La pasada semana encontré alivio al extremo calor escapándome a Oporto, Braga y el valle luso del Duero. Oporto (Porto, en portugués), con sus 300. ... 000 habitantes, es el centro económico del norte portugués. Posee tranvía y metro exterior. Llama la atención la utilización de azulejos azules en los edificios, como la estación ferroviaria de Sao Bento. Su catedral, lejos en valor de las de Santiago o Plasencia, parece más una fortaleza que una catedral. Próxima, la torre de los Clérigos, la obra maestra de Nasoni, el mejor arquitecto en Portugal. Precioso y lleno de tipismo el barrio medieval de Ribeira, frente al Douro. En la otra orilla, en Vila Nova de Gaia, las bodegas de oporto. Uniendo ambos márgenes seis puentes.
Pero en Oporto hay ya otro 'monumento': la librería 'Lello'. Considerada una de las más bellas del mundo, desde que J. K. Rowling la trasladara a los libros de la saga de Harry Potter, ha devenido en un fenómeno mediático. Millón y pico de turistas acuden anualmente a visitarla, de los cuales el 40% son españoles. Me fue imposible poder disfrutar con sosiego de esta belleza y mucho menos lograr ojear con calma algún libro. 'Lello' se ha convertido en referente importante del turismo de masas.
Desde Oporto subí a Braga, cuya antigua importancia religiosa se deduce de sus numerosas iglesias barrocas y de su catedral románica, la más antigua de Portugal. Impresionante el santuario de Bon Jesús do Monte, con sus empinadas escaleras –cuyo ascenso y/o bajada puede evitarse cogiendo un funicular– que albergan en sus laterales fuentes y originales capillas con temática religiosa, como la que plasma las virtudes teologales (fe, esperanza, caridad).
Finalmente me encaminé a los viñedos del valle del Douro, el «valle encantado», que constituye un paisaje humanizado bellísimo, habiendo sido declarado Patrimonio Mundial por la Unesco. El Douro transcurre encajonado y formando meandros entre las colinas, en cuyas laderas surgen los viñedos, originando bancales o terrazas pizarrosas hasta la misma cima y hasta la misma orilla. Ya estaban vendimiando, al haber venido tempranero el verano. Desde las Quintas llegará el vino a Vila Nova de Gaia, en Oporto, por carretera y en camiones, y no en 'rabelos' por el río, como se hacía antiguamente. La región produce vinos tintos y blancos excelentes –de los que puede dar buena cuenta estos días– , pero sobre todo el excepcional vino de Oporto. Hacer una cata en una Quinta, tras haber contemplado los viñedos, es una experiencia única.
Termino la columna refiriéndome a la gastronomía, con el bacalao cocinado de variadas maneras o las patatas cocidas y luego ligeramente fritas, su café excepcional y su repostería, con sus pasteles bañados en yema de huevo muy dulces. Encantador es también, en general, el carácter tranquilo, extrovertido y respetuoso del portugués. Me comentaron el auge del español en las universidades portuguesas, que pude constatar también en las calles. Es triste darse cuenta de que mientras en otros países se demanda el español, aquí sea proscrito en algunas regiones.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión