Muchos españolitos de bien están agotando sus vacaciones o ya lo han hecho. Y la mayoría habrá vuelto a la rutina diaria con la sensación ... de no haberlas aprovechado lo suficiente. Lamentarán no haber leído todos los libros previstos, ni haber visto todas las series pendientes, ni haber visitado todo los lugares planificados, ni haber pintado esa habitación que desde hace años pide a gritos un cambio de color, ni haber ordenado el armario o el trastero... Esa sensación es un reflejo del sistema productivista y utilitarista en el que vivimos y nos produce frustración, estrés y ansiedad, el mal endémico de nuestra época.
La sociedad capitalista nos incita a rentabilizar hasta nuestro tiempo de ocio, que el diccionario de la RAE define en su primera acepción como: «Cesación del trabajo, inacción o total omisión de la actividad». Es decir, no hacer nada, descansar. Sin embargo, el descanso, si no es «activo» –lo que es un oxímoron–, está mal visto en este mundo frenético, es considerado un pecado capital, nunca mejor dicho. El Pepito Grillo capitalista aguijonea nuestra conciencia con el mantra de que el tiempo es oro, literalmente, y dedicarlo a tumbarse a la bartola es perderlo.
Más grave aún, cada vez más españoles se llevan curro a casa en su tiempo libre. El 37% sigue trabajando después del horario laboral una media de tres días a la semana, según la encuesta 'Desconectar para reconectar', elaborada por Adecco. Además, el 59% mira su correo electrónico fuera de la jornada de trabajo cuatro días a la semana. El estudio de la ETT revela que cuanto más trabajamos fuera del horario laboral más estresados estamos y más dificultades tenemos para desconectar. Esto puede repercutir directamente sobre las empresas, ya que la probabilidad de que los empleados más estresados o quemados dejen su puesto de trabajo a corto plazo es significativamente más elevada. Así, según el citado sondeo, tres de cada diez españoles están pensando en dejar su empresa en los próximos dos años.
Es lo que la escritora canadiense Joanna Pocock llama la tiranía de la eficiencia. Como advierte el periodista británico Oliver Burkeman, autor de 'Cuatro mil semanas. Gestión del tiempo para mortales', el capitalismo no permite que nos paremos a pensar. Por eso, opina que hay algo de «subversivo» en «detenerse, hacer una pausa y reflexionar». Y es que el descanso es la partera del pensamiento y la reflexión, como bien sabían los antiguos griegos.
En línea con Burkeman, en su ensayo 'El don de la siesta' el escritor Miguel Ángel Hernández eleva esta costumbre tan española a trinchera contra la aceleración, a «placer no productivizado», «manera de frenar la pulsión de hacer» que nos ayude a recuperar nuestra «soberanía temporal», a volver a ser dueños de nuestro tiempo y, por tanto, a vivir siguiendo el adagio latino de Horacio 'carpe diem'. Una máxima que nos anima a aprovechar el momento, pero que hoy se confunde con aprovechar la enorme oferta de estímulos con la que nos bombardean vía publicidad. Tan sobreestimulados estamos que acabamos fatigados incluso en nuestro tiempo de 'descanso', zapeando de actividad en actividad sin disfrutar ninguna, más pensando en poner una foto que muestre lo que hacemos que en hacerlo, más exhibiendo nuestra vida que viviéndola. Sigamos la exhortación de Walt Whitman: «No permitas que la vida / te pase por encima / sin que la vivas...».
Que descansen.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión