El sustituto
VERDADES Y MENTIRAS ·
Si una desgracia alcanzase a Trump, su sustituto sería Vance, que en 2016 dudó entre calificarle como «un idiota cínico como Nixon o el Hitler de América»JULIÁN RODRÍGUEZ PARDO
Martes, 19 de noviembre 2024, 07:53
Mientras Donald Trump celebraba su victoria electoral –y yo dormía ajeno al inminente fin del mundo–, mi madre nos enviaba un wasap de despedida a ... sus hijos: «Otra vez Trump, pobres de nosotros. Se alía con Putin, los chinos y la m.p. y nos arrasan estos locos». Como era temprano, y mis neuronas están ya desgastadas de tanto pensar en por qué Melania se casó con Donald, supuse que lo de «m.p.» se refería a las madres que los parieron a todos ellos. Pero, desde que aspira a ser embajadora de buena voluntad de la ONU, mi madre habla raro. Así que, a lo peor, simplemente se le trastabillaron los dedos en el teclado y quiso escribir «p.m.»: post mortem. Porque en casa, como buenos católicos, rezamos cada noche para que todos los indeseables que tenemos anotados en una lista conozcan a Dios nuestro Señor cuanto antes. Amén.
Como los estadounidenses tienen también sus cosas normales, la vicepresidencia es un cargo individual. Así que, si una desgracia alcanzase a Trump durante su mandato, su sustituto sería J. D. Vance. El muchacho, que solo tiene cuarenta años –menos mal–, no siempre ha sido partidario de Donald: durante la campaña presidencial de 2016 dudó entre calificarle como «un idiota cínico como Nixon (…) o el Hitler de América». Y, sin embargo, quizá por su trayectoria de hombre hecho a sí mismo, en julio pasado Trump le ofreció ser su compañero de papeleta electoral. Quizá ve en él a un posible sucesor. No lo sabemos aún: en el sistema americano el estrellato de los vicepresidentes es, habitualmente, fugaz porque solo el jefe es quien brilla.
Vance es un hillbilly: un blanco paleto de la América rural. Su padre los abandonó cuando él tenía seis años y su madre ha sido drogadicta hasta hace diez. Y si Vance estudió en Yale, pese a haber comido muchos días gracias a la beneficencia, fue porque su abuela se empeñó en que su nieto no acabara en una de las cunetas de la vida a la que estaba predestinado. Como nunca ha ocultado sus orígenes, la investigación interna de Trump sobre su vida tuvo que conformarse con preguntarle si tenía una familia paralela en Alaska. Sí, en Alaska. ¡Y delante de su mujer! Algo que yo jamás preguntaría a nadie sin haber tenido antes un rato de sexo para coger confianza. Y eso sin contar con el riesgo de que se entere la familia oficial. Fíjense, si no, en lo de Trump y Stormy Daniels, la actriz porno con la que le fue infiel a Melania: el hombre hasta tuvo que comprar su silencio para que no le fuera con el chisme a la mujer. ¡Un desastre!
J. D. Vance me intriga: en el momento en que recibió la llamada de Trump ofreciéndole la vicepresidencia, mantenía una conversación con su hijo de siete años sobre Pikachu. Sí, Pikachu. Al hombre debían salirle ya los pokemons por todos los orificios de su cuerpo, así que acabó gritándole a su vástago: «¡Cállate de una p. vez!». ¡Sí, en el mismo idioma raro que habla ahora mi madre! Desde que lo sé, no paro de darle vueltas a lo de la familia paralela de Vance. ¿Y si la tiene, pero no en Alaska? ¡Ay Melania!
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