Mi vecina es la memoria viviente de mi calle. Nació en su estrecha casa de tres pisos y crio a su propia familia allí y ... sigue subiendo esas escaleras cada día. En los ochenta y tantos años que lleva viviendo frente a la muralla de Cáceres ha visto cambios más sustanciales que los que la mayoría de nosotros veremos jamás.
Es una historia que resonará en muchos de los que han vivido su vida en los centros históricos de toda Extremadura.
Recuerda las mulas que subían por las calles empedradas hasta finales de los años sesenta. Bestias de carga que llevaban el agua y las mercancías hasta las casas que podían pagar el servicio, hasta que el agua corriente llegó por fin a los hogares de los que no podían.
Recuerda con cariño los sonidos de los muchos niños que vivían en el barrio. Sus gritos llenaban las ahora silenciosas calles mientras hacían rebotar pelotas en la muralla, tratando de no manchar la ropa que colgaba para secarse. De pequeña recuerda que se subía a los árboles que crecían en el ahora desolado aparcamiento que la Diputación mantiene celosamente para sus propios usos.
Recuerda un Cáceres desgastado pero calentado por la vida que provenía de las familias que vivían entre esos muros.
Familias que ahora son una especie en peligro de extinción.
En la más reciente ofensiva contra los vecinos que viven en los centros históricos de la región, el ayuntamiento de Cáceres ha propuesto unilateralmente eliminar más del cincuenta por ciento de las plazas de aparcamiento disponibles para los residentes en el casco antiguo. Una propuesta que ignora, casi por completo, las propuestas de la asociación de vecinos y no ofrece alternativas. Una que castigaría a aquellos cuyas viviendas son demasiado humildes para tener un garaje.
¿Por qué esta necesidad repentina?
Muy sencillo. Instagram. Estas mulas modernas estropean la fantasía medieval que la administración cree que los turistas vienen a ver. Esta ficción se ve arruinada por los residentes que se dedican a su vida cotidiana, sobre todo si no van disfrazados de caballeros. Es la instrumentalización del patrimonio cultural para obtener un beneficio a corto plazo.
Porque, ¿qué pasaría si efectivamente tuvieran éxito y los residentes se vieran obligados a huir?
¿Habría suficientes turistas para mantener un casco antiguo lleno de tiendas de lujo como en Marbella? ¿Habría suficiente tráfico peatonal para justificar la conversión de todas estas casas en tiendas de recuerdos como en Toledo? ¿Traería el fantasmagórico tren de alta velocidad suficientes visitantes como para llenar un casco antiguo lleno de apartamentos turísticos?
¿O se desmoronarían las viviendas y se derrumbarían como la abandonada torre almohade del siglo XII que se desintegra lentamente en el Adarve del Cristo?
El hecho de que las familias no hayan abandonado por completo el casco antiguo de Cáceres es uno de los factores que lo diferencian de los muchos otros hermosos cascos antiguos de toda España. Una administración con visión de futuro debería buscar la forma de animar a la gente a quedarse, dando vida a las piedras ocres. Si eso significa unas cuantas fotos estropeadas, pues no es tan malo como pisar lo que las mulas dejaron atrás.
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