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El origen de todo lo que nos aflige son emociones atascadas o experiencias sin resolver». Leo la frase impresa sobre las imágenes de un hombre y una mujer que toman café y engullen pastillas. Acabáramos: ése es el desayuno de medio país. El de los campeones. El de Bob Fosse recién levantado en 'All That Jazz'. Después, y con los mismos personajes ya aliviados, respirando hondo y mirando al horizonte, el anuncio me dice que me suscriba a no sé qué, que por no sé cuánto me van a arreglar la vida. Mira tú por dónde.

En realidad, estoy por suscribir a Pablo Iglesias y a Pedro Sánchez. Porque experiencias sin resolver y emociones atascadas tienen unas cuantas, más que un váter portátil en un concierto de Vetusta Morla. Y porque les hace falta una terapia de pareja. O dos. Asistimos, enganchadísimos, a este acto final del culebrón del verano. Al ni contigo ni sin ti. Al no me llamas, no me miras, no me quieres. A las sartas de reproches y a las trifulcas en directo con luz y taquígrafos. Literalmente.

Pero lo peor de una pelea de pareja es que resulte ridícula. Tenían más enjundia las broncas televisadas entre Kiko Matamoros y Makoke. O las bañadas en whisky entre Richard Burton y Liz Taylor. O las cantadas por fandangos de Juanito Valderrama y Dolores Abril. O las sostenidas a bases de los intensos primeros planos de Marianne y Johan en 'Secretos de un matrimonio'. La película de Bergman produjo tanto impacto en la sociedad de la época que la acusaron de provocar un importante aumento en la tasa de separaciones en Suecia. No creo que, en España, vayan a influir las peloteras entre Sánchez e Iglesias en el incremento del número de divorcios, pero sí en la subida de la abstención en las próximas elecciones. Y de eso sí que van a tener la culpa.

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