Pablo, deja de j... con la pelota
EL ZURDO ·
Llegó a la política como un mesías con ánimo cavador más que nivelador a lomos del 15-M y escoltado por una cuadrilla de compañeros ... de letras e ideas. Con su elocuencia de buhonero, su proclamas anticasta y su promesa de darle la vuelta al país como un calcetín, no tardó en hacerse oír y seguir por una creciente legión de desencantados y cabreados.
Parafraseando a Karl Marx, llegó a decir que el cielo no se toma por consenso, sino por asalto, lo que hizo temblar los pilares del sistema y lo convirtió en enemigo público número uno de las cloacas del Estado y sus máquinas del fango. Con ese objetivo entre ceja y ceja, transmutó lo que nació como un movimiento sociopolítico asambleario y horizontal en una máquina de guerra electoral, en una fuerza bolchevizada, sometida a la ley de hierro de la oligarquía, en la que los que disentían del nuevo hombre de acero acabarían abandonados o abandonando, entre ellos, casi todos sus camaradas de letras e ideas con los que empezó su asalto a los cielos. Terminó así por rodearse de una corte de palmeros y cuadros de fieles, logrando así la cuadratura del círculo y pasando a conjugar el verbo poder en primera persona del singular.
No obstante, al final tomaría el cielo por consenso con el mismo Pedro que le negó tres veces antes de aceptar compartir lecho con quien decía que no dormiría con él en el Gobierno.
Tras medir mal sus fuerzas con su némesis y coetánea castiza, tan diferente a él y a la vez tan similar, cedió el bastón de mando pero no el mazo ni las puñetas. Se bajó del trono de hierro pero se subió al púlpito y se erigió en ayatolá de una nueva izquierda prematuramente envejecida por caer en los mismos vicios que los partidos de siempre. Se cortó la coleta pero no cedió el estoque ni el capote y pretende seguir lidiando los toros desde la barrera y marcando el paso a quien designara a dedo como su delfín por desviarse del camino recto y tomar el derecho, al querer romper el corsé partidista y recuperar la idea original: una plataforma ciudadana, un frente amplio que sume a toda la izquierda a la izquierda del PSOE.
Sin embargo, él mantiene que la mancha de mora, con mora se quita y por sumar no entiende agregar o reunir, sino fagocitar. Y, utilizando la aguja para pinchar en vez de para coser, exige que se respete y que siga llevando la batuta una fuerza política que pierde crédito y apoyo popular elección tras elección, al tiempo que llama reaccionarios a quienes dicen que el problema son los partidos. Olvida así la etimología de la palabra política, tomada del término griego ‘politikós’ (relativo a los asuntos ciudadanos) y este derivado de ‘polites’ (ciudadano) y ‘polis’ (ciudad). En cambio, los partidos actuales son organizaciones oligárquicas, con más voluntad de poder que de representar la voluntad general, que se han despolitizado y militarizado, porque están formadas por militantes (palabra derivada de militar) y han hurtado protagonismo a los ciudadanos en los asuntos públicos limitando su papel a votar periódicamente, que no es poco pero es insuficiente. De ahí la desafección creciente de la ciudadanía más por los partidos que por la política. Y difícilmente se revertirá esta tendencia si los partidos no asumen su papel instrumental y no abren mucho más los brazos y las orejas a la sociedad civil.
Pablo, tu receta ya está caduca, tu tiempo ya pasó, deja de comportarte como un jarrón chino, deja, parafraseando la canción de Serrat, de joder con la pelota…
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