Esta semana, nuestro presidente del Gobierno hizo una pausa en su salvífico quehacer como Schindler de los afganos y amigo reconciliado del sultán Mohamed VI ... para darse una vuelta por estas tierras de la España vaciada, en concreto por Navalmoral de la Mata y más en concreto por su hogar de mayores.
Con la que está cayendo, soprendió a propios y extraños esta visita relámpago de Pedro Sánchez a una esquina de Extremadura. Por ello, la víspera de su llegada especulábamos en los mentideros periodísticos sobre la verdadera razón de tan honrosa visita. «¿Y si viene –nos preguntábamos– a anunciar que la futura fábrica de cátodos para las baterías de litio se instalará en Navalmoral, o mejor aún, que se instalará en el macropolígono industrial moralo, y no en Cataluña, la fábrica que ensamble las celdas de las baterías de litio que se fabricarán en Badajoz...?».
No nos podíamos creer que el jefe del Ejecutivo simplemente viniera a lo que vino a la capital de Campo Arañuelo: a departir amablemente ni una hora con un grupo de abuelos para después, en un parque municipal y sin admitir preguntas, promocionar la reforma de las pensiones recientemente aprobada por el Gobierno y llamar a la oposición a dejar la confrontación y la crispación para aprobarla entre todos en el Congreso de los Diputados.
Para este viaje no hacían falta alforjas. Para más inri, lo único relevante que dijo sobre Extremadura es que el tren rápido «será un realidad el próximo año» en la región, probablemente por estas fechas. A otro perro con ese hueso... Llevan tantos años haciéndonos esa promesa todos los que han pasado por la Moncloa, sean tirios o troyanos, que de don Pedro nos fiamos tanto como de su tocayo del cuento, el de ¡que viene el lobo! «No te fíes del hombre que siempre sonríe», dice el refrán. Y «ojo que no ve, hombre que no cree», apostilla también el refranero.
Con todo, aunque, por fin, en 2022 podamos ver un ferrocarril decente atravesando nuestra comunidad, no será un AVE –que llegaron a decirnos que circularía por Extremadura en 2002– y tampoco nos llevará a todo tren hasta Madrid, pues la vía de alta velocidad unirá Badajoz y Plasencia, pero aún está por hacer la que conecte la región con la capital de España. Y lo que te rondaré.
En definitiva, Sánchez vino a Navalmoral a hacer el paripé; y lo peor, con la complicidad de su «querido Guillermo», hogaño uno de sus principales palmeros cuando antaño fue uno de los conjurados socialistas que lo apuñalaron aquellos fatídicos idus de octubre de 2016.
Henchido de orgullo y satisfacción, Vara agradeció a Sánchez su «compromiso firme» desde que llegó al Gobierno «para cumplir una deuda pendiente», la del ferrocarril, con una región «que llegó 150 años tarde a la revolución industrial» y que ahora «está en disposición de llegar de los primeros a la revolución verde, digital, sostenible y justa». «¿Quién iba a decir –se preguntó retóricamente– a esta querida tierra nuestra, que ayudó al desarrollo industrial del norte España con mano de obra del sur, que 50 años después iba a acoger la primera fábrica de baterías, de semiconductores o de guantes de nitrilo?».
Quién nos lo iba a decir, querido Guillermo, pero, de momento, de todo eso aquí no hay nada de nada. Ya sabe: del dicho al hecho hay un gran trecho, tan grande como el que aún hay de Badajoz a Madrid en tren.
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