Un alcalde necesario para el momento
Feliciano Correa
Martes, 21 de enero 2025, 23:07
Eran otros tiempos. También éramos otra gente. Antes del epitafio que figura en la catedral de Ávila sobre la lápida de Adolfo Suárez, queríamos que ... la concordia fuera posible. Estaba tan reciente todo. El bombazo a Carrero. La matanza de Atocha de 1977 y el plomo que no descansaba con el tiro en la nuca o con las bombas lapa. Había que afianzar el freno de la paciencia para sujetar la cólera. Por ello, y con todo ello en las meninges, hubo de ejercitarse el anhelo de paz. Yo lo sabía bien. Era el año 1976 y acababa de llegar del País Vasco. Fui testigo de atentados sangrientos, vi trozos humanos en las fachadas. Al llegar a Badajoz me hicieron sitio a mis pequeños hijos en el colegio público 'El Progreso', en las Cuestas de Orinaza. Lo regentaba Encarna Piriz, mujer de Luis Movilla. Vecino de ese centro, inauguraba yo entonces la Residencia de Estudios Medios y Superiores 'José Antonio'; luego 'Núñez de Balboa'. Ahora otra cosa: 'Marcelo Nessi'.
El alcalde estuvo encaramado en la grupa de la Transición municipal en momentos decisivos. Antes y después de la Ley para la Reforma Política que pergeñó Jorge de Esteban con un grupo de jóvenes juristas reunidos en la hospedería del Valle de los Caídos; con Franco recién sepultado. Movilla navegaba entre las controversias de la bancada de izquierda y la carencia de medios para sus proyectos de la ciudad. En esos trances tuvo que ser, y fue, un mensajero de conciliación, un tipo bueno según el entender de Machado. Pues somos sabedores que, con frecuencia, el valor no reside en la fanfarronería del reto, sino en el recato verbal y el aguante. Hay gestos valiosos que han tenido como aval más preciado el silencio. Él lo tuvo. De modo que supo pastorear, con recia voluntad, las controversias políticas de quienes anhelaban la ruptura frente a las reformas.
Yo era director del instituto Nacional de Asistencia Social. Más de una vez nos juntamos para programar asilo a los afectados por las riadas y para otras cuestiones. Y es que, en aquello años, el ejercicio político necesitaba almohadillarse con el diálogo. Aquella confidencia sin trampa fue lo contrario de lo que ahora vemos con tanta frecuencia cuando se afirma algo y se hace lo contrario.
Movilla, el querido Luis que se nos ha ido, fue un caballero de palabra. Leo en HOY que «representó el espíritu de la Transición». Cierto. Por su talante. Por su sonrisa para edulcorar la dificultad. Por su estirpe pueblera que le había tan cabal.
Hablé con él hace un año. Me lo puso al teléfono nuestro querido Paco González Zurrón. Paco, que tanto fomentaba los afectos. Según nos hacemos mayores vemos mejor la fugacidad del ser. Ojalá que la justicia verdadera propicie a Luis el premio que merece por su servicio a la ciudadanía, por su bregar esforzado y por su hombría de bien.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión