Papanatas útiles
Camino a Ítaca ·
Troy Nahumko
Sábado, 20 de enero 2024, 07:59
La voz incorpórea al otro lado de la chasqueante línea estaba nerviosa. «Troy, necesito saber dónde estás ahora mismo». Era mi jefe y, aunque teníamos ... una buena relación, la pregunta me pareció un poco intrusiva, ya que estaba de vacaciones durante un paréntesis semestral.
«Estoy en Saada, cerca de la frontera con Arabia Saudí», respondí de mala gana. «Eso es lo que me temía. Tienes que largarte de allí cuanto antes y volver aquí, a la capital, Saná. Acaba de estallar una guerra entre el gobierno y un grupo rebelde. Ponte en la carretera lo antes posible antes de que la cierren o la bombardeen».
Vivir y trabajar en Yemen siempre tiene sus sorpresas. Los hombres llevan abiertamente por la calle ametralladoras maltrechas y encintadas pero una guerra en toda regla estaba llevando las cosas a un nivel completamente nuevo.
Justo el día anterior habíamos visitado el mayor mercado de armas al aire libre de la región. Estaba lleno de hombres probando Kalashnikovs, bazookas, pistolas españolas, artillería pesada e incluso tanques. Era el lugar ideal para la rebelión que se estaba produciendo a nuestro alrededor.
Esa llamada telefónica tuvo lugar hace poco más de 20 años, en 2003. Un pequeño grupo de fundamentalistas zaydíes, Ansarullah o, como se los conoce más comúnmente, los hutíes, se alzaron en armas contra Ali Abdullah Saleh, el hombre fuerte desde hacía mucho tiempo.
Los combates no cesaron y siguieron apoderándose de más territorio hasta que, en 2015, capturaron la capital, Saná, y depusieron al sucesor de Saleh, Abdrabbo Mansur Hadi, que acabó exiliado en Arabia Saudí.
Un año después, Riad lideró una coalición internacional, que incluía a estados vecinos como Emiratos Árabes Unidos, para restaurar a Hadi en el poder. Desde entonces, esta coalición saudí y los hutíes, apoyados por Irán, libran una soterrada guerra por el poder entre las superpotencias regionales.
Pero todo esto fue hasta el 7 de octubre y los crímenes de guerra de Hamás en Israel y la posterior invasión genocida de Gaza por los israelíes. Aprovechando el abrumador apoyo a la causa palestina a nivel local, los hutíes comenzaron a atacar buques de transporte marítimo vinculados a Israel en el estrecho de Bab al-Mandab y la vía marítima del mar Rojo que conduce al Canal de Suez, amenazando así un porcentaje sustancial del transporte oceánico mundial.
Y entonces empezaron a llover los misiles Tomahawk.
En represalia a estos ataques, las fuerzas estadounidenses y británicas comenzaron a golpear a las fuerzas hutíes con ataques aéreos y es el pueblo yemení el que sufre una vez más a manos de fuerzas externas.
Antes de la guerra de Gaza, Yemen estaba considerado uno de los peores desastres humanitarios del mundo, si no el peor. Según la ONU, 4,5 millones de personas han sido desplazadas, mientras que 24,1 millones de personas, el 80% de la población, necesitan ayuda humanitaria.
Lo último que necesita el país es verse arrastrado a un conflicto cada vez más volátil en la región. El primer e inmediato paso que hay que dar antes de que toda la región se vea arrastrada a una guerra a mayor escala es un alto el fuego duradero a 2.000 kilómetros en Gaza.
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