El automóvil y sus contraindicaciones
Joaquín Cuadrado Carreras
Divulgador de seguridad vial
Sábado, 23 de marzo 2024, 07:46
El automóvil junto con la informática, se han convertido en algo esencial e insustituible en la sociedad actual. Sin embargo, algo tan necesario en nuestras ... vidas, tiene, podríamos llamar 'contraindicaciones'. La dependencia a todo tipo de pantallas, en edades muy tempranas, ha llegado al culmen y ha tenido que ser limitada en colegios e institutos, aunque sigue su abuso, no precisamente en aras de alimentar el intelecto. En los adultos, el WhatsApp y las llamadas se han vuelto un vicio pandémico.
El automóvil ha generado una profunda transformación física, psíquica, ecológica, económica, social y cultural que se debe reconocer, aunque tiene, mal utilizado, sus efectos secundarios. Degradación del medio ambiente y accidentes de tráfico. Todas las vidas valen igual, pero hay veces que connotaciones especiales las hacen ser diferentes, con un mayor eco en la sociedad. Me refiero a ese atropello masivo de un camión a decenas de personas. Siniestro este, que ha calado en todos por su aparatosidad, letalidad, por las especiales condiciones y como no, por la muerte de seis personas, dos de ellas agentes de la Guardia Civil. Cuerpo ejemplar que ha evitado y evita accidentes al borde del asfalto, y que siempre están cuando el automovilista los necesita. Muertes que demuestran la peligrosidad de su trabajo, que no es reconocida como tal, junto a la de sus compañeros, Policía Nacional y Policía Local.
Cuatro Guardias Civiles muertos en los últimos meses demuestra que su trabajo, no es precisamente el de guardabosques. Hágase pues justicia con estos cuerpos de seguridad que trabajan para protegernos, incluso poniendo su vida en juego. Cuando empuñamos el volante de un vehículo, aunque nunca lo pensemos, tenemos la posibilidad de que sea la última vez, bien por nuestra culpa, bien por culpa ajena. Quizás seríamos más responsables si lo tuviéramos siempre en nuestras mentes obrando en consecuencia. «No existe ninguna cosa tal como accidente. Lo que nosotros denominamos con este nombre es el efecto de alguna cosa que no vemos. Si pudiésemos determinar la causa de un accidente, tendríamos mayores posibilidades de prevenirlo», afirmaba Voltaire.
Dejando al lado los factores nimios de la vía y el estado del vehículo, que no llega, según las estadísticas al 20%, todos sabemos de sobra por qué se producen los accidentes. Usamos el móvil y con él nos distraemos, causa número uno de salidas de vía y choques frontales. Conducimos bajo los efectos del alcohol, pernicioso incluso a pequeñas dosis, de drogas, y como no, de toda clase de potingues para evitar los muchos problemas psíquicos que la sociedad actual arrastra. No adaptamos la velocidad a las condiciones de cada momento; medioambientales, atmosféricas, estado de la vía, o vehículo que conducimos. El exceso de velocidad, peligroso vicio, también lleva al accidente y, desde luego, agrava sus consecuencias. Con frecuencia queremos ser superconductores vacunados contra el cansancio, que llega, como no, y nos duerme al volante. No guardamos una distancia segura con el vehículo de delante, mortal en alcances en cadena. Paramos en el arcén sin hacernos ver, con igual resultado. Las preocupaciones del día a día, que solemos trasladarlas del trabajo y del hogar al coche, también distraen y matan, como también lo hace el conductor que se enzarza en absurdas discusiones, o conversaciones profundas con los acompañantes.
Como ven, y llevando la contraria a Voltaire, de sobra conocemos las causas de los accidentes, que como decía, debemos recordarlas siempre para no caer en el error de ejecutarlas, haciendo seguro el utilizar este bien tan preciado.
Recordar una última contraindicación digna de mención y que acompañará de por vida a ese conductor que provoca un accidente del que, y no hace falta juez, se siente culpable. Él y su familia verán destrozadas sus vidas para siempre. San Agustín dijo: «Errar es humano, perseverar en el error es diabólico». Me temo que en demasía llevamos la contraria al Padre de la Iglesia. Ignoramos nuestros errores al volante y causamos las contraindicaciones del automóvil.
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