Enfriar no es congelar
PILAR COSLADO
Jueves, 13 de julio 2023, 07:43
La diferencia está clara, ¿no? Vivimos estos días una ola de calor y, para combatirla, tiramos de aire acondicionado. Lo ponemos a 23º-24º, pero ... a nadie se le ocurre el absurdo de ponerlo a -10º (si es que la máquina lo permitiese).
Con la economía sucede algo parecido: si se recalienta, llega la inflación, el impuesto más injusto de todos, que castiga a quien tiene menos renta. Solo las arcas públicas ganan, si no deflactan impuestos, como está ocurriendo en España, lo que aumenta sus ingresos al ser los tributos más importantes un porcentaje de la renta o del precio.
¿Qué hacen los bancos centrales en estos casos? Pues tratar de enfriar la economía, y para ello, tanto el BCE como la Reserva Federal han tirado de manual y han emprendido una carrera por subir tipos que aún, por desgracia, no ha terminado.
Esto, que históricamente tenía sentido, no es tan eficaz ahora, dado que la actual crisis inflacionista contiene, al menos, dos hechos diferenciales respecto a los anteriores. El primero es que, en una economía globalizada, en el que entidades nacionales como el Banco de España nada tienen que decidir, y ni siquiera el BCE y Reserva tienen ya todas las cartas en su mano para responder. Hay más jugadores en la partida, la banca inglesa, la suiza, Japón, o los planificadores de la economía de China, lo que hace que el impacto de las medidas de sus bancos centrales en la UE o Estados Unidos no sea tan eficaz.
El segundo elemento es que la actual inflación viene del lado de la oferta, no del exceso de demanda. Cierto es que en los primeros meses tras levantarse las restricciones covid, se vivió un gran repunte del consumo por el ahorro generado al no poder gastar durante el confinamiento. Pero inmediatamente se impuso otra realidad: la paralización económica generó escasez de componentes e incremento de los costes logísticos, factores que están en gran medida tras la crisis inflacionista que sufrimos.
Por tanto, tirando de manual clásico, no se consiguen los resultados de antes, y genera un gran riesgo de sumergirnos en otra crisis de dimensiones y duración inciertas. Las brutales subidas de tipos en corto espacio de tiempo están generando efectos adversos. Cae el consumo, lo que ralentiza la economía, pone en riesgo la liquidez de las propias entidades financieras, carga contra los más débiles, y llega a generar un contexto, en el que las subidas de intereses perjudican más que ayudan. Por si esto fuera poco, las empresas, especialmente las pymes, autónomos y micropymes, ven como se encarecen los instrumentos que les proporcionaban liquidez o posibilitaban la inversión: cuentas de crédito, confirming, leasing, renting, préstamos para afrontar ampliaciones o renovar maquinaria, etcétera. El riesgo es evidente: en vez de enfriar la economía, esta política de subida de tipos amenaza con congelarla, sumando otra crisis a la crisis.
¿Qué hacer entonces? Aparcar el manual y acudir al principio de Santo Tomás de Aquino: 'la causa de la causa es la causa de lo causado'. Con ese análisis podremos deducir que gran parte de la solución vendría de la mano de la relocalización industrial, los estímulos a la inversión o políticas fiscales acordes con los tiempos. Y, por supuesto, aprender la lección: mantener los tipos a cero o negativos durante tanto tiempo como se ha hecho, dopa el crecimiento económico, cambia las reglas y tiene consecuencias poco deseadas, 'de aquellos polvos…'
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