. Cuando yo estuve en el Banco Mundial, en los años 60 y 70, no estaban globalizadas las finanzas. Los mercados realmente no incidían sobre el comportamiento de los países. No existían.
-¿Entonces, técnicamente, a partir de qué momento podemos hablar de globalización o mundialización?
-Un momento importante es la caída del Muro de Berlín.
-¿Esa fecha marca la frontera?
-Creo que sí. Quizás venía de un poco antes, pero hay dos momentos clave. Uno es la muerte de Mao Tse-Tung y el ascenso al poder de Deng Xiaoping, en China, que decide, a partir de 1978, que China, aún siendo un país comunista, tenga un sistema ferozmente capitalista. Es decir, con dos sistemas. El segundo momento es la caída del Muro de Berlín, en la que 2.000 millones de habitantes del planeta pasan definitivamente de un sistema económico de planificación centralizada a un sistema de mercado. Ahí empieza la globalización, ahí empieza la competencia feroz, ahí empieza a haber ganadores y perdedores y ahí empiezan a actuar los mercados financieros.
-¿Y ha sido buena esa evolución o nos tendríamos que lamentar de ese cambio?
-Pues yo creo que es como todo. Cuando se inventó el cuchillo servía para cosas muy útiles y también para cosas muy perversas. Los mercados han servido para cosas útiles y para cosas muy perversas. Han servido para cosas útiles porque han impulsado la globalización, el desarrollo y han mejorado el estándar de vida, pero los mercados por naturaleza ni se autocorrigen, ni se autorregulan ni se autoequilibran. Y cuando digo que no se autocorrigen, quiero decir que no se autojustifican, no tienen una justificación ética propia.
-¿Entonces es un proceso irreversible el de la globalización?
-Yo creo que es irreversible la globalización, pero también creo que los habitantes del planeta y los gobernantes en algún momento llegarán a la visión de que hace falta un gobierno mundial; es decir, que no se pueden combatir problemas globales desde unidades nacionales. Los países tienen que unirse. Estados Unidos, a lo mejor, hace diez años podía conseguir lo que quería en el escenario internacional; ahora ya no. Ahora ya tiene que haber por lo menos un G-2 entre Estados Unidos y China. Desgraciadamente la Humanidad ha reaccionado bastante tarde a las catástrofes. Las actuaciones y los cambios en la arquitectura del gobierno mundial se han dado cuando ya se habían producido las catástrofes o cuando estaban a punto de producirse. Todavía subsisten las Naciones Unidas, que son necesarias, pero están adaptadas a un mundo de los años 40 y no del año 2010. El escenario mundial es completamente distinto. Y recordemos que las Naciones Unidas, el Banco Mundial y el Fondo Monetario se crearon de puntillas, mirando hacia atrás, después de dos guerras mundiales y una depresión en medio. Ahora necesitamos imperiosamente un cambio de gobierno que una a los países para combatir problemas como los de la crisis económica, que solo se pueden combatir globalmente. -Ha sido profesor en la Universidad de Harvard y presidente del Consejo Social de la UEx. ¿El prestigio de las universidades es un factor que depende de sus presupuestos?
-Hasta cierto punto sí, si es capaz de atraer a las mejores personas. Suponiendo que los catedráticos se muevan por móviles crematísticos, desde luego que sí; y además es un círculo vicioso o virtuoso, según como se vea, porque los ex alumnos, por lo menos en las universidades americanas -no en las españolas- contribuyen con gran parte de los recursos. Por ejemplo, la Escuela de Administración de Negocios a la que yo fui en los años sesenta, tiene un capital multimillonario gracias a que todos los años los ex alumnos contribuyen con cantidades exorbitantes de dinero que le permite disponer de los mejores medios y de los mejores profesores.
-¿Cómo recuerda su encuentro con Borges?
-Fantásticamente, porque no sólo fue un encuentro, sino una relación estupenda. Lo primero que nos unió es que los dos nos sabíamos la lista de los reyes visigodos. Y él no sólo se sabía la lista sino que se sabía la vida y milagros de cada uno. Y al final, tengo el orgullo de que antes de morir me convertí en su mejor amigo, al que él hacía todas sus confidencias sobre sus sentimientos amorosos, religiosos y de todo tipo. Fue una amistad inolvidable.
-¿Y habiendo sido alumno del Colegio Estudio también le hacían aprenderse la lista de los reyes godos?
-Esa me la hizo aprender mi padre. De todas maneras, el Colegio Estudio tenía una particularidad, y es que la directora era doña Jimena Menéndez Pidal, hija de don Ramón Menéndez Pidal. Entonces nosotros, en todo lo que era literatura, historia, etcétera, pasábamos muy rápidamente por la era antigua (por supuesto el Paleolítico, Neolítico, los griegos, romanos...), pero llegábamos a la Edad Media y nos parábamos ahí. [Risas]. Entonces sabíamos mucho más sobre la Edad Media que los niños de otros colegios. En mayo llegábamos al descubrimiento de América y la Edad Moderna y pasábamos muy deprisa. Nos sabíamos el Cantar de Mio Cid y muchos, los reyes visigodos.
-Le gusta el baloncesto y creo que sabe tocar la guitarra. ¿Cuál de esas dos aficiones le ha dado más alegrías?
-Pues parecidas, pero realmente las dos las tengo abandonadas. Yo creo que voy a recuperar la guitarra. No es fácil que recupere el baloncesto nada más que como espectador, porque ya me he roto bastantes huesos, ligamentos, meniscos... [Risas].
-Pero sigue mucho los partidos de la NBA, ¿no?
-Sigo la NBA. Soy fan de los Boston Celtics. Soy muy aficionado y voy a muchos partidos con mi hijo David y mi hija Melania.
-¿Cree que falta mentalidad emprendedora y empresarial en Extremadura?
-No. Ni emprendedora ni empresarial. A mí me impresiona mucho la experiencia, por ejemplo, de Los Santos de Maimona, donde el director de la Fundación citó a los santeños a que presentaran sus ideas empresariales y trajeron más de trescientas ideas, de las cuales, sesenta o setenta se convirtieron en proyectos. Yo creo que ha faltado iniciativa. Y todavía falta infraestructura empresarial como faltan muchas cosas en Extremadura, pero el espíritu está ahí.
-Viaja mucho al cabo del año, ¿pero dónde pasa más tiempo, en Washington o en Madrid?
-En Madrid. Voy cada mes a Boston y a Washington, porque tengo hijos en Estados Unidos (ahora cuatro de ellos viven allí) y voy a verlos. Aunque ellos son o demasiados pequeños o tienen ya hijos, mis nietos. Como su movilidad es más reducida yo voy a verles.
-¿Por qué constituyó la Fundación Maimona?
-Primero, por un cariño enorme al pueblo en el que nació mi padre y porque yo me he sentido siempre santeño. Y porque me parecía que era interesante crear esa fundación en un pueblo que estaba en franca decadencia, donde en tiempos de mi padre había 13.000 habitantes, luego bajó a 11.000, y después la fábrica de Asland, que era la vida del pueblo, se extinguió y bajó a 8.500 y luego a 6.800. Había mucho paro y yo tenía algunas ideas de cómo se podía dinamizar el pueblo. Lo que pasa es que la realidad ha superado con mucho lo que esperaba de la fundación, gracias sobre todo a Alejandro Hernández, su director. Yo pensaba que necesitaba a una persona joven, que hubiera sido empresario, dinámico, con experienciaen organizaciones de promoción empresarial, que hablara inglés, que quisiera vivir en Los Santos de Maimona o en la comarca, pero además es que he encontrado a alguien con una mano izquierda tremenda. Porque hace falta mucha mano izquierda cuando estimulas a tu gente para que te traiga proyectos y tienes que rechazar ideas empresariales no viables y conseguir que los autores no se marchen con resentimiento contra la fundación. Así que ha sido una experiencia estupenda.
-¿Qué sector productivo cree que es el que tiene más futuro en Extremadura?
-A riesgo de que me califiquen de iluso, yo creo que el turismo. El turismo y los servicios. Siempre pensaba en cuándo se despertará China. Y cuándo se despertará India. Entonces, no es para mañana, pero sí para pasado mañana. Creo que eventualmente China va a alcanzar niveles de prosperidad. Y todos los años 20 o 30 millones de habitantes van pasando de la clase pobre a la clase media. Y así como Japón tuvo su impacto como potencia turística en el pasado, los asiáticos no buscan ese turismo de playa para broncearse (todas esas cosas les dan horror), lo que buscan son espacios, cultura, poca densidad de población, gastronomía, buena calidad de vida, conservación del medio ambiente... y yo sueño (yo no lo veré, pero sí mis hijos y mis nietos), con decenas o millones de chinos que querrán conocer Extremadura y que serán una fuerza importante. Aparte de eso, creo también que tampoco los europeos que se retiran ahora, que llegan con más luz que la que tienen en sus países nórdicos, no van a buscar necesariamente la playa sino lugares vivibles donde haya seguridad, protección del medio ambiente y donde haya calidad de vida. Creo que muchos vendrán a establecerse aquí. Por tanto, todo el sector turismo, servicios, protección social, etcétera, creo que tiene gran futuro.