Un diez de enero, pero en 1957, fallecía en un hospital de Nueva York una mujer llamada Lucila de María Godoy Alcayaga, a los sesenta ... y siete años de edad. Dos días después se celebró su funeral en la catedral católica de St. Patrick presidido por el cardenal arzobispo de la ciudad. Posteriormente, un avión de la Fuerza Aérea de Chile la retornó a su país, donde reposa.
En sus humildes orígenes había sido profesora rural, con tanto éxito que el gobierno de México la contrató para poner en marcha un programa especial de enseñanza. Sin embargo, lo que realmente destacaba de ella eran sus escritos. Su amor por la literatura y su vocación la llevaron a compaginar su trabajo y la escritura de poesía. A su regreso a Chile adoptó un seudónimo en honor a sus dos grandes referentes: el italiano Gabriele D'Annunzzio —relacionado luego con el fascismo— y el francés occitano Frédéric Mistral.
Su figura en ascenso fue reclamada por ministros chilenos y mexicanos hasta llevarla a tareas diplomáticas. Durante ese tiempo ocurrió un misterio de su vida aún no resuelto, algo que ni ella quiso desvelar ni quienes la conocieron supieron aclarar. Se trata de la adopción de un niño a quien se consideró siempre como su sobrino, supuesto hijo de un hermanastro.
Se llamó Juan Miguel Pablo Godoy Mendoza, y nació en Barcelona. No se sabe si de verdad existió el hermanastro de Mistral ni si el niño era su hijo. Hay testimonios que aseguran que en realidad era hijo natural de la poetisa, pero nunca se supo la verdad. Ella lo llamaba Yin Yin.
Gabriela Mistral viajó por Europa junto a su secretaria mexicana, Palma Guillén, y, por temporadas, las acompañaba el pequeño. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial se trasladaron a Brasil.
Cuando contaba con dieciocho años, Yin Yin, que había sido acosado por compañeros de colegio y por simpatizantes nazis, decidió quitarse la vida ingiriendo arsénico: «Querida mamá, creo que mejor hago en abandonar las cosas como están. No he sabido vencer. Espero que en otro mundo exista más felicidad». Dos años de sufrimiento después, Gabriela Mistral recibió el Premio Nobel de Literatura.
Con el premio se compró una casa en Santa Bárbara, California, donde conoció a una chica mucho más joven que ella, llamada Doris Dana, afincada en Nueva York, con quien inició una relación controvertida que dejó una colección epistolar sobre la que se estudia un posible lesbianismo de Gabriela Mistral, desmentido por ambas. Estuvieron separadas físicamente durante un tiempo, hasta que a la poetisa le encomendaron el consulado chileno en Nueva York y al fin pudieron vivir bajo el mismo techo.
Gabriela Mistral nombró depositaria de su legado a su «amor» Doris Dana, quien lo custodió hasta su muerte en 2006. Todo fue heredado por su sobrina, quien poco después donó a Chile más de cuarenta mil documentos y una compilación de cartas entre la poetisa y su tía.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión