Sectarismo cutre
Los episodios de García Verdejo y Dulce Chacón evidencian un intento de revisionismo innecesario e injusto para los afectados
El acuerdo de 60 puntos suscrito hace un año entre el PP y Vox que hizo posible el actual gobierno de coalición de la Junta ... de Extremadura incluye, en el número 48, el siguiente compromiso: «Promoveremos la concordia y el respeto a la memoria de todos los extremeños y españoles». Con ello se intenta justificar torpememente la derogación de la Ley de memoria histórica y democrática de Extremadura (ya se ha hecho también en otras comunidades donde existe la misma formación de gobierno), como si esta norma no buscara precisamente eso: respetar la memoria de aquellos a quienes se les sumió en el silencio tras privarles de su dignidad también después de muertos.
La concordia por la que ahora se dice abogar no puede fundamentarse en el olvido intencionado de aquello que sucedió solo para que algunos no se sientan incómodos, y es cínico como poco acusar a la actual ley de intenta imponer una «memoria parcial y sesgada» por parte de aquellos que precisamente la practicaron durante 40 años.
Este afán revisionista que se abre paso llega a tal extremo que empieza a impregnar también en esta región decisiones sobre asuntos más simples y mucho menos complejos que las cicatrices abiertas por la guerra civil y la dictadura. Y por esa misma razón, revelan más si cabe una especie de sectarismo cutre, que intenta dejar su impronta en el detalle por el mero hecho de tratarse de personas que no son, o no eran, de los suyos, valga la expresión que en el pasado tenía trágicas consecuencias y que hoy, sin tanta gravedad, sí pone de manifiesto una manera corta de proceder.
Alguien debería poner pie en pared para no seguir con la senda de decisiones sectarias
Si realmente ponemos en valor el principio de respetar la memoria de todos los extremeños, no se concibe la decisión de la Consejería de Educación de eliminar el nombre de un exdirector general de la etapa socialista, Tomás García Verdejo, de un premio sobre calidad educativa. Tras las confusas explicaciones dadas por la Junta, que solo intentaban tapar la indignidad de la medida adoptada, la propia Consejería ha dado marcha atrás, en un gesto que le honra, pero que no impide pensar qué hubiera sucedido si la decisión de eliminar un nombre por el mero hecho de haber pertenecido a otro gobierno no hubiera trascendido a tiempo.
Ahora se une a ese episodio el modo de actuar del Ayuntamiento de Zafra intentando desnaturalizar un premio literario que recuerda a la escritora Dulce Chacón, es decir, que surgió, una vez desaparecida prematuramente la autora, para ensalzar aquellos valores que ella procuró defender en el conjunto de su obra y con su propio ejemplo personal. Premios literarios hay muchos, y por ello, quitar lo que precisamente le singularizaba es también desdibujar la propia figura de la autora de La voz dormida, como si molestara precisamente todo aquello por lo que se le recuerda a Dulce Chacón, amén de por sus valores literararios.
Es poco alentador que a estas alturas se tenga que defender la continuidad de valores como solidaridad, dignidad o justicia, cuya exposición parecen molestar si está representada por determinados personajes. La Junta se ha amparado en el concepto de autonomía municipal para ponerse de perfil con una polémica que en nada favorece ni a Extremadura en general por la imagen que se transmite, ni al PP en particular, que, mientras frena a Vox en otros asuntos, está demostrando una particular torpeza para meterse en jardines innecesarios, además de injustos para los afectados.
Si en Madrid fue la mismísima Ayuso la que obligó a restituir los nombres de Francisco Rabal y Asunción Balaguer en Alpedrete, localidad donde residió la pareja de intérpretes, también aquí alguien debería poner pie en pared alguna vez para defender de verdad la concordia y no seguir la senda de decisiones sectarias como las que nos avergüenzan cada día.
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