A inicios de 2004, un grupo de periodistas españoles visitamos Polonia invitados por su Gobierno, que pretendía promocionar el país cara a su adhesión a ... la UE ese año. Durante nuestra estancia, conversamos con diversas autoridades y personalidades y visitamos la sede de la 'Gazeta Wyborcza', prestigioso diario fundado por Adam Michnik, referente de la lucha democrática contra el régimen comunista junto a Lech Wałęsa y su sindicato Solidaridad. No pudimos ver a Michnik, retirado entonces temporalmente por problemas de salud.
Esta semana, Michnik, de 76 años, ha estado en España para recoger el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades «por su compromiso con el periodismo de calidad» y «por su influencia en la recuperación y en la defensa de la democracia en Polonia». No obstante, Michnik es un personaje controvertido en su país, admirado y odiado casi a partes iguales, por no casarse con nadie y ser siempre incómodo para el poder. «Nos llevamos mal con todos los Gobiernos, pero nunca hemos tenido una relación tan mala como con el actual (ultraconservador y alineado con Orbán, Le Pen, Salvini, Meloni o Vox)», confiesa al compañero Fernando Belzunce en una entrevista publicada por este diario el jueves en la que también reconoce que tienen muchos lectores que no los soportan, pues «Polonia es un país muy polarizado». «Cuando alguien se me acerca en la calle nunca sé si me quiere estrechar la mano o pegarme un puñetazo», expresa gráficamente.
Y es que Michnik, como su compatriota y colega Ryszard Kapuściński, entiende que la labor del periodismo debe ir más allá de contar honestamente lo que sucede, debe implicar un compromiso social activo. «Si no creyera que puedo cambiar el mundo con lo que escribo no escribiría nada», sostiene en línea con lo que defiende Kapuściński en 'Los cínicos no sirven para este oficio': «El verdadero periodismo es intencional, a saber: aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún tipo de cambio». Un periodismo que no es correa de transmisión del poder, sino un contrapoder, amén de un trabajo colectivo, solidario. 'No hay libertad sin solidaridad', es lema de la 'Gazeta Wyborcza', que como explica Michnik, en 1989 significaba que no iba a haber libertad en Polonia hasta que el sindicato Solidaridad estuviera legalizado y «hoy significa que tenemos que ser solidarios entre nosotros en nuestra lucha contra el abuso de poder».
Otro polaco, el cineasta, Jerzy Skolimowski, de 84 años, estuvo recientemente en Valladolid para presentar la película 'EO' en la Seminci. Superviviente del nazismo y expulsado en 1967 de Polonia por antiestalinista, dice que nunca ha sido tan pesimista como ahora sobre el futuro. «Nos estamos quedando sin oportunidades de salida. No hay autoridades ni políticas ni religiosas con influencia moral como para liderar la Humanidad. Por desgracia, creo que nos vamos al garete», se lamenta (El País, 25 de octubre).
Quizá tenga razón, aunque creo que aún hay faros morales, sin 'potestas' pero con 'auctoritas', que pueden guiar a la Humanidad a buen puerto en estos tiempos tempestuosos. Es el caso de su compatriota Michnik, cuya biografía, como él mismo afirma, no le permite ser pesimista, pues pagó con seis años de cárcel su oposición al totalitarismo comunista. No en vano 'Sé realista, pide lo imposible' se titula un documental que retrata su lucha sisífica por la libertad, porque los periodistas «no se pueden rendir, tienen que seguir con lo suyo».
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