Va de huevos
Juan Francisco Caro
Viernes, 14 de noviembre 2025, 01:00
Siempre ha habido clases. También en las aves. De corrales, de campo abierto y en cárceles de alambre. De sus huevos tienen mejor venta los ... camperos que, al menos en las etiquetas, evocan a la naturaleza y en su interior lucen naranja.
Si los cerdos salvaron tantas vidas como la penicilina, no le van a la zaga las aves de corral.
Entre los recuerdos de la infancia de los que vivimos en los pueblos, los que con más viveza permanecen en nuestra memoria son los patios y corrales, los ejidos, las eras y por allí rondando, gallos y gallinas. Comen a pico y pata, no por condena, sino por tendencia natural de subsistencia.
Les ha llegado la hora del censo y protección. El peligro viene de arriba, esa zona que ellas miran girando la cabeza hacia un lado, de otras aves que vuelan y bajan en busca de agua y alimento. Eso dicen los que saben. Como no es cuestión de ponerles mascarillas a cada una, se les confina en interiores o al menos protegiéndolas con redes pajareras para evitar que otras congéneres accedan a los bebederos y comida. ¿Saldrán comisionistas nuevos?
De paso, los controladores se meten un poco más en nuestras vidas. Pronto nos sacarán la cera de los oídos y tendremos que pagar por la plusvalía de hacerla velas.
Además de huevos y carne para el arroz de los domingos, aportaron riqueza a nuestro vocabulario. Sus dormitorios sobre palos bautizan a las localidades más altas y baratas de cines y teatros. A la gallina se le colgó la etiqueta de la cobardía por su tendencia a guardar distancias, a huir y evitar confrontaciones. El gallo, por el contrario, es altivo y pendenciero, defensor de sus dominios. Hasta le dio nombre a una saga de toreros. El caldo de la gallina es sustento reconstituyente y fue marca de clase de tabaco. La emoción y el miedo se reflejan en nuestros cuerpos poniéndonos la carne como a ellas. Y si las circunstancias vienen mal dadas puede salir uno como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando.
Sus plumajes son variados. Van del blanco al negro, pasando por anaranjados y jabados.
La cresta del gallo, más roja y erguida, la de la gallina, más descolorida, caída hacia el lado como gorrilla de jornalero.
El amanecer y el anochecer están muy vinculados a la asignación de cualidades que les asignamos. Los gallos por ser pregoneros del alba y las gallinas por acostarse temprano.
Parece como si las últimas estrellas de la alborada fueran granos de trigo que ellos se comen. A Venus lo dejan para el postre. Un chupito de luz.
El precio del producto estrella de estas gallináceas corraleras ha subido de los nidales a las estanterías con un vuelo más veloz y potente que el de sus ponedoras. Consecuencias de la oferta y la demanda. La cosa tiene huevos.
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