Pasión y muerte sin resurrección de la Casa del Dragón
Marce Solís
Viernes, 18 de abril 2025, 08:07
En plena efervescencia de la Semana Santa, cuando Cáceres arde de fervor entre incienso, pasos y saetas, la ficción nos devuelve de golpe a una ... realidad mucho menos gloriosa: el rodaje de la tercera temporada de 'La casa del dragón' –y antes 'Juego de tronos'– no volverá a la Ciudad Monumental. HBO ha decidido recrear nuestros rincones en un estudio londinense, levantando escenografías artificiales que imitan, con cartón piedra y luces frías, la autenticidad vibrante de nuestra joya arquitectónica.
Justo ahora, cuando las mismas calles por las que pasearon Daemon, Rhaenyra o Alicent se llenan de pasos y procesiones, de cofrades en penitencia y Cristos que desfilan entre luces tenues e incienso, HBO decide que ya no somos dignos. Prefiere levantar un 'Desembarco del rey' de pega, una Cáceres low cost, una imitación británica de lo que aquí nos ha costado siglos levantar. ¿Quién necesita la historia cuando puedes construir una con poliuretano? Cáceres, que se alzó orgullosa como capital de los Siete Reinos ante los ojos del mundo, no volverá a ser epicentro de intrigas palaciegas ni de luchas por el Trono de Hierro. La pasión por ver dragones sobrevolando nuestros tejados se disipa como el incienso en una procesión.
Y la excusa es la de siempre: que si los costes, que si la logística, que si el 'brexit'... ¡Pamplinas! Lo que aquí tienen no se compra en Amazon. Han levantado una copia de nuestro inigualable casco antiguo en lugar de regresar a nuestro impagable «atrezzo» natural. Mientras Cáceres (y España entera) revive la pasión, muerte y resurrección, HBO ha optado por «resucitar» Cáceres... en cartón piedra. ¡Qué poca clase! ¡Qué falta de fe en lo auténtico! No te lo voy a perdonar, HBO.
Cáceres no es solo un decorado, es un personaje con carisma, con arrugas bellas, con historia en cada grieta. ¿Dónde queda el glamour, HBO? ¿Dónde el respeto a los clásicos? Uno imagina a escenógrafos y maquetistas intentando capturar la textura de nuestros siglos con brochas y moldes, recreando, con precisión quirúrgica, lo que solo la imperfección del tiempo puede otorgar. Es como pretender entonar una saeta con voz de karaoke o reconstruir un retablo barroco con plástico reciclado. No solo es insuficiente: es estéticamente inmoral.
Y una cuestión legal. Considerando la singular belleza y el valor histórico intrínseco de nuestra ciudad monumental, joya arquitectónica cincelada por siglos de historia y admirada en su autenticidad, ¿no cabría preguntarse si la reproducción mimética de sus singulares espacios, ahora trasladados a la artificiosidad de un estudio londinense, no debería conllevar una suerte de compensación por la apropiación de una imagen que pertenece, en esencia, al patrimonio colectivo y a la identidad viva de Cáceres? Cáceres no es decorado. Cáceres es verdad. Y la verdad no se replica: se vive.
Yo, que suelo abogar por más innovación y menos incienso, más futuro y menos pasado, y creación frente a tanta tradición; hoy me rindo y proclamo: ¡La Semana Santa tiene más garra dramática que cualquier Targaryen en disputa!
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