Y los molinos resultaron ser gigantes
Tribuna ·
Europa y EE UU están compuestos por Estados muy diferentes entre sí, por eso la victoria de Trump pone en peligro el futuro de la UELuis Ángel Ruiz de Gopegui Santoyo
Periodista
Martes, 19 de noviembre 2024, 07:53
El aluvión de análisis, interpretaciones, teorías sobre los acontecimientos que nos acucian a cada momento es de tal dimensión, que uno se empequeñece –aún más– ... para tratar de sacar alguna conclusión que le anime a transitar lo que reste de camino. Todo sigue girando en torno a las catástrofes de Valencia, las guerras de Gaza y Ucrania, el incuestionable triunfo de Trump y los posibles remedios y/consecuencias en Europa.
Puede que, por la edad, puede que, por cabezonería, me reafirmo cada vez más en mis parcas ideas sobre la convivencia de los humanos en este planeta. Con absoluta modestia, cuando algunos analistas preconizan los peligros que se avecinan sobre Europa si el 'elegido' y reencarnado salvador del pueblo americano cumple algunas de sus amenazas, el más que Viejo Continente entrará en un declive imparable. De ahí que algunos líderes, igualmente de iluminados, sigan insistiendo en que la inmigración es el mayor peligro que afrontar de cara a la subsistencia de Europa. Que es un problema y que lo será más en pocos años, lo demuestra una realidad que no queremos ver: no habrá freno a los millones de personas que saldrán de la más absoluta pobreza –y falta de libertades– para alcanzar el sueño de una vida –y justa– mejor.
Ya años atrás repetimos como unos ingenuos loros que la solución era «más Europa». Pero ¿quién forma la Unión Europea desde su fundación hasta la ampliación a 27 estados miembros? Pues eso: 27 naciones diferentes, cada una con sus idiomas, tradiciones, costumbres, economías y proyectos. Veintisiete nacionalidades diferentes con sus 'nacionalismos' a cuestas.
Y todos quieren preservarlos, cuando el viejo sueño de algunos filósofos europeístas es que primase, ante todo, la nacionalidad europea por encima de los nacionalismos de cada país. El resultado está a la vista: han crecido los partidos políticos nacionalistas, defensores de lo propio: «el inmigrante ataca nuestra forma de ser, son un peligro», es el mensaje que parece calar cada vez más entre los ciudadanos.
No sería extraño ver a Elon Musk de vicepresidente 'in pectore' de aquel gigante e influyente imperio
Lo mismo ocurre en los Estados Unidos de América, donde a tenor de contemplar las banderas de barras y estrellas en la inmensa mayoría de viviendas de aquel inmenso territorio uno podría sacar la conclusión de que la igualdad es una de sus características. Si analizas –o visitas– algunos de aquellos estados federales, compruebas las grandes diferencias existentes entre ellos, en donde los rasgos culturales –y religiosos– en el origen de su formación, tienen igual o más contrastes que, por ejemplo, entre vascos, catalanes, andaluces, castellanos, franceses, etc. Indios, mexicanos, españoles, irlandeses, ingleses, chinos, italianos, japoneses, vietnamitas, coreanos, polacos, rusos, franceses, colombianos, venezolanos, chilenos, argentinos y un largo etcétera, con sus tradiciones, costumbres y creencias, conforman la esencia actual de EE UU, cuyo mérito de sentirse ciudadanos estadounidenses es incuestionable. Y uno de los factores de la victoria de Trump, según los analistas, ha sido inculcar el miedo al inmigrante, que amenazaba la esencia patriótica –su nacionalismo– y su futuro. Amén de otros factores, largamente explicitados por los expertos internacionales.
Si añadimos a toda esta simbiosis étnica el predominio actual de algunos medios de 'incomunicación', donde el bulo gana por goleada a la noticia contrastada, no sería extraño ver a Elon Musk de vicepresidente 'in pectore' de aquel gigante e influyente imperio.
¿Podría llegar a ser la Unión Europea, con sus 27 naciones, algo más unida ante las amenazas futuras que se ciernen?
Todo ya fue escrito por Cervantes:
«En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
–La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
–¿Qué gigantes? –dijo Sancho Panza–.
–Aquéllos que allí ves –respondió su amo– de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
–Mire vuestra merced –respondió Sancho– que aquéllos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
–Bien parece –respondió don Quijote– que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla».
Hay que rendirse a la evidencia: no eran molinos, eran gigantes y van ganando la batalla.
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