El partido y los socios
Análisis ·
Los incondicionales del Cacereño y abonados de toda la vida se han convertido por unos días en la aristocracia de la ciudadEsta vez ha sido un partido de fútbol lo que ha roto la rutina de compras, papánoeles y comilonas familiares más o menos deseadas de ... las navidades cacereñas, donde los organizadores de los festejos cada año lo tienen más complicado para innovar y sorprender. Hasta la llegada en globo de los Reyes Magos, que tanto gustó la primera vez, parece haber despertado menos interés. Es normal. En estos tiempos en los que se demanda un entretenimiento de consumo voraz e inmediato lo repetido cansa y la tradición aburre. Se necesita un acontecimiento extraordinario como la llegada por primera vez del Real Madrid (el de fútbol, el de baloncesto venía a menudo en otros tiempos) en partido oficial y de todo lo que arrastra tras de sí para generar una convulsión como la que se ha vivido en la ciudad esta semana.
Cuando se supo que el Cacereño recibiría en la Copa del Rey al actual campeón de Europa mi primer pensamiento fue para los aficionados de toda la vida, esos pocos cientos que llevan décadas siguiendo al equipo sin importar el rival ni la categoría, felices en la victoria y resignados (casi nunca enfadados) en la derrota, juntándose cada dos domingos en el Príncipe Felipe para apoyar unos colores que, las cosas como son, les han dado muchas más decepciones que alegrías. A algunos les conocí durante los cuatro o cinco años que, por las cosas del periodismo, me tocó cubrir la información deportiva de Cáceres y puedo atestiguar que la pasión que la gran mayoría de ellos sienten por el Cacereño es sincera, desinteresada y sin dobleces. Son los que recibieron el resultado del sorteo no como una oportunidad de ver en casa a los jugadores famosos del Real Madrid, sino como el regalo de que el equipo de sus amores sea por un día protagonista nacional en una eliminatoria histórica para ellos que recordarán siempre, y de paso garantizar la solvencia económica del club durante un par de temporadas.
Acostumbrados al ninguneo, los incondicionales del Cacereño se han convertido por unos días en la aristocracia de la ciudad. Su abono les daba acceso automático al mayor objeto de deseo de estas navidades: dos entradas adicionales por cabeza para el partido. El precio (entre 70 y 100 euros) no importaba, había que hacerse como fuera con una localidad, así que a muchos socios les han llegado por doquier llamadas y wasaps de primos segundos que apenas les saludan por la calle y de compañeros de la EGB con los que no hablaban desde los años ochenta. El club ha actuado con inteligencia lanzando una nueva campaña de abonados para la segunda vuelta con derecho a entradas para el Madrid, que según parece ha sido todo un éxito, aunque habrá que ver cuántos de los que se han sacado ahora el carné vuelven a pisar el Príncipe Felipe en lo que resta de temporada.
Del resultado del partido ya no me acuerdo.
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