El pasado otoño, corrió como la pólvora el temor a un gran apagón continental y la gente se lanzó a comprar hornillos, linternas, latas y ... kits de superviviencia como si no hubiera un mañana. El detonante de aquella psicosis social fueron unas declaraciones de la ministra de Defensa austriaca, Klaudia Tanner, en las que alertaba de que «la cuestión no es si habrá un gran apagón, sino cuándo». Según Tanner, la probabilidad de que en los próximos cinco años ocurra un corte de luz masivo y de larga duración es del 100%, y apuntaba como posibles causas una gran tormenta solar, sobrecargas en la red eléctrica o ataques informáticos.
Ese temido gran apagón continental parece ahora mucho más probable, pero por otras causas. A saber, la amenaza de Putin de cortar totalmente el suministro de gas a los clientes europeos que venden armas a Ucrania e imponen sanciones económicas al zar ruso y su corte de oligarcas. Moscú ya ha avisado con cortes a Bulgaria, Dinamarca, Polonia, Finlandia, Holanda o Letonia.
Viéndole las orejas a lobo gris ruso y urgidos por Bruselas ante la proximidad del 'General Invierno', los países europeos han comenzado a imponer medidas de ahorro energético. Aunque España no depende del gas ruso como Alemania y otros socios centroeuropeos, el Gobierno también ha aprobado esta semana medidas similares porque si a los alemanes les fuera mal, nos iría aún peor a los españoles. Está por ver que estas medidas sean suficientes, pero está claro que son necesarias ante la amenaza rusa y el enquistamiento de la guerra de Ucrania, que apunta a que será más larga de lo esperado y parece abocada a acabar como la de Corea, con un armisticio y una partición del país.
Por si fuera poco, China ha comenzado a calentar su guerra fría con Estados Unidos tras la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi, a Taiwán, la Ucrania china.
Todo ello no hace sino aguijonear la inflación y empujar a la economía un poco más hacia el abismo de una nueva recesión. Hasta la vicepresidenta Nadia Calviño ha advertido que «vienen curvas» y que «hay que prepararse para lo peor». Y si lo dice ella, que hasta ahora había hecho gala de un optimismo recalcitrante, es para preocuparse de verdad. El pésimo dato de empleo de julio la carga de razones.
Pese a la sombría coyuntura, los hay empeñados en aprovecharla para sacar provecho electoral. Es el caso, una vez más, de Isabel Díaz Ayuso, que ha llamado a la rebelión contra el plan de ahorro energético al grito de «¡Madrid no se apaga!». El PP de Feijóo no se ha sumado a la insumisión de su baronesa, pero ha criticado la «constante improvisación» del Gobierno. Cierto es que Pedro Sánchez, una vez más, ha pecado de soberbia no consensuando las medidas con la oposición y las comunidades, lo que ha intentado rectificar convocando a estas el martes para zanjar dudas.
Sin embargo, la reina castiza sigue erre que erre contra todo lo que diga o haga Sánchez, aunque esté de acuerdo. Sabe que el antisanchismo vende en una parte creciente del electorado y ella lo alimenta presentándose como abanderada de la libertad, significante vacío (o vaciado) que esgrime a la manera de Podemos el de 'casta'. Lo curioso es que los que aplauden el populismo de Ayuso son los mismos que vituperaban el del 'coletas'. No sé si llegará el temido apagón, pero más que nunca sobran los iluminados con pocas luces.
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