En boquita cerrada no...

El cineasta Querejeta fue el fino interior de la Real Sociedad que le marcó el gol del triunfo al Madrid de Di Stéfano que esa misma temporada, 1955-56, ganaría su primera Copa de Europa. Pero no fue entonces cuando leí sus declaraciones, tenía sólo un año, fue en los ochenta, cuando la Real ganó dos ligas consecutivas. Alguna jugarreta arbitral sería la causa.

Le ha faltado tiempo a Manuel Chaves, transmutado a verde, para advertirnos de que está de vuelta, de que nos preparemos, que arrasan. Este paréntesis que los jueces y las fuerzas del mal les impusieron como castigo sólo ha sido retroceder para coger carrerilla.

Como la colonia Otelo, vuelve el hombre; PSOE, calienta que sales.

Siempre me he preguntado —he conocido casos de primera mano— cómo la política cambia a las personas y la más encantadora se metamorfosea en el cínico más redomado. O, quizás, la política sea el mejor caldo de cultivo para que aflore la verdadera personalidad.

Cuando uno es exculpado de manera tan sospechosa de la «palmaria ilegalidad» con la que actuó lo mejor que puede hacer es callar. El silencio debería ser la opción más discreta y elegante en su rentrée. No ha sido así, ha podido más esa arrogancia a la que se refería Querejeta.

La almohada y la conciencia son jueces implacables a los que jamás podemos engañar y hay cosas, sentencias o no de por medio, tan palmarias que, lo digan Pumpido, Chaves o sus porqueros, son lo que son.

Muy cerca de Fuente Obejuna y con un amigo que lo vivió todo mientras trabajaba como comercial en su célebre matadero, estuve al día en esta cosa de los ERE. Lanzas, Guerrero, el modus operandi… no nos eran desconocidos a los que viviendo por aquí le prestamos un mínimo interés.

Juana Pilar Viedma, Adoración Navarro, Juan José Viedma… «La ausencia de cualquier mecanismo de comprobación […] permitió la inclusión de beneficiarios que nunca habían pertenecido a las empresas ayudadas».

Cómo me dolió, ahora más aún, que estos artistas consiguieran por arte de birlibirloque una jubilación aderezada con unos dineros extras que un currante como el que escribe jamás logrará reunir.

Machado, tan caro para el progresismo, lo puso en boca de Mairena:

Cuando dos gitanos hablan

ya es la mentira inocente:

se mienten y no se engañan…

El deber de la mentira

es embaucar papanatas;

y no es buena la piadosa,

sino la que engaña.

Pumpido algo entiende, no sólo se licenció en Derecho, también, para más inri, en Económicas y Empresariales.

No es que haya ignorado al Supremo y ninguneado a sus miembros, como recuerda Pedro de Tena citando a Largo Caballero, el bueno de Conde se ha limitado a «sustraer» a la «voracidad» de la justicia «burguesa» a unos «defensores del proletariado».

La fraternidad por encima de todo, incluida la ley.