Desde el mes de abril Cáceres revive. Tras un letargo marcado por el invierno y la pandemia, la calles de la ciudad han vuelto a ... llenarse de gente. La bajada de la Virgen de la Montaña y la quema del dragón por San Jorge han envuelto a esta pequeña capital de provincia en un ambiente que se echaba de menos y que continuará gracias la celebración del Womad. Ese festival, que cumple 30 primaveras, promete llenar las plazas de la parte antigua de música. Los cacereños llevan sin hacerlo dos años y esta edición, con 20 conciertos que se desarrollarán en las plazas Mayor y de San Jorge desde el 5 al 7 de mayo, se avecina multitudinaria.
Como siempre, no hay nombres muy reconocibles, algo que no impide que los cacereños y miles de visitantes disfruten de la música y abracen a otras culturas. Aunque en ocasiones lo hagamos sin entender una sola palabra, el buen ambiente se apodera de esta cita. En esta ocasión se ha hecho esperar. Entre otras cosas, no solo por la pandemia, sino por la tardanza de los organizadores en presentar el programa. Se ha anunciado tan solo con cinco días de antelación. La burocracia, dicen, les han impedido hacerlo antes.
Pese a la espera ya está aquí y es como si fuera un 'Déjà vu'. La polémica, como otros tantos años, se repite con el gran dilema: el botellón. Los organizadores esperan que el consumo masivo de alcohol y el plástico no invadan esta fiesta. El alcalde, Luis Salaya, ha pedido a los asistentes no hacerlo. Sin embargo, es tan solo eso, una petición. No hay nuevas medidas para evitar esta práctica. Tan solo los controles de seguridad para que no se entre con cristales y tapones a la Plaza Mayor. Esa medida ya lleva años implantada y, a juzgar por la imágenes, no ha servido de mucho. Esperemos que esta vez el botellón a ritmo de reguetón no engulla a los escenarios de Womad.
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