Camboya. La eterna sonrisa
elvira gallero
Lunes, 23 de marzo 2015, 21:11
Llegué a Phnom Penh cuando estaba amaneciendo. En inmigración del aeropuerto no me aceptaban euros para pagar la visa de 30 días y el funcionario no me dejó opción ninguna de un cambio justo sentenciando: here,euros same dolars!, así que pagué el dólar a precio de euro, teniendo claro que el departamento de inmigración de los aeropuertos no es un buen lugar para discutir. A la salida, las opciones eran tuc-tucs o taxis, pero no había autobuses al centro. Peleé el precio con un tuc-tuc que ya tenía sentado un cliente alemán y podía darse el lujo de bajarme el precio a mí y hacer más productivo el viaje, y le indiqué que me llevara a Riverside, la zona centro al lado del rio, según me habían comentado, la zona con más opciones para backpackers. El tipo se pasó todo el trayecto intentando convencerme de que el guest house de su primo era bueno, bonito y barato (intentando comisionar), cuestión que zanjé con un simple: mis amigos me han reservado habitación en el que ellos están, pero gracias. Tras medio hora de búsqueda con las mochilas amenizándome la caminata, encontré un sitio económico y limpio para quedarme, mis dos únicas condiciones (a veces incluso puedo prescindir de la segundaajajaja).
Los tuc-tuc resultaban caros para moverse por la ciudad .Así que al día siguiente decidí probar suerte, salí a la calle y paré a un motorista ofreciéndole 1 dólar por llevarme a donde quería ir, y después del regateo de costumbre, aceptó. Bien, ya sabía que por un dólar podría conseguir los trayectos. Los paseos en moto por la ciudad los disfrutaba como si nunca me hubiera subido a una. Cámara en mano, iba inmortalizando cada detalle. Mis ojos siempre buscan inconscientemente la foto en cada rincón, es defecto de fábrica. Lee el post completo en Viajando sin mapas.